Cuando mi gente preguntaba qué
puñetas defendíamos, servidor de ustedes les respondía que no estábamos
defendiendo unas murallas, muy al contrario, estábamos tomando al asalto el
futuro de España.
Por supuesto, no entendían nada,
pero imagino que el convencimiento que veían en este oficial artillero, les
hacía pensar que tragar humo y recoger las tripas de sus compañeros era algo
que valía la pena si, tal como se comentaba, los señores que se reunían para
hacer una Constitución –muchos no sabían ni pronunciar la palabreja- trabajaban
por un futuro mejor para todos, ricos y pobres…
Cuando los jodidos gabachos
dejaron de joder la marrana y salieron pies para qué os quiero, los servidores
de los cañones quisieron pensar que sus disparos también fueron pluma para
escribir todo lo que explicaba y exigía “La Pepa”, pues así le llamamos todos a
la Constitución por haberse decretado un 19 de marzo. Sí, ya sé que conocen la
cosa…
Bueno, tal como sigue siendo costumbre
en esta Patria nuestra, muchos trabajan con ahínco y unos cuantos viven del
momio. Así, la joven Constitución que se dijo era decretada y sancionada para
el “buen gobierno y recta administración del Estado”, nació como un naranjo
borde cuyo fruto es bonito pero amargo.
El que se hiciese garante de la
nueva legalidad de España al cautivo Rey Fernando, resultó tanta tontuna como
poner a vigilar el gallinero a un zorro. Miren ustedes, pueden leerlo si lo
desean, aquí tienen la llave que se le entregó al monarca cual patente de
corso: las Cortes de Cádiz aludieron a las antiguas leyes fundamentales de esta
Monarquía, las cuales podrían “promover la gloria, la prosperidad y el bien de
toda la Nación”…
Lo dicho tontos, o mejor dicho
necios, que peor suena.
Este zampatortas Borbón se ha
pasado tres pueblos y se ha trincado a todos sus vasallos, lleven estos falda o
calzón largo. El 4 de mayo de 1814 se puso gallo Don Fernando y como también
ustedes recuerdan, abrogó por sus bemoles la Constitución.
Bien, llegados a este punto,
comprenderán que algo toca hacer, así que siendo ya demasiados los seis años
que hace de la indignidad cometida por Su Majestad, yo me pongo al lado de
Rafael del Riego Flórez, que en su calidad de Teniente Coronel del 2º Batallón
Asturiano y en este circunstancial asentamiento en el sevillano municipio de
Las Cabezas de San Juan, ha proclamado para todo ciudadano de bien lo
siguiente: España está viviendo a merced de un poder arbitrario y absoluto,
ejercido sin el menor respeto a las leyes fundamentales de la Nación. El Rey,
que debe su trono a cuantos lucharon en la Guerra de la Independencia, no ha
jurado, sin embargo, la Constitución, pacto entre el Monarca y el pueblo,
cimiento y encarnación de toda Nación moderna. La Constitución española, justa
y liberal, ha sido elaborada en Cádiz, entre sangre y sufrimiento. Mas el Rey
no la ha jurado y es necesario, para que España se salve, que el Rey jure y
respete esa Constitución de 1812, afirmación legítima y civil de los derechos y
deberes de los españoles, de todos los españoles, desde el Rey al último
labrador. Sí, sí, soldados; la Constitución. ¡Viva la Constitución!
Libres son ustedes de elegir su
camino, nadie soy yo para indicar que sea el mío el correcto, pero se trata de
España y no del Rey Felón o de nosotros.
POLITICA ES MORAL
Para mi Fernando VII, ha sido el peor rey que ha tenido España, con él (tras una sangrienta guerra contra Napoleón) empezó el declive definitivo del país. Incapaz de recoger el testigo ilustrado de su abuelo Carlos III, agudizó la incompetencía de su padre.
ResponderEliminarSi hubiese acogido la inspiración liberal que se inició en Cadíz quizás podría haber corregido los desmanes de su padre y proseguir el atisvo de modernidad que había empezado su abuelo.
Más lejos de la realidad, dejó el país en manos de la España rancia.
Después de esta sencillo comentario, me vienen a la cabezaa acontecimientos recientes de la política española, claro que no hablaré de reyes sinó de presidentes, y en vez de padre e hijo (antecesor y sucesor), y me refiero a los dos últimos presidentes del gobierno, cuyos aparatos políticos (cien mil hijos de San Luís del siglo XXI), no ha vuelto a la España rancia jacobina.