miércoles, 6 de diciembre de 2017

LA CONSTITUCIÓN DE FORGES LA RIMÓ FEDERICO


Aún recuerdo la alborozada llegada a casa de mi hermana. Traía en su mano una edición de la Constitución Española ilustrada por Antonio Fraguas de Pablo, más conocido como Forges.

Mis padres observaron el libro con sincero interés, pero yo –no les he de engañar- no le hice ni puñetero caso. Tenía 12 años y otros problemas que me parecían mucho más relevantes que lo que pudiese explicarse en aquella encuadernación en cartoné. Bien, el tema es que Mercedes me amenazó: “sepas que repasaremos la Constitución para que aprendas lo más importante que ha pasado desde 1812 en España”. No pueden imaginar la cosa, se me pusieron los pelos como escarpias, pues ella me había ayudado en la catequesis previa a la primera comunión y era mi profesora particular en las asignaturas de la escuela. En su dulzura era inflexible y de veras, introducir otra variable de estudio a su lado, me enfadó.

Aquella muchacha se convirtió en una noble maestra y más tarde en una licenciada en eso tan amado que ella definía como “ciencia histórica”. Regreso con la mula al trigo y les pido disculpas por distraerme. Bien, que sí o sí me leí la Carta Magna y mi magister me guió en mi escaso entendimiento poniéndome ejemplos que hiciesen comprensible algo tan trascendente y denso. Recuerdo –como denominador común- la insistencia en la idea de que la Constitución era una herramienta con criterio plural que sabría solucionar los problemas de España. Cuando yo me ponía impertinente y replicaba, preguntando como un texto podía arreglar las cosas de un país, Mercedes contestaba: hermano, el otro camino siempre es violento. Salía entonces con aquello de que siempre es más fuerte la pluma que la espada y que si patatín y patatán...

De nuestras lecciones-conversaciones de aquel momento, atesoro algo muy valioso y oigan, voy a compartirlo en base a presentes. Yo, en mi corta entendedera, pregunté si se trataba de algo similar a una Biblia, vamos, algo sagrado. Ella rio prudente y respondió que no. Afirmó ufana que la Constitución habría de ser guía pero nunca dogma. Huelga que les diga que se lanzó a hacerme entender que era un dogma. No le podías dar un metro, te flanqueaba y –como antes apunté- sí o sí, aprendías. Nunca lo agradeceré lo suficiente, tener una maestra en casa fue una suerte. Con el apoyo de mis padres, mi hermana mayor, iluminó caminos que me han traído hasta hoy.

Bien, el tema es que en nuestro presente, pareciera que la Constitución hubiese mutado en un arma arrojadiza o en lo que es peor, en un acomodo de una clase política que hace abuso de eso que se ha dado en llamar el “espíritu constitucional”. Miren, uno es creyente, pero puestos a elegir prefiero propuestas tangibles que no entes ectoplasmáticos.  Para fantasmas ya tenemos a muchos políticos que nos asustan para que convirtamos sus razones en propia fe inquebrantable. Yo hoy celebro el Día de la Constitución, pero no puedo mirar sin preocupación el futuro. No estoy tan solo preocupado por el socorrido “problema catalán” que todo lo explica, también me inquietan los voceros que afirman que la Constitución –tal como está- es la garante del espacio de derecho y la solidaridad de los españoles. Se siente uno como un despreciable apóstata cuando se ve denostado  por reclamar evolución en la Carta Magna. Miren, no deja sorprenderme que para muchos, reclamar semejante cosa, es  querer levantar fronteras y fomentar así la insolidaridad. Y ¿saben?, suscribiría totalmente la afirmación si la citada Ley marco fuese lo que ha de ser. Como decía mi hermana, un camino, una herramienta, nunca un dogma. Es innegable que en su formato actual acometió la más que compleja puesta en marcha de un Estado con heridas aún abiertas por una guerra civil, pero llegados al siglo XXI toca adaptarla a un tiempo en el que los problemas son las carencias sociales y la ausencia de un veraz proyecto de futuro.  

Miren, no deseo ver a mi país como un remedo de la Casa de Bernarda Alba. Pensar en ello me lleva en volandas a García Lorca y así, apoyándome en el hombre al que mataron por estar vivo, afirmo que aquella Constitución de  Forges deberá rimarla el granadino: ¿Te colgaré sobre los muros de mi museo sentimental, junto a los gélidos y oscuros lirios durmientes de mi mal? ¿O te pondré sobre los pinos -libro doliente de mi amor- para que sepas de los trinos que da a la aurora el ruiseñor?

Feliz Día de la Constitución de todos.

POLITICA ES MORAL

miércoles, 8 de noviembre de 2017

EN EL FONDO, LA IZQUIERDA


Yo le rezo con fe insondable a Jaume Perich Escala, "El Perich". Escritor, dibujante y humorista, fue uno de los más bruñidos espejos en los que reflejar lo que era y sigue siendo nuestra sociedad.  Le añoro –y no soy el único- pues apuntilló la realidad de un modo que nos hace imposible olvidarle. El puñetero maremagnum de nuestro presente, al maestro Perich le ofrecería un caladero densamente poblado de feliz estupidez. Vamos, tendría el hombre una fuente de inspiración inagotable. Su pluma, en los momentos que vivimos, hubiese sido más fuerte que la espada, no en balde la esgrimiría un espíritu libre.

Tengo grandes frases del maestro grabadas a fuego en mi pasado. Hoy mismo, siguen explicándome de que va la pertinaz gana de cacarear y no poner nunca un huevo para hervir en el puchero. Una de las que más me gustan y que recuerdo cabreaba mucho en mi casa, dice así: “En nuestra sociedad no hay trabas: se puede ser de derechas o se puede pensar de izquierdas.” Mi augusto padre y algunos de mi familia ponían a bajar de un burro a Perich, pero tras las primeras descalificaciones –curiosamente- se hacía el silencio. Era y es un hecho, ser de izquierdas nos hace críticos. ¿Saben?, eso lo sabemos todos y siendo bueno y necesario eso del criterio propio, nos abre brechas en el frente y acabamos recibiendo hasta en el carnet de identidad.

Miren, uno era joven y ya empezaba a intuir de que iba eso de sobrevivir en el progresismo. Aprendí en casa que progresar era o debía ser avanzar, mejorar, en definitiva, hacer adelantos en aquellos aspectos para lograr una sociedad verdaderamente justa. Pero claro, teniendo maestros, uno va aprendiendo -¿lo imaginan?- a cuestionarlo todo. Llegó a mis manos, cuando contaba con quince tiernos años el libro Prietas las Filas de la hispanista Sheelagh Ellwood y se me vinieron al suelo todos los palos del sombrajo. La obra relata la historia de la Falange desde 1933 a 1983 y he de decirles que me gustó la lectura a la par que me preocupó y mucho. La cosa me quedó meridianamente clara: la derecha converge ante lo que considera sus objetivos y la izquierda ni por asomo. De no ser así la cosa, ¿estaríamos como estamos?, no lo duden, la respuesta es un no como el sombrero de un picador.

Vamos a los hechos que se nos imponen y observemos que ha ido sucediendo y sucede en el presente de España. En Cataluña más de dos millones de ciudadanos se han puesto de acuerdo durante años en mostrar en la vía pública la defensa de una idea que es una ilusión. Una ilusión que no parece concretarse en un proyecto de eso que les apuntaba antes como progreso. Se confunden los sentimientos con la solución a los verdaderos problemas del país y lo más sorprendente del caso es que la izquierda se ha integrado en la sinrazón de un objetivo, hoy por hoy, vacío. Es exigible, de los partidos que se denominan progresistas, el compromiso de que su poder de convocatoria se dirija a luchar por lo realmente necesita la gente. A riesgo de caer en la tontería, eso que necesitamos se concreta en la educación, la sanidad, la atención a la dependencia, la justicia, las infraestructuras y como sostén de todo ello, en el desarrollo de medidas económicas adecuadas y realistas.

Pero nones, la derivada de la casa común de la izquierda es la propia de una finca mal construida con filtraciones en paredes y techumbre. Lejos de buscar soluciones a los problemas, los políticos del espectro izquierdoso se acomodaron en el estatus de cargo electo, se agarraron al poder en base a sus rendimientos electorales y a los ingresos que estos generan. Así nos luce el pelo y lo dice un calvo. Vamos a ir tomando el pulso a la realidad: hemos perdido la guerra de las ideas por no saber construir nada útil sobre ellas. Dando mil y una vueltas sobre lo que han expresado nuestras calles, reivindicando conceptos vagos de España y Cataluña, lo único que vemos es trapo desplegado que no acoge aire para hacer navegar la nave. Me cuesta creer que no hagamos frente común para conseguir un futuro tangible. No entiendo que la pléyade se siglas de la izquierda hispana se maquille cada día en cuestiones superficiales que no van más allá de tranquilizar su conciencia. Bien le ha ido a todo el mundo el llamado problema catalán.

En el fondo, la izquierda. En la superficie una derecha homogénea y empoderada que debería estar encausada y sentenciada. Demasiadas veces lo escuché de aquellos que van ganando: la izquierda no hace nada a derechas. Añadiría lo que amargamente decía Don Ginés: el comunista deja de serlo cuando tiene moto propia, igual que el cura, llegando a obispo, deja de creer en Dios.

POLITICA ES MORAL 

domingo, 5 de noviembre de 2017

OSITO JUNQUERAS


Varios policias de mi país que hacía labores de vigilancia frente a la Audiencia Nacional, mientras esperaban que los miembros del Gobierno Catalán fuesen trasladados a prisión, mostraron su deseo de que los reclusos se follasen al osito Oriol Junqueras. Es más, barruntaban que bien follado (explicaban gráficamente que a cuatro patas) incluso le arreglarían el ojo vago. Ya saben, uno de los aspectos físicos que identifican al ex vicepresidente de la Generalitat.

Gloriosa la gente que sirve a mi patria, diría que ejemplo de los valores hispanos, sin duda lo mejor de cada casa. Miren, muchos estamos hartos de veras, hartos de observar que esto de la independencia haya sacado del armario tanta, tantísima mierda. ¿Un español de bien es alguien que de media sabe comer, dormir, cagar y a la que puede, joder al que no piensa igual que él?. Bueno, decir pensar mucho parece, mejor digamos que se limitan a mirar de comprar teles y coches a plazos, pensándose los muy ilusos que son clase media. Para estas gentes el peligro rojo podemita es el problema de nuestras días, y llegados al pulso catalán, encuentran, en una Patria que no saben explicar ni entienden, sentido sencillo para su aburrida vida.

¿Qué puñeta hacen los nazis, fascistas o llámense a esta gente como se quiera en las manifestaciones en defensa de la unidad de España?, ¿qué hacen los organizadores y los partidos demócratas yendo de la mano con las siglas que reverdecen el franquismo y que renuevan la fantasmagórica idea que ser de izquierdas es pertenecer a infectas hordas marxistas?. ¿Qué sucede para que la policía no actúe de oficio ante gentes que cantan el cara al sol o que piden que los indepes sean fusilados?. No sé, la verdad, pero tenemos un problema, pues no puede pensar un español de bien, convencido demócrata, que para salvar la unidad y el proyecto futuro de España, sean activos relevantes los nazis de nuevo cuño que defienden una pasado que nunca han vivido.

Miren, en ya demasiadas ocasiones he dejado claro que el proceso a la independencia de Cataluña es algo basado en una quimera y que se inició con una ruptura legal que resulta imposible  ponderar. Vamos, que se han tenido un par de cojones para dar por hecho que aquí, con sonrisas y banderas, se creaba un nuevo estado y los actores implicados se quedarían tranquilos y callados. Está claro el tema, pero lo que ahora pienso es otra cosa: defendiendo la unidad de España, ¿también le salvamos la piel a los ladrones que dicen salvarla?. Ahí, más que pocos nos preguntamos qué piensa el español medio que sufre el paro, la falta de apoyo a la dependencia, la degradación del sistema sanitario, la pérdida de capacidades educativas y por ende,  la falta de un futuro para sus hijos.

Soy catalán, soy español y no deseo que vengan a salvarme en nombre de una patria que gobiernan gentes que no me representan. Es cierto que ese Gobierno fue votado, pero también lo fue el de Cataluña y lo cuestionamos en base a sus faltas o delitos. Espero que se acabe por entender que no puede la zorra guardar el gallinero. No puede un partido corrupto tapar su mafia en nombre del alma de España. Estimados compatriotas, ¿queréis ayudar?, pues pugnar por un verdadero estado de derecho que inhabilite a un Gobierno que debería estar defenestrado por sus incontables causas judiciales. No lo queremos ver, pero el jodido y kafkiano conflicto Cataluña-España está resultando un negocio redondo para las oligarquías extractivas de uno y otro lado. Miren, quitémonos la venda de los ojos, toca unirnos en una idea de país que se base en los derechos y las obligaciones de la ciudadanía. No podemos seguir a los aedos de las mentiras en base a una vacía idea de patria. Lo hemos observado en la propuesta secesionista catalana, ¿queremos vivir e imponer nosotros lo mismo?.

Lo estamos haciendo mal, pues lo que se nos transmite a los que vivimos en el Principado, es que las leyes y las fuerzas de seguridad del Estado vencerán y machacarán. En conciencia, aspiramos a algo más. Deseamos llegar a un acuerdo marco, cuyo espíritu sea inclusivo de todos y cada uno de los catalanes. ¿Qué puede esperarse de un Gobierno que en boca del Vicepresidente del Senado amenaza con aplicar otra vez el 155 si en las elecciones de diciembre vuelven a ganar los independentistas?. ¿Era necesario proceder a encarcelar cuando nuestra legalidad puede actuar de forma más ponderada e igualmente expeditiva?. Algo hemos de saber ver, lo que se hace en Cataluña da votos en España y lo mismo a la inversa. Ha de romperse el binomio diabólico que alimenta el nacionalismo de una y otra orilla. La herida está más que abierta y un Gobierno de estadistas y no de oportunistas, lucharía con denuedo por cerrarla. Si piensan lo contrario y les place el guion que ahora se representa, quizás yo empiece a entender que su idea de España, más que me duela, no es la mía.

Oír que a unos agentes de mi policía, les resulta gracioso imaginar cómo violan a un político que representa -según nuestras propias leyes- a muchos españoles, me hace pensar que empezando por una punta, a todos nos llegará el turno (disculpen el recurso) de que nos den por el culo. A vueltas con Ortega y Gasset, estimados y respetados compatriotas, habéis de saber que España no es esto que nos quieren vender.

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viernes, 3 de noviembre de 2017

EL BARÓN RAMPANTE


No sé  qué me lleva a mirar poco hacia Italia. De hecho, mi presencia en el país transalpino siempre resultó grata, pero quizás intuyo a los italianos una mar de fondo que nunca comprendí. No me gusta la improvisación como modelo de conducta social, será por la poca sangre tedesca que me queda en las venas.

Raruno es uno cuando intenta entender la realidad, no lo voy a negar. Pero miren, siempre parece que invitados inesperados me ofrecen pautas cuando mi pelota no da para más y amanaza con estallar. Hoy he visto –como me sucede demasiado últimamente- un asidero en la única  finca valiosa que poseo. Me refiero a mí amada biblioteca y entre todos sus habitantes, voluntarioso y extraño, se me ha significado el lomo del Barón Rampante del genial Italo Calvino.

Nacido en Cuba, Calvino regresó al país de origen de su familia y  a la edad de veinte años, fue reclutado por la fascista República Social Italiana. Desertó y se incorporó a los partisanos que la combatían. Tras el conflicto mundial, retomó sus estudios y trabajó como periodista mientras empezaba a sumergirse en la literatura. Quien conoce al autor, observa que ahí encontró el modo de intentar explicar eso de ser ciudadano en el tiempo que le tocó vivir. Bien, siendo su producción vasta, como les decía, ha sido el Barón Rampante lo que hoy me ha recetado el literato a modo de analgésico.

El libro explica la vida del Barón Cosimo, un noble en decadencia que tras una banal discusión con su padre decide vivir en los árboles y nunca más volver a habitar la tierra. Curiosa propuesta, ¿no es cierto?. Bien, quizás no tan descabellada, pueden creerme. Creo que podrá resultar curiosa la historia, pero Calvino describe magistralmente un mundo que niega la voluntad y los deseos del individuo. Comparto la tesis en su totalidad, pues es un hecho que las sociedades, mejor dicho, los gobiernos, pretenden poner en barbecho la libertad del ciudadano y buscaron y buscarán la forma  de allanar el criterio subjetivo en aras de unos supuestos comportamientos que buscan el bien común.

Miren, les hablaba de los asideros necesarios y de la mentalidad italiana, pero quiero guiarles al movimiento al que inicialmente se sumó Calvino. Me refiero al neorralismo, una forma de escribir que se convertirá en uno de sus valores inapelables: el autor simplifica su narrativa con una sincera voluntad de servicio a sus lectores, a todos los lectores, incluso a aquellos que pudiesen considerar no serlo.

En honor a mi hoy Doctor de cabecera acabo y lo hago simplificando, pues no queda otro remedio. En Italia la mafia es cosa de antiguo y ha controlado la sociedad en caótico orden, pero en España –supuesta nación modélica- los delincuentes no necesitan sombras y a cara descubierta, forman parte del gobierno.

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lunes, 30 de octubre de 2017

BANDERAS DE NUESTROS PADRES




Uno no es muy amigo de la televisión, vaya la cosa por delante, pero en ocasiones la llamada caja tonta ofrece -entre la bazofia- momentos de genial brillantez. Uno de estos es la sitcom (comedia de situación) Big Bang Theory.

En esta serie -que ya acumula once temporadas- habitan personajes histriónicos pero cargados de sentido. Jóvenes científicos, que intentando normalizar su enorme capacidad intelectual en el mundo real, generan hilarantes momentos al aterrizar en la tierra. Bueno, mejor dicho, al intentar caminar por la misma. Entre ellos destaca un físico teórico llamado Sheldon Cooper que a pesar de mostrar grandes carencias relacionales, establece fórmulas de comunicación cargadas de creatividad: una de ellas es una iniciativa vía internet llamada “Diversión con banderas”. En ese programa, Sheldon Cooper –junto a su novia- presenta y explica el origen de las mismas. En fin, pone en uso la vexilología, el estudio de las banderas en su más amplio sentido.​ Esta disciplina es una útil herramienta para la historia, pues el estudio de los símbolos explica muchas realidades de nuestro pasado y presente.

Me hierve hoy la cabeza en un estofado de trapos estampados y la verdad, poco me importan la mayoría de los mismos. Eso sí, hay uno que me inflama el espíritu y viéndolo pasearse de la mano de según qué otros estandartes, caigo en la tristeza más honda y me doy cuenta de que la bandera que ahora veo menospreciada, no es la bandera de mis padres. Hoy su razón de ser es tangencial y no finalista. Es remedo de todo y nada en si misma, diríase que ya es más folclore que digno símbolo de altas aspiraciones y metas. La tricolor que cubrió nuestra sangre ya no es resumen silente de una República igualitaria, es un paño de cocina con el que todos se limpian las manos. Como siempre digo, esta es mi opinión hermanos, y de vueltas con Ortega, afirmo que esa enseña tricolor no es ni fue esto que hoy se enarbola. Eso que ahora se aclama – y mucho lo siento- es una mentira interesada.

Le doy vuelta al seso y se me exprime por momentos. La bandera republicana parece aperitivo de independentistas y justificación transversal de unionistas, pero siendo el trapo más digno, sirve para limpiarse los mocos. ¿Qué no?, vamos a ver, ¿quién puede explicarlo de otro modo?. La presencia de mi bandera para establecer puentes entre dos soberanismos equiparables es cuando menos  falaz y cuanto más falso, pues el concepto republicano es federalista y teje sinergias entre territorios y naciones pero dentro de un proyecto integrador. Por otra parte, el nacionalismo español viene a beatificar su rostro permitiendo que esos “extraños” republicanos se sientan integrantes de la casa común. Evidentemente uno se pregunta algo bien sencillo: ¿la casa común es gobernada por algún elemento político cercano a los valores que algunos reconocemos y denominamos como republicanos?. Es un hecho que no, así pues nada ha de añadirse.

Me congratulo de no haber caído en la tentación de acompañar mi asistencia a diferentes manifestaciones con la bandera que defendimos en Madrid, en el frente de Levante y en la retirada de Cataluña que nos escupió al exilio. Sí, me alegro de veras, pues acercarla a la demagogia de los extremos no conviene al símbolo de la que habría de ser la casa común de todos. Es grato observar como centenares de miles de ciudadanos se manifiesten en nuestras calles a favor o en contra de la independencia. De hecho, siempre he considerado que la mal llamada masa social debe personarse en espacios comunes que demuestren que los políticos no tienen patente de corso. Y ese es el problema, pues actualmente, los espacios comunes son demasiado laxos y poco definen la verdadera voluntad de las buenas y malas gentes.

Cuesta tragarse el sapo de ver a la bandera que define mi alma en alegre componenda con aquellos españoles que a muchos –en pasados y presentes-  nos negaron el que pudiésemos serlo. La tricolor es casa común, es cierto, pero también ha de exigir que todos respetemos unos mínimos relacionales. Insisto, no tiene razón de ser en según qué lares la enseña que marcó el abril más preñado de esperanza de la historia de España. Los nacionalistas la imaginan hermana cuando en realidad quiso ser madre, los unionistas la miran con gracejo, pues de tan compleja, les parece un dama inalcanzable y sensualmente vestida.

No, no les pertenece la bandera que tres colores muestra. Deben dejarla  en el jodido arcón de los trastos viejos y será más digno su sueño que permitir que soles abrasadores la recoman. No es su lugar este tiempo, no es este tiempo mi lugar tampoco. Viendo como vi la bandera de mis padres rodeada de gentes que diciendo de si mismos ser españoles, ultrajan a mi país con su violencia cuando en nombre de no sé qué, salen a la calle defendiendo una España en la que ni ellos mismos creen, ni una vez más compartir espacio quiero. Siempre aparecen fascistas disfrazados de patriotas. Ahí no quiero a mi trapo, ahí no tenemos sitio los cuatro gatos que nos sabemos republicanos viejos. Lo siento, no trago el matonismo de un lado y otro. Así que mejor doblar la enseña que convivió con el himno de Riego y dejarla fenecer en paz, que nada de lo que ahora se ofrece es verdaderamente bueno para bordarla o para remendar la piel de toro.

Me revienta la hiel cuando un supremacista español se acerca a un republicano para llamarle traidor por anhelar un modelo social más justo, pero joderme me jode más que otros se vengan arriba afirmando muy ufanos que les resulta simpático eso de los republicanos. Me llevan los demonios cuando tras la primera palmadita en la espalda, lo siguiente es decirnos que somos majos, pero que estamos equivocados. Bien, pues gracias por perdonarnos la vida y sepan que puestos a decir algo, mejor me callo y vayan imaginando. Lo dicho, la tricolor es vista como una rareza histórica, incluso los jóvenes se me acercan y preguntan –para mi tristeza- que significa esa bandera. Uno sonríe y explica, pero se da cuenta que la noche franquista borró su sentido y ahora, el embrollo de los nacionalismos, hace con ella lo mismo.

El Escriba del Tercio Viejo –hermano que me ayuda a batallar el silencio- dice y persevera en decir que no estamos preparados para algo tan hermoso. A mi pesar la razón le otorgo y le respondo a él y a todos en boca de Camus, que afirmaba acongojado  la tiranía no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas.

Sigan con rojos y gualdas en dispar disposición, yo recojo trapo y regreso a mi rincón.

POLITICA ES MORAL

viernes, 27 de octubre de 2017

SOMATÉN


Hace un suspiro que parte de los representantes políticos de Cataluña han declarado la independencia respecto a España. Dicen los medios de comunicación que las cuatro provincias catalanas configuran ahora una nueva República.

Bien, es un hecho, hay un montón de ciudadanía feliz y contenta celebrando la cosa, pero eso es lo que se ve, no lo que realmente es. No hay situación más tensa que la que hoy vivimos los catalanes, pues estamos rotos en dos. Mejor dicho, estamos quebrados.  Lo estamos tanto que es harto difícil imaginar el futuro de nuestra tierra. Habrá gentes a los que la cuestión soberanista les sea aire que se respira, pero lo realmente importante es que no son –en ningún caso- la mayoría social que pudiese justificar el dantesco escenario que hoy se ha dibujado.

La proclamación de la nueva República Catalana ha mostrado sonrisas, pero esconde muecas tristes y me atrevería a decir que también más que pocas lágrimas. No es la decisión de hoy algo que pueda entenderse como aceptada por todos aquellos que viven en el Principado, bueno, ahora ¿republicado?. En fin, yo no sé qué hacer o decir y es más que probable que corresponda hacer del silencio la mejor de las respuestas. Me decía uno de tantos amigos que hoy ha cruzado palabras conmigo, que era más difícil callar que soltar la boca y ya ven, no puede uno hacer caso, no en balde siempre preferí  las cabras a las ovejas.

Veamos, en Madrid no se ha querido atar una solución en tangente y en Cataluña pareciera que se vaya ganando el pulso por incomparecencia del contrario. La verdad, la cruda verdad, es que la posición silente que muestra el Estado es la calma que precede a la tormenta. Veo y leo que muchos de los apasionados e hiperventilados independentistas, llaman a defender las instituciones catalanas. Incluso he podido fijar la vista en textos que animaban a los que somos templados, equidistantes o terceristas, a quedarnos en casa con nuestras familias y a no sufrir. Dicen que serán los verdaderos patriotas los que reciban los golpes y defiendan la República con sus cuerpos. Muy épico el ofrecimiento, pero no lo comparto. No quiero que nadie deba partirse la cara por nadie, debió servirnos eso tan desgastado y vetusto que se llama Democracia ¿les suena?.

Pasen y vean, busquen y desgranen, tómense su tiempo y no se abandonen a la rabia. Lo contrario es caer en lo que ya se denota en eso tan en boga de la red: aparecen demasiadas fotos de militares como alegoría de la solución al problema catalán y también ilustraciones de miquelets (tropas catalanas del Siglo XVIII) como icono de resistencia. Subyace una épica estéril y tosca, es cierto, pero las gentes que cuelgan esas cosas, explican los extremos. Ya sabemos, son los síntomas los que dan las pautas de la patología.  No es momento de esperar que la suerte arregle el caos, es momento de trabajar en base a hechos concretos que eviten la violencia. Sí, una violencia que siempre es derivada de relatos beatíficos vacíos pero tóxicos.

En breve plazo se gritarán proclamas para defender a la Patria y ¿saben?, mejor que aquellos que crean en ellas marquen los enfrentamientos en los descampados de pueblos y ciudades. Pues siendo los gestos importantes, hoy se ha dado uno de relevancia capital: aquellos que marcan o pretenden marcar el futuro de más de siete millones de catalanes, han votado por proclamar la República  de forma secreta. Cómo decía un gallego en Airbag, la genial película de Juanma Bajo Ulloa, profesional, muy profesional…

Hoy estoy intranquilo, triste y decepcionado. En cualquier caso, si se llama a Somatén, espero que me pille lejos, pues como ya dije muchas veces, no puedo imaginarme que nos hayamos de significar al ver de qué lado se vierte la primera sangre.

Cuidado pido a los aedos de un futuro épico y costoso. Esto no terminará rápidamente y lo que es peor, lejos de disfrutar, lo sufriremos.

POLITICA ES MORAL 

miércoles, 18 de octubre de 2017

WELCOME TO SARAJEVO


Uno se levanta, pone la radio y al poco la apaga. Uno se levanta y lee la prensa, y abandona la lectura. Uno sale a la calle y escucha, y deja de escuchar. Uno ya no sabe que decir y a nadie le importa lo que digas, pues todo quisque está muy seguro de los dogmas de su fe. Uno piensa y en silencio ve que hay que regresar a casa antes de la tormenta. Ya hemos llegado a reconocer enemigos –cuando menos antagonistas- en nuestra ciudad, en nuestro pueblo, en nuestro vecindario. Hay quienes hablan de que mejor fosas en las cunetas que cárceles, hay quién desea ser libre sin estar oprimido, hay quien habla de que empiece el baile y que Dios sepa elegir a los suyos. Hay quien es culpable y de rositas se ha ido, hay quien salvará la piel como siempre ha sido, hay quien caerá en la calle y mientras, los que siempre claman por la guerra, ocuparán el lugar que siempre han elegido, la retaguardia.  Lo he oído muchas veces: hay que ganar y machacar. También escucho que se ha acabat el broquil (sinónimo de hasta aquí hemos llegado). La cosa es que nos haremos daño, nos empezaremos insultando, cobraremos la ofensa con maniobras que a otros afecten, y llegados a la rabia ciega, nos haremos daño.

Más vale que lo aceptemos, estamos a un paso de tirarnos a la yugular de los otros. Me dicen también algunos tontos útiles como yo mismo, que se llegará a un acuerdo, a un punto de equilibrio y yo -pueden llamarme idiota- creo que el daño ya está hecho: el próximo año se escribirá con C de crisis y poco o nada podré haber hecho para evitarlo. Políticos afirmando que nada sucede con la economía, otros hablando de que el catalán es una lengua que somete al castellano y que aquí se ha perseguido todo lo español. Que si mano dura, que si libertad o muerte, que si me cago en tu puta madre,  que si te arranco los dientes...

¡Amenaza tormenta!, grita la vigía realidad desde su alta cofa. ¡Soltad trapo y avante!, gritan quienes pilotan la nave. Siempre se obedecen órdenes, pero toca -como en el motín del  Maine- deponer al Capitán. Por favor, todos los que llevamos nombre y hemos nacido de madre debemos pensar antes de hacer. Mientras nos armamos en ideas que de seguir impenitentes habrán de menester fusiles, Pujol anda de fiesta y también en Suiza la gozan los Borbones. ¿Qué creemos?, ¿que la realidad se armará sola en nuestro total y brillante beneficio?. Las personas que eso piensen es que están muy locas o sucede que vivir en el caos les divierte. En Cataluña es necesario y lo es en España sin duda, toca hablar de ciudadanos y menos de patrias. ¡Sí! Y lo digo ahora, que nunca es tarde para hacer pensar a los hombres. Bienestar social, trabajo y esperanza necesitan los comunes. Cuando semejantes cosas se sustituyen por honras, agravios y pasados, es que la sociedad  está rota y ha caído al vacío de un barranco.

Ya sé, ya sé, soy un infecto equidistante, no es menester que me lo recuerden a cada instante, pero miren ustedes, la verdad nos hará libres y hoy -vaya casualidad- la verdad me asiste. ¿Que a pesar de ver las cosas no pica el gusanillo de una guerrita que nos ponga a todos en su sitio?, ¡venga!, que quizás sea nuestro sino: la Guerra del Francés, tres Guerras Carlistas, la Revolución Gloriosa y la Guerra Cantonal, la Guerra del Rif y por fin el Glorioso Alzamiento Nacional que nos regaló nuestra hermosa Guerra Civil, así lo demuestran. ¡Cuidado!, no olvido las Guerras de Independencia americanas y los desastres de Cuba y Filipinas. En estas últimas también pagó el pato una población inculta y pobre que sirvió de parapeto a los que entonces gobernaban España.  El destino de una tierra extraña, la tierra en la que he nacido, vive de no poner en demasiado valor la sangre de sus hijos. ¿Qué si esa tierra es Cataluña o España?. ¿Lo ven? , después de tanto leer nada han entendido.

Allá por el 1991, en un instituto de Zagreb, se reclutó por mandato del nuevo gobierno a los alumnos de último curso para defender Croacia. Se apeló al orgullo patrio y a la siempre socorrida idea de defender la libertad. ¿Saben?, lo mismo –o similares cosas-  hicieron serbios, bosnios, eslovenos, macedonios y montenegrinos. De aquel grupo de entusiastas bachilleres croatas no se salvó ninguno. Estoy seguro de que se preguntan sobre la memez de traerles a la memoria la Guerra de los Balcanes, pero pueden creerme, es oportuno y urgente. Allí vecinos de siempre se cortaron –literalmente- la cabeza. ¿Que exagero?, no, lo siento. A todas luces parecían vivir en harmonía. Bueno, no apunto más a las conciencias que al final, cuando no gustan los mensajes, siempre muere el mensajero. Eso sí, señores que ostentan cargos que imagino resultan o habrían de resultar útiles: salgan de la jodida trinchera antes de que el odio nos joda otras dos generaciones.

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lunes, 16 de octubre de 2017

EL ALMA DE ANDRÉS


Andrés, ya puedes ir con cuidado. ¿Te has de ir a Barcelona ahora?.

¡Pues claro María!, ¿qué pijo habría de pasar?. Se ladra mucho, pero nadie está por tirar el carro por el pedregal. Tú tranquila, hay que acompañar las dos manás que hemos vendido al LLopis.

Más o menos así debió darse la conversación entre mis abuelos durante la primera quincena de julio de 1936. Bien, la cosa es que Andrés Cuestas –como hacía siempre cuando cerraba tratos en la Ciudad Condal- estaba alojado en un hotel de las Ramblas la mañana del 19 de julio. El ejército se había sublevado el 17 en África y el 18 en Sevilla. En domingo estalló la violencia en Cataluña: parte de la guarnición de Barcelona salió de los acuartelamientos para controlar los puntos clave de la ciudad. El General Goded lideró el golpe, pero el responsable militar de la IV región militar, el General Llano de la Encomienda era contrario al levantamiento. Cataluña se mantuvo fiel gracias a la actuación de la policía, de los guardias de asalto y de la Guardia Civil, pero también por la actuación de las milicias populares que obtuvieron armas de los acuartelamientos.

Andrés, como alcalde pedáneo de su pueblo, llamó para ver como evolucionaba la cosa por su tierra. Tranquilizado por la situación en el Campo de Cartagena, intentó contactar con sus uno de sus hermanos que vivía en la comarca del Vallès Occidental: no lo consiguió. Tampoco había medios de transporte disponibles y no quedó otra que atrincherarse en el hotel y esperar. En cualquier caso, los combates fueron fieros y se dieron bajas en todo el tramo de las Ramblas. El golpe en Barcelona se cobró centenares de muertos y miles de heridos. La danza de la parca acabó el día 20, pero a partir del 21 –así lo explicaba mi ancestro- se cobraron facturas que nunca debieron haberse librado: la CNT y la FAI se hicieron con el control de las calles. El verano del 36 salió muy caro: durante nueve semanas se ejecutaron más de tres mil personas en aras de la revolución popular.

Andrés era socialista, republicano y católico. En resumen, uno de aquellos autodidactas españoles que no renunció a nada –bueno y malo- de la realidad de su país y que en todo veía enseñanza propia y comunitaria. Regresó tras el golpe a El Escobar (su pueblo) y no se reprimió en decir que no reconocía nada como válido en todo lo que sucedía y que una vez más tocaría utilizar los surcos del campo para que habitasen los muertos. No se equivocó: le dieron la razón tres años de guerra y una posguerra de venganza y exterminio organizado de almas e ideas. Preso y desterrado por haber sido íntegro, enterró su honra en el campo de concentración de Formentera. Salvó el pellejo vendiendo el alma, pero a su vuelta a casa había sido expropiado, su hijo había perdido la cordura y la esperanza, sus hijas no tenían futuro y su esposa parecía estar viva pero en realidad hacía tiempo que había fallecido.

Murió sentado en una mecedora, acosado por un dolor viejo, avergonzado de todos y más de sí mismo. Una mañana de 1956 –también de domingo- mi abuela le acercó un café con leche y unas galletas maría. Nos explicaba que fue a la parte posterior de la casa a regar su jardín (un pequeño vergel en mitad de un secano) y al regresar creyó que Andrés dormía. Pensó en reñirle cuando despertase, pues había dos galletas en el suelo que silenciosa hubo de recoger. Fue mi tío quien descubrió que el marchante de ganado acababa de cerrar su último trato.

No les diré que España no tenga remedio, pero nunca ha sabido poner en valor a sus marchantes y a sus acuerdos. Así estamos y estaremos, añorando el valor de la palabra dada, pero aunque os importe un bledo, los que conservamos la sangre de Andrés no os lo perdonaremos nunca. Ya sabemos cómo son las puertas del infierno.

Mi abuelo era marchante de ganado. Lo suyo eran las ovejas y los corderos, pero siempre entendió que mejor cabra que oveja. Malditos seáis, nos veremos en el averno.

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jueves, 5 de octubre de 2017

LA SANGRE DE LOS MÁRTIRES


La verdad es que siento tristeza. Una tristeza extraña, pues fruto de la desesperación, se me torna en rabia. ¡Cuán fácil es fiar el futuro a la ilusión vana!, según parece, la cosa es creer en algo, evitando que nadie nos diga que no sirve para nada. Aquí estoy, aquí estamos, espectadores de un desastre que empecinados, negamos.

¡España nos ataca!, se grita a mi lado. ¡Los golpistas catalanes han de ser castigados!, escucho un poco más apartado. Hideputas todos si no os echáis a un lado. Menesterosos de esperanza, nos la vais a robar a toda. ¿Quién creéis ser?, ¿cómo osáis hablar por todos?. Y ¡cuidado!, que aquí tajo parejo os rebano razones, sea cual sea la enseña que os cubre. La mía es la Democracia, en su más pura acepción. Lo que me ofrecéis como respuestas no son democráticas y sí, os lo afirmo yo. Se acabaron las templanzas, me habéis roto los puentes, y si queréis salvar algo, rescatad voluntades y mejor que apretéis los dientes.

Todo empezó de la peor manera y sigue con las mismas cañas, ignominia puesta en escena que no podía ser aceptada, ¿de veras creímos que los días 6 y 7 de septiembre eran el inicio de un viaje hacía un parnaso bañado por leche azucarada?. De eso nada, de eso nada. Lo que mal empieza mal acaba. ¿Qué España no ha estado ni está a la altura?, ¡pues claro!, ¿quién puede negar la cosa?. Nadie puede ni podrá olvidar la violencia del domingo pasado. Pero amigos o lo que me resultéis ser, la fuerza de la calle se diluye con el miedo a que los huérfanos crezcan  regados con la sangre de los padres ausentes. ¿Queremos mártires?, ¿apelamos a la épica que nos escriban una hermosa historia?. Vamos, ¡por favor!, regresemos a la calma y recordemos que reconvenir caminos, no es rendirse ni ante otros ni ante uno mismo.

Yo lo siento mucho, pero si hablamos de libertad, lo que ahora estamos viviendo no contiene ni un atisbo de la carga semántica del término. Primero por una razón inapelable, muchos no se sienten oprimidos y por eso no salen a la calle. Segundo, si el no saber les hace culpables por desconocimiento, no agitemos avisperos y sepamos explicarles. Cataluña está en la picota y por mucho que gritemos no avanzaremos más. Si se proclama una declaración Unilateral de Independencia, estaremos en guerra. La peor de todas las guerras, una guerra civil. No importa la intensidad que tenga. ¿No os preguntáis que sucede, por ejemplo,  en la Junta de Jefes de Estado Mayor?, ¿os suena facha y peligroso?. No os engañéis, en cascada ya bajan las órdenes a los acuartelamientos. En nombre de una Democracia enferma, se abrirán las puertas del averno y los patriotas que persiguen sueños empezarán a contar muertos. Por cierto, en nada exagero, pues el trasfondo de todo es económico y Europa –siento decirlo- mirará siempre a otro lado.  La deuda es lo primero, poderoso caballero es Don Dinero.

Me jode perder la mano de los Besteiros y encontrarme -desayunando en el bar- a Camus y a su teoría de lo absurdo, pero el muy cabrón es el único que dice verdades sin importarle quien escuche, y vamos,  lo hace con dos bemoles. En los últimos días me ha mirado al entrar en el local. Siempre de soslayo pero inquisitivo me buscaba la conversación y yo se la evitaba. Hoy no ha sido posible: sin esperar permiso, se ha sentado frente a mí y ha puesto en marcha un discurso que siendo trascendente, me ha asustado mucho más que mucho.

Él sabe que le leí y le leo, así que ha recogido lo más granado de su pensamiento y sobre la mesa lo ha dispuesto. Me ha dicho con voz atrancada que diga y persevere en decir que era mentira cuando le decían que eran necesarios unos muertos para llegar a un mundo donde no se mataría. Raspado y doliente, agobiado sin duda, se armó de voluntad y cogiéndome el brazo con fuerza, elevando la voz, me escupió la exigencia de que explique a todos que puede que lo que hacemos no traiga siempre la felicidad, pero si no hacemos nada, no habrá felicidad. ¿Qué es lo que propone que hagamos?, es sencillo: hablar y no parar de hablar. Siempre es mejor un mal acuerdo que una hermosa derrota. Sí, ya lo sé, demasiado lo estoy repitiendo, pero es que hay mucha gente interesadamente sorda.

De repente guardó silencio. Al bajar la mano con la que me asía el brazo, golpeó la taza de su café y se manchó la gabardina. Sonrió en una mueca que ya le conozco y dijo: no importa, tiene más lamparones, pero sigue protegiendo del frío y la lluvia. Nos quedamos allí, uno frente al otro, instalados en una calma incómoda y lloramos masculinamente serios. Se levantó sin avisar, fue a la barra y pagó su café y mi desayuno. Al salir, parándose en el quicio de la puerta dijo alto y claro que para la mayoría de los hombres la guerra es el fin de la soledad, pero que para él es la soledad infinita. Así acabó la mañana, así olisqueamos la próxima derrota.

Pensemos todos, sin faltar uno. Si esto sigue así y no se para la deriva, ya no importará quien es culpable o a quien la razón asista. Cuando tengamos el primer mártir, no lo dudéis insensatos, con ese mártir habremos muerto todos.

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miércoles, 4 de octubre de 2017

ROMA NO PAGA A TRAIDORES


Sabes que te aprecio amigo , pero, ¿cómo preguntas si el Rey puede mediar en el pandemonio en el que nos encontramos?. Precisamente por entender que  la Monarquía es una institución que tiene su razón de ser y existir en la propia Constitución, puedes darte tú mismo la respuesta.

Me dices que la situación que vivimos es  totalmente hipócrita, pues es falaz afirmar que este es un problema exclusivamente de España. Afirmas que el problema es de toda Europa, y que esta no puede permitir ni admitir una Unión Europea de mini-estados.  Me recuerdas  que en una estructura polarizada no podrían aplicarse con la misma facilidad las políticas neoliberales que definen el actual rumbo de Europa. Amargamente me apuntas que se deja todo en manos de España para frenar la disyuntiva entre las normas de un Estado de Derecho y la voluntad popular de los ciudadanos de Europa. También me dices que el tema odio, rollo nazi y eso de catalanes  de bien o malos, forma parte del argumento reaccionario. Vamos, afirmas que el trasfondo real es otro: el pecunio, es decir, el dinero, manda.

Oye, te doy absolutamente la razón, pero no como desearías que te la diera. ¿Crees que un nuevo estado implantaría sin demora un sistema socialdemócrata que nos llevaría a una eterna sociedad de bienestar?. Lo dudo, ¿te suena eso de la globalización?. Pero eso sí, podemos de hablar de sentimientos que nos la decoren aunque no nos arreglen nada. Yo no soy independentista, lo siento, ya lo sabes así que preferiría hablar de un estado que me reclamase impuestos para establecer servicios de calidad y educación, antes que de una patria escasamente definida que pudiese caer en la veleidad de reclamar que vierta la sangre por ella. No te molestes, comprendo todo y más, pero pudiendo elegir, prefiero un mal acuerdo que una hermosa y épica derrota: ya hubo una en 1714 y aquí seguimos. Eso sí, más mal que bien. Quiero recordarte en mi despreciable equidistancia que aquí estamos por la irresponsabilidad de unos gobiernos que viendo que perdían capacidad de latrocinio, no pudiendo dar pan nos prometieron bollos que pareciera no necesitan harina (me encanta la anécdota de Maria Antonieta, curioso personaje).

Nos conocemos desde siempre, así que hablaremos de los que quieras siempre y cuando nos respetemos (cosa que tú y yo hemos hecho hasta la fecha), pero la cosa está al límite. Sin lugar a dudas que llamaré al Rey, al entestado Gobierno de la Generalitat y al Papa de Roma si fuese necesario. Pues cualquier Institución, persona o cosa es útil en este momento. ¿Crees que una torticera Declaración Unilateral de Independencia arreglará algo?, te digo que no. Podemos hacer una exhaustivo listado  histórico de agravios pero la cosa –lo siento mucho-  es que así como estamos, vamos a una confrontación civil. ¿Realmente crees que no conozco perfectamente lo que es la deriva neoliberal ?. Mira la Unión Europea no puede encajar una segunda primavera de Pericles, pues la deuda española es superior al 100% de su PIB, that's all, ni más ni menos es la triste realidad. Lo que me sorprende, es que los indepes se entesten en tirar el carro por los pedregales, es algo incomprensible: ¿de verdad piensan qué no sucederá nada ?. 

Lo que se ganó "para la causa" se perderá con un movimiento en falso: una efímera independencia que correrá el riesgo de quedar como una amarga anécdota en los libros de historia. Se activará no ya el famoso 155, se activará el artículo 8 de la Constitución: aquel que arranca los motores de las máquinas del Ejército. Sí, no te extrañes, el ejército.  Si queremos no ver muertos en la calle, mejor será que los  que se fumaron la realidad del Parlamento de Catalunya, toquen de pies en el suelo y opten por correr a buscar interlocutores, ¿cuales?, ¡los que sean!. Así será más que probable que una agobiada e insolidaria Europa, auspicie una fórmula en base a una consulta, esta vez sí, con todos sus ingredientes correctos. Cataluña está sola en este viaje, dividida y pendiente de decidir incluso, que puñetas de República será. No es momento de sentimientos, es momento de cordura dentro del arrebato. ¿Te parece contradictorio?, pues a mí no. Oye, utilizad para llegar a acuerdos a los apestosos equidistantes entre los que me encuentro y así nadie se manchará las manos.

Mejor que hablemos. De no hacerlo, tendremos que convivir con la vergüenza de un desastre que nos dejará huérfanos. Por cierto, habiendo citado a una francesa a la que sajaron el cuello, permíteme que hable de otra dama que disfruta con los cadalsos. Cuando el pasado viernes, en el cierre de la campaña del referéndum, escuché a la Señora Mireia Boya de la CUP gritar a los Comunes como si estuviese proclamando una guerra, y decirles que había que tomar partido, que no entendiesen  el referéndum como una movilización, pues lo que se pretendía era proclamar  la independencia de Catalunya, ¿sinceramente?, me cagué. Algo me está chirriando, no perdono que en el movimiento hacia una supuesta y anhelada libertad, una diputada –supuestamente demócrata- advierta, de forma salvaje, que si no se proclama la secesión, "Roma no pagará a traidores". Dijo con mucha ligereza que los independentistas tenían memoria y que no les perdonarían nunca. ¿Sabes lo peor?, nadie le quitó el micro, nadie de entre los participantes en el acto le afeó semejante salvajada.

¿Qué con quién estoy?. Mira que os gusta a todos que os acompañemos por pelotas. Yo estoy con la jodida necesidad de dejarme de puñetas, de afear a todos los indepes y unionistas que no se sienten a hablar de una jodida vez. ¿Qué os pensáis?, a ver si os vais enterando, me va una higa en que se deba pactar y me va una higa quien lo pacte. Pero dejaos de proclamaciones unilaterales bajo la excusa de que la cosa es imparable. ¡Copón bendito!, ¿no nos llenamos la boca de que todo está por hacer y que todo es posible?. ¡Ah!, ¿me dices que sí?. Pues has de saber que esa es la misma apreciación que apunté en mi misiva a la zarzuela. ¿Qué el Rey no escucha?, ¡copón otra vez!, ¡pues escuchad vosotros!. Que con lo que se haga o deje de hacerse, nos la jugamos todos.

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miércoles, 27 de septiembre de 2017

TORMENTA Y CALMA


Ahí estábamos, perplejos frente al colegio electoral que habían precintado los mossos de esquadra que nos miraban con una mezcla de tristeza y rabia. También se acercó un sargento de la Policía Local y conversó con algunos de los presentes intentando apaciguar los ánimos. Poco éxito tuvo en su iniciativa, pero siendo vecino y guardia veterano, al menos se le escuchaba por tramos. Algunos de los frustrados votantes -los de mayor edad- le dijeron que no se preocupase, que estaban “fins els collons” (hasta los cojones), pero que no pasaría nada. Tan solo querían que alguna cámara de alguna tele o que los centenares de teléfonos móviles escampasen lo que sucedía en Cataluña por todo el orbe.

Se fue el municipal y todos seguimos conversando entre algunas henchidas proclamas. Yo me discutí con un par de amargados que me acusaban de cobarde por no haberme posicionado por el sí a la independencia y que sin duda –decían- estaba disfrutando con el fracaso. Digo que me discutí por ser prudente, la verdad es que estuve a un tris de liarme a puñetazos. Algunos amigos mediaron y nos separaron llevándonos a las esquinas de un figurado ring. Los muy imbéciles no sabían que los otros, aquellos a los que llamaban unionistas, decían de mí absolutamente lo mismo. No sé, eran malos tiempos para la lírica, ¿qué les voy a explicar que no sepan?.  En cualquier caso, les diré que no siento miedo ante situaciones difíciles y no me falta el valor para comprometerme en acciones peligrosas o que conlleven riesgo. Ya lo decía mi madre: “nenico, si no estás en una estás en otra”.

Lo que no esperaba, bueno, lo que no esperaba nadie, fue lo que sucedió cuando ya los ánimos templaban. Apareció un todo terreno de la Guardia Civil circulando a gran velocidad y fue a detenerse frente al morro del Seat León de los Mossos. Bajaron dos guardias aspectualmente muy jóvenes y frente al silencio expectante de la gente gritaron: “¡dejen de acosar a la policía o aténganse a las consecuencias!. Miren ustedes, cuanto menos la amenaza sonó vacía, pues ni los policías autonómicos estaban acosados, ni ninguno de los que estábamos discutiendo acaloradamente les prestábamos la más mínima atención. Bueno, no es cierto, una señora les regaló unos claveles y ellos -correspondiendo al delicado presente-  se los colgaron en el cinto.

Cierto, disculpen, regreso a la Guardia Civil. Nada, el que parecía mayor de los dos era un cabo y parecía disfrutar escuchándose. Repitió aquello de las consecuencias un par de veces más y aquella supuesta turba de vecinos perplejos, rompió a aplaudir. Imaginen, los dos dignos representantes de la Benemérita se quedaron a cuadros. Imagino que no podían entender que en lugar de piedras, la gente les lanzase aplausos. No sé, tuvo gracia la cosa. Me acerqué a su vehículo y oí como el guardia le decía al cabo: “copón bendito, ¿pero esto que pijo es?. Ahí vine a darme cuenta de que el muchacho era, sin lugar a dudas, de algún lugar entre Mazarrón y Torre Pacheco. Vamos, que era murciano y concretamente del campo de Cartagena.

Largándole la mano y con la mejor de mis sonrisas (créanme que totalmente sincera) le dije: “¡acho!, no seáis atravesaos y sepas que podéis hablar abonico que toda esta gente no es sorda y para mí que no dais pie con bola”. Me miró ojiplático y oigan, me dio la mano. Se la encajé con ganas y no perdí la oportunidad de expresarle lo contento que estaba de encontrarme con un paisano. Los guardias se miraron y tras ello, clavaron la vista en mi: “oiga, ¿usted venía a votar?. Contesté que claro, pero que pretendía votar en contra, es decir, no. Volvieron a mirarse y perseveraron: pero…, esto es ilegal. ¿Lo sabe usted?. Me puse paciente para decirles que claro que lo sabía, que este referéndum no tenía ninguna garantía, pero que la cosa era otra. La cosa era que teníamos un problema, que el Estado no podía mirar a otro lado cuando tantas personas deseaban marcharse de mi amada España, que hacía tiempo que debíamos haber cambiado las cosas para que todo y todos encajasen en un país fuerte y orgulloso de su pluralidad. Eso significaba mí no, pues si los indepes se habían fumado la legalidad, el Gobierno, en su cerrazón, se había cargado el estado de derecho. Les dije que un sistema basado en la corrupción, manifiestamente, no podría reflotar a la piel de toro. Vamos, que mí no pretendía ser un minúsculo heraldo de un cambio en nuestro país y que los del sí –bien o mal guiados- creían haber encontrado la fórmula para acabar con el latrocionio.

Realmente no sé si me entendieron o mejor dicho si supe hacerme entender, pero ya envueltos por un montón de gente, que intrigada, seguía la conversación, el cabo me preguntó: ¿usted es murciano?. ¡Pa que más!, le dije expliqué que nací en Barcelona casi por casualidad, que era hijo de cartagenero y fuentealamera (Fuente Álamo es otro pueblo del campo de Cartagena) y que tenía un pie en Murcia y otro en Cataluña. Ambos asentían y ya un pelo relajados, empezaron a preguntar y preguntar: ¿es que ustedes no se sienten libres?, ¿es verdad que aquí obligan a hablar el catalán por cojones?, ¿es verdad que aleccionan a los críos como  los nazis?, nos dicen que los políticos españoles han pedido escolta para ellos y sus familias ¿es cierto?.

Imaginarán que mucha pregunta era, pero como les apuntaba, un montón de personas se avino a dar cumplida respuesta, eso sí, un poco atropelladamente. Uno de nuestros vecinos, Pracons, que es grande como un San Pablo, puso orden y en un santiamén, más de doscientas personas, parecíamos el público del programa “Tengo una pregunta para usted”. ¿Saben?, en mi tierra, decimos que tenemos una papeleta cuando algo es un embrollo pero yendo la cosa de votar y no poder hacerlo, la confraternización con los civiles valió –también como decimos allí- más que muncho. Ahora, echando la vista atrás, me viene una sonrisa a la boca pues pienso en cómo nos debió ver el dron que nos sobrevolaba en aquel momento: gentes vestidas de blanco y ociosos, con dos mossos de esquadra despistaos y dos guardias civiles petant la xerrada, vamos, conversando.

Miren ustedes que el mundo es pequeño. Resultó que el guardia joven era primo segundo por parte de padre de Pedro, el hijo de mi prima hermana Isabel. Es algo que hacemos siempre en Cartagena, olisquearnos para obtener respuesta a aquello de y tú, ¿de quién eres?. Un año y pico después coincidimos en la boda de Lucía, la hermana de Pedro. No se imaginan la pechá a reír que nos pegamos recordando el embrollo del 2017. A veces, mal que nos pese, solo el sacudir el avispero nos obliga a correr hacía las soluciones. Así fue entonces, acabamos por modificar la Constitución y con algunos o bastantes dimes y diretes, volvió la calma tras la tormenta.

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domingo, 24 de septiembre de 2017

LA PATAFÍSICA DE LOS HECHOS DE OCTUBRE


Los pueblos felices no tienen historia. Raymond Queneau

Queneau, miembro del Colegio de la Patafísica (lo que está alrededor de lo que está más allá de la física) nos explica que la misma es la  ciencia que regula las excepciones. Junto a sus compañeros de escuela, estableció que se trata de una ciencia de soluciones imaginarias. Vamos, que no puede establecerse relación entre lo particular y  el interés general y que se rechaza cualquier generalidad o universalidad. En resumen, la patafísica no puede ser teorizada en base a sus contenidos: es la patafísica la que especula sobre las particularidades.

Habrán de perdonarme, pero lo que ahora estamos sufriendo en Catalunya y España – tanto monta Isabel como Fernando- es, no lo duden, un caso práctico de patafísica de medio pelo. Aquí todo quisque se ha hecho traer la realidad a su fragua y ha forjado la realidad que le ha dado la gana. Eso sí, estamos a las puertas del décimo mes del calendario. La cosa me lleva a pensar que estamos a dos minutos de reproducir lo que la historia de nuestro Siglo XX denominó los Hechos de Octubre de 1934: la proclamación de la República Catalana y la posterior represión de lo que se consideró un acto de guerra contra la República Española por parte de la Generalitat de Catalunya.

Les ruego que no se sorprendan, somos un pueblo dado a reeditar los problemas. No lo duden, me jode sobremanera ver paralelismos entre situaciones separadas por 84 años. Es muy molesto, pero me gustaría que algún estadista nos hiciese el puñetero favor de entender que conocer el pasado habrá de sernos útil en el presente. Aquel lejano momento, en mitad de nuestro escaso sueño republicano, debería poner luz a nuestro actual atribulamiento. La España de entonces era plural en caracteres pero estos, tras centurias, seguían sin cohesionarse. Ni más ni menos que como ahora. La Segunda República debió atender demasiados frentes en lo social y lo económico, así que la cosa de las naciones y sus identidades era a todas luces relevante,  pero no un asunto vital. Eso sí, el país que teníamos entonces cargaba ideología en cada amanecer: política que con diferentes registros e intereses, buscaba soluciones. Eso no sucede hoy. Ahora gestionamos otras cosas y lo único paralelo al pasado es reconocer las mismas consecuencias de nuestras incapacidades.

La proclamación de la República Catalana parió un Estado Catalán que duró una sola jornada. Proclamada el seis de octubre, fue sometida el día siete. El Gobierno de Lluís Companys fue apresado, también muchos parlamentarios, y junto a los Mossos de Escuadra fieles a la Generalitat, acabaron encarcelados en un barco prisión en el puerto de Barcelona. Receta vieja y harto eficaz, los cañones en la Plaza de Sant Jaume y los legionarios salvaron a España del separatismo. Diferente pero igual, nuestro próximo octubre se nos estrenará con un estado de excepción last edition pero que también contempla –como antaño- barcos en el puerto de la Ciudad Condal. Ahora sirven de alojamiento a las fuerzas policiales que han venido de toda España para salvarnos. ¿Saben?, no puedo evitar pensar en que puedan tener otros usos.

Este pandemonio que ahora nos vemos obligados a vivir, no es ideológico. No es algo basado en confrontaciones sobre modelos sociales, se trata del final de una huida hacia delante de unos representantes políticos que, habiendo hecho de la Democracia un latrocinio, han llevado a la ciudadanía a pensar con el corazón cuando más necesitaba el cerebro. No somos un pueblo feliz, es cierto, pero no es tan solo debido a la propia naturaleza del hombre: cuando la economía iba a toda vela, la identidad  habitaba en la matriculación de automóviles y la concesión de hipotecas. Se acabó la fiesta y buscamos la fe que perdimos por culpa del vellocino de oro. Los sacerdotes electos vieron que una masa díscola necesitaba fijar su frustración y rabia de algún modo. Así los antiguos socios políticos se tornaron antagonistas para culpando a otros, justificar el propio fracaso.

Miren, yo no soy independentista, soy de esos equidistantes federalistas de tufo repugnante, pero he de apuntarles una verdad que no podrán contestarme: el movimiento secesionista se ha fumado la legalidad, pero el gobierno de Madrid se ha cargado el Estado de Derecho. Es lo que hay, mi España se ha roto y ahora ya no se trata de independencia sí o no. Ahora se trata de Democracia sí o no. ¿Lo ven?, a vueltas con la patafísica, Madrid y Barcelona se han inventado sus particularidades y nos han dado una maravillosa dicotomía en la que eligiendo bien, unos y otros afirman que seremos felices para siempre jamás.

Malditos hijos de mala madre. Incapaces de sentar el culo y negociar a favor de los que dicen representar, nos harán repetir historias para constatar lo infelices que somos. Eso sí, en los últimos días he visto y oído como se apelaba a la violencia y se recordaba a algunos políticos que su lugar era una zanja en una cuneta. Esos gritos escaparon de gargantas que se declaran como defensoras de España. Yo soy español viejo y catalán a todas luces, no se permitan dudarlo, pero como decía hasta la saciedad mi amado y añorado Leonardo,  a veces uno sabe de qué lado estar, simplemente viendo quiénes están del otro lado.

Defendí y defiendo el espíritu de los imperfectos constitucionalistas de Cádiz, de los torpes visionarios de la Primera República y de los arquitectos del hermoso sueño de la Segunda: la esperanza por la que lucharon nuestros abuelos. Pero hoy me revelo ante mis esperanzas y niego –remitiéndome a los hechos- que el camino recorrido haya servido de algo. Uno puede cultivar la fe, pero mi Patria ha secado sus ubres y nos condena a la inanición democrática. Hoy, como un itinerante peripatético, me recojo como patafísico y me agarro del brazo del insigne Ortega y Gasset. Cuando el gran impulsor de la caída de la monarquía de Alfonso XIII, observó que el proceso constituyente republicano escondía pecados que enterraban sus virtudes, proclamó a los cuatro vientos “la República no es  esto, no esto”.

Así vivo este amargo momento. Donde Ortega dijo “estos republicanos no son la República”, yo afirmo que quienes gobiernan el estado no son verdaderos españoles, son traidores rentistas que ofenden todo lo que de honorable tiene mí país. Nunca imaginé vivir este fracaso y así deben saber que, ayudado por Federico García Lorca, les afirmo que estoy más cerca y me siento más hermano del chino bueno que del español malo.

Hoy, a mi espalda, me leen mientras escribo. Me han preguntado si me doy cuenta de que ya formo parte de eso que llaman “el problema catalán”. Les soy sincero, nunca lo hubiese imaginado, pero ¿qué puedo decirles?, es lo que tiene contaminarse con Queneau.

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