lunes, 29 de mayo de 2017

AQUÍ LA CONSTITUCIÓN, AQUÍ UNOS AMIGOS.


Yo soy un equidistante, yo soy un pontonero, yo deseo terceras vías y por ello, muy gustosamente, habré de pagar un precio. La Real Academia de la Lengua define equidistancia  como la igualdad de distancia entre varios puntos objetos, pero la realidad es que equidistancia es sinónimo de centrado aunque la política española prefiera equipararla –ya verán como- al término paralelo.

Así nos ha ido y va la cosa, una crisis económica, ausencia de respuestas a la misma y salidas hacia adelante para despistar la gravedad de la realidad. Ha sido útil el conflicto territorial, ha sido increíblemente sencillo –gracias al mismo- aparcar la corrupción y la inoperancia de los gobiernos, fuesen estos del estado, de las autonomías o de los municipios. En definitiva y si se me permite el símil, los piratas han puesto sus navíos en paralelo al enemigo y a pesar de parecer amenazar con toda su artillería, lo que verdaderamente hacían era ir achicando el agua que amenazaba con hundirles. Falsas batallas hemos presenciado para que los padres del latrocinio protegiesen el botín. Ganando tiempo, los filibusteros han arrasado las costas y nos han empujado tierra adentro, alejándonos de la posibilidad de combatirles.

Bien, me dicen los que defienden la unidad de España que Cataluña miente al plantear que su futuro será mejor de ser independiente. Yo, como español, aún espero a un estadista (no a un mindundi  que defiende a los cacos) que se presente en rueda de prensa no virtual ante la opinión pública y explique, hasta el más nimio detalle, cual es la realidad de la relación económica España-Cataluña. ¿Tanto cuesta apabullar al contrario con datos concretos?, uno piensa que no. De hecho, los tontos de mis padres me enseñaron que la verdad solo tiene un camino y que los datos no tienen amo. Miren, la presencia esta semana pasada de Mariano Rajoy en el Círculo de Economía de Barcelona, abona mi tesis y me empuja hoy a acercarme a ustedes. El tipo es como tantos en la historia de nuestro país, es un mercader de glorias pasadas y fabricante de mentiras que dan réditos a los que exprimen a la ciudadanía en su beneficio.

¿Pues no va todo un Presidente del Gobierno de España y muy ufano afirma que se acabó la equidistancia?. ¡Por todos los Santos!, ¡pues venga!, ¡pues vale!, vamos a liarla parda y oiga, de algo nos ha de servir un ejército bien engrasado. No puedo racionalizar que un gobierno no sea capaz de entender que gobierna para todos, incluso y sobre todo para la ciudadanía díscola. Es imposible imaginar (aunque haya sucedido) que ante la razonable petición del empresariado catalán de buscar propuestas que auspicien vías razonables y calmas, que no plantean la secesión, el Presidente de mi país diga que nones, que aquí la Constitución y aquí unos amigos.

Es un asco leer, aprender y por tanto guardar en la memoria. No sé qué leches  nos pasa, no sé qué puñetas hemos creído que éramos, pero llevamos cagándola hace siglos en los momentos importantes. Flandes resultó un desastre por una cabezonería que nada tenía que ver con la economía del Imperio, el Caribe y el Pacífico se perdieron por no saber ver que una maniobra a tiempo nos hubiese mantenido los puertos abiertos y más recientemente, lo poco que conservábamos en África se perdió por entestarnos en estar ciegos. ¿Qué Cataluña no es lo mismo?, sí es lo mismo. Por mucho que hablemos de territorio patrio, los supuestos patriotas joderán la piel de toro una vez más. ¿No lo vemos?, nadie habla de España. Los que gobiernan hablan de “su España” y la verdad, no es la mía. ¿Saben?, fuimos un imperio que se mantuvo incólume más de tres siglos, pero eso se logró con el ímpetu de una población que al margen de sus reyes y gobernantes, ante los problemas, apretaron los dientes.

Me asquea lo bien que ha ido coser banderas en lugar de velámenes para nuevos barcos, somos tan sinvergüenzas que hemos pervertido al ilustre Méndez Núñez. Ahora, los más indignos navegantes se afanan en subirse a la frase y hacer propio aquello de que más vale honra sin barcos que barcos sin honra. Malditos bastardos todos los  que me dicen defender España y no son capaces de llamar a las cosas por su nombre. No sé demasiado bien si existirá mejor forma de describir nuestra historia, pero una vez más me traigo del brazo a Miguel de Unamuno y proclamo lo mismo que dijo el profesor en el paraninfo de la Universidad de Salamanca: venceréis pero no convenceréis. No sé, comulgo con la idea que los logros que no se consiguen por el convencimiento, lejos de perdurar, son embrión de futuros conflictos.

Estoy cansado de veras, me he desgañitado preguntando a los independentistas que soluciones guardan en la manga para crear esa nueva república de la que me hablan. Doy fe de que creen en la misma, pero esa la cuestión, entiendo que hacen acto de fe y dedican sus oraciones a que les salga bien. ¿Dirán que están locos?, pues no se engañen, podríamos decir lo mismo de los gobernantes españoles que se blindan en la legalidad vigente, se inhiben de salir a la palestra con verdades como puños y así tapar bocas. Es asunto sencillo, si el cántaro se rompe, probablemente a Cataluña le irá de puñetera pena, pero no olvidemos que una situación límite podrá afectar a España en un 20% de su PIB. Pocas bromas, toca remangarse, callar y empezar a hacer. Puñeta que uno es español viejo, también  catalán a todas luces y algo sabré de lo que pasa en mi tierra.

Es un hartazgo lo que vivimos, las gentes se desesperan, necesitan respuestas y como estas no pueden darse, se les azuza contra los que dicen estar frente a ellos. Ya hablamos de enemigos y sepan que hablar del enemigo demuestra que alguien ha decidido que los muertos lo explican y lo callan todo. ¿El Gobierno español quiere posiciones fuertes?, pues debe empezar a mostrar la suya. Alguien deberá advertir a Mariano Rajoy que obras  son amores y no buenas razones. Viene al caso poner atención en la ampliación del convenio económico con el País Vasco y preguntar a quién corresponda que provoca que no pueda llevarse al pragmatismo lo que en el Barrio de Salamanca denominan el “problema catalán”. No hay duda, los cuatro mil millones que amplían la faltriquera de la Hacienda Vasca están muy bien pagados. Dan aire a una realidad mafiosa que necesita ampliar su margen para salvar el honor mintiendo.

Anoche me fui a la cama con la constatación de que la ultraderecha amenazó a un alcalde levantino que cumple la ley de memoria histórica. En el mismo pueblo en el que se dio la amenaza, algunos vecinos acusaban al alcalde de rojo y de defender a los comunistas que mataron a no sé quién. Yo veo en el amargo incidente la realidad de toda España y me asusta de veras intuir que  los hijos de puta que nos ultrajan y roban, una vez más, no tendrán empacho en rellenar las cunetas de las carreteras patrias. Si se escapa un tiro en cualquier comarca de Cataluña y se contabiliza el primer muerto, se perderá otra vez Flandes y el hermoso sueño de un futuro común se esfumará como sucedió otras tantas veces.

¡Viva España y viva el vino!

POLITICA ES MORAL 

viernes, 26 de mayo de 2017

ENTRE NOSOTROS


Empezaré por pedir disculpas. Han de saber que desearía no reconocer en mi pasado ni en mi presente antagonismo contra nada o nadie, pero he de reconocerles que mentiría. Hay motivos para una amargura que hace volar por los aires los puentes que construyo y sé, que de mi más profunda humanidad –como una ponzoña- hoy surge la irracionalidad que clama sajar y batir.

Miren, he tenido una vida plena y llena de matices. Puedo afirmar que las asimetrías y las diferencias me ayudaron a perseverar en la idea de que el entendimiento es la única fórmula de futuro para una sociedad, pero también aprendí que de buenas intenciones, los cementerios están llenos. Como bien indicó Jean-Baptiste Poquelin, no es solamente por lo que hacemos, sino también por lo que no hacemos, que somos responsables de lo que suceda en nuestro entorno. Molière viene al caso y me resulta útil, pues apelando a su obra “El enfermo imaginario”, les digo que andamos mirándonos el ombligo en males que no lo son y dejamos de lado  los remedios que deberían facilitarnos una verdadera calidad de vida.

Somos hipocondríacos con lo insustancial pero descuidados con las plagas que nos empecinamos por ver lejos. Creemos en aquello de que nunca habrán de llegarnos las pestilencias de otras tierras y no queremos ver que la sociedad en red, hace ya mucho tiempo que hizo desaparecer las fronteras. En definitiva, estamos inmersos en una guerra que deseamos silenciar pero que en realidad, se cobra demasiadas bajas. No corresponde recurrir a los galenos que prescriban ungüentos y cataplasmas, es tiempo de expeditivos cirujanos y de dejarnos de cuentos.

Desgastado por una realidad que no entiendo, me entesto en abonar la tesis de los sentimientos y el respeto a los derechos humanos, pero no quiero engañar a nadie, cada vez me resulta más difícil tender la mano y aceptar explicaciones a lo que ya es inexplicable. Creo que enfermizamente me autoengaño y me niego el propio fracaso, pero la verdad es que cuando me miro al espejo, me sé derrotado. No habrá vuelta atrás, no debe ni puede haberla, pues  lo políticamente correcto, la fatua voluntad de contentar a todo el mundo, nos segará la hierba bajo los pies. Quedan ya los puentes muy lejanos y siento dolor por no  desear cruzarlos.  El Islam es suprematista y no aceptará más que una manera de relacionarse, una sola dirección, imponer su verdad y someter todo aquello que se signifique para ponerla en cuestión.

En el pasado he encajado con templanza y cierto sentimiento de culpa, las valoraciones que condenaban a Occidente por su etnocentrismo, he querido conocer y abonar la tesis de la soberbia de la tradición judeo-cristiana y su supuesto rechazo al mundo musulmán, pero ya basta, hasta aquí. Nunca vi diferencias entre un atentado en territorio europeo, africano o asiático y siempre ponderé lo salvaje e inútil de los mismos. ¿Somos culpables?,¿debemos guardar silencio frente a un peligro cierto?, no, ni por asomo nos lo podemos permitir. La mal llamada diferenciación cultural no justifica nada, pues frente a nosotros se yergue un leviatán de mil cabezas que no reconoce fronteras y cuyo cerebro desdibuja la individualidad y construye la idea de la umma. Sí, el concepto describe una realidad supranacional que hace, de los musulmanes, ciudadanos autentificados por su fe y no por la legalidad de los países en los que residen, trabajan y paren sus progenies.

La población musulmana guarda silencio y con el mismo pareciera justificar la violencia como una consecuencia natural de nuestra degradación, pero es curioso que persevere en seguir medrando en un mundo indigno a sus ojos. Si tan malnacidos somos,  ¿qué hace que no pongan los pies en polvorosa?. Sin duda el acomodo es positivo, pero algo malsano sucede, pues hasta terceras generaciones de musulmanes siguen sin sentirse parte de aquellos países de los que tienen nacionalidad. Es un dato objetivo, los terroristas que actúan en Europa, son nacidos en el continente. Así pues, existe una quinta columna que actúa entre nosotros. Lo comentaba antes, la enfermedad no está lejos, contamina nuestra cotidiana realidad y corresponde reaccionar.

¿Saben?, sé que el pasado está lleno de agravios y que el presente sigue siendo injusto. Aborrezco la hipocresía de las cancillerías occidentales en sus falsos discursos mientras comercian con estados islámicos que niegan la dignidad a la mujer y hacen del dogma de fe la norma social, pero reflexionar en ese sentido no inhabilita hacerlo en otro. Si yo hubiese ido a recoger a mi hija a la salida de un concierto y un terrorista suicida residente en mí ciudad, en nombre de Alá, le hubiese arrancado la vida, toda respuesta violenta me hubiese parecido poca. ¿Qué piensan nuestros compatriotas musulmanes tras un atentado?, ¿qué piensan realmente?, creo que muchos callan y consienten, pues en su propia fe encuentran justificaciones para que muera gente.

Un hartazgo me resulta ver a los falsos progresistas hablar del esfuerzo de las mujeres musulmanas por romper las tradiciones de su cultura. Gentes débiles me resultan cuando entienden que una mujer, en pleno siglo XXI, deba luchar por liberarse. Me siento ofendido, agredido y maltratado, no por un grupo social que condena mi fe o mi forma de vida, me siento traicionado por unos gobernantes que niegan el problema de nuestro tiempo y se entestan en mirar a otro lado. Creo que mis compatriotas, mis vecinos, mis hermanos que comulgan en el Islam callan y seguirán callando. Creo que no comparten nuestro dolor y por el contrario, exigen que bajemos la cabeza y renunciemos a una legalidad que nos ha costado cinco siglos conseguir y que hemos abonado con millones de muertos.

Lo siento, estamos en guerra y el enemigo está entre nosotros.

POLITICA ES MORAL

martes, 23 de mayo de 2017

SÍSIFO Y EL HOMBRE REBELDE


Bien está lo que bien acaba si el acabar es un principio, en ese punto está el Partido Socialista Obrero Español y no hay que darle mucha vuelta a la cuestión. O se entiende que las primarias de ayer marcan  el año cero, o perseverar en las glorias del pasado acabará en la extinción de una de las organizaciones políticas más necesarias para España.

No veo yo a Pedro Sánchez muy cargado de razones de gobierno que hubiesen de facilitar un tranquilo navegar, es cierto, pero también he de afirmar que ha sabido ser coherente y ahí corresponde otorgarle el mérito. Los pesos pesados del socialismo español, apoyados en una gran masa social cargada de ilusión que creyó sus mentiras, han sido buhoneros incorporados a las élites extractivas de las que decían defender al pueblo.  Las diferentes ejecutivas del PSOE y sus representantes autonómicos, se han pasado decenios  en constante conflicto por mantener el estatus al margen del interés de sus votantes. La derivada es conocida por todos: se abandonó la idea de una izquierda de progreso  y la derecha más conservadora e involucionista pudo crecer en su electorado sin encontrar resistencia.

En la previa de las elecciones municipales de 2015, en las que tuve el atrevimiento de postularme, pude observar que el socialismo parecía un personaje bipolar e histriónico que un día  era federalista, otro tradicionalista, otro nacionalista y si se daba la necesidad, revolucionario de arma en mano. En resumen, la magra ideología que atesoraban las siglas, hubo de verse sustituida por la estrategia dirigida a mantener cuota electoral a cualquier precio. El miedo, el arma que tan bien definió José Luís Sampedro, llevó al socialismo a una nueva concepción de su realidad: se llegó al socialisto. Se pretendía mantener la gallardía de otro tiempo, pero perdidas las razones, quedó la picardía como único argumento. No en balde, el PSOE se sabía parte del latrocinio hispano y por tanto no podía apelar a las masas para cambiar el país. El hacer planteamientos directos para poner límite a la corrupción del Partido Popular, hubiese dejado al aire las vergüenzas propias y eso, nadie lo duda, no podía permitírselo. 

Miren, esto ya es viejo, la ejecutiva que ha resultado de las primarias no ha de quedarse en la personalidad o donaire del Secretario General. Hartazgo es repetir que el gran desafío del PSOE es recuperar el control de la situación en sus reinos de taifas y establecer una estructura de poder que pueda dirigir de forma eficaz y eficiente el asalto, no al poder, sino a la pretérita confianza de la gente. Insisto, es cansino repetir las cosas, pero atendiendo a que la realidad se impuso del peor modo y permitió ver lo insustancial del estómago socialista, toca otra vez recordar a los responsables del nuevo momento, que corresponde luchar –sin populismos- por la justicia social basada en la sociedad del bienestar.

El mérito de Pedro Sánchez es haber demostrado que las bases son la verdadera sabia del partido. En torno a esa idea se han significado antiguos silencios que ahora son voces que hablan alto: corresponde abandonar el disimulo, llamar a las cosas por su nombre y retomar la decencia como el arma más liberadora y mortífera. Todo lo sucedido hasta el momento ha sido consecuencia de que los barones, factótums o  llámenles como quieran, sentían como se les apretaba la soga que tenían al cuello y deseaban, a toda costa, salvarse.

Escucho y leo hoy valoraciones que hacen imaginar una nueva guerra civil atizada por los antropófagos podemitas y los diablos cujuelos nacionalistas, pero en lugar de tanto llamar a somatén para salvar España, quizás deberíamos entender que solo será posible esa salvación, si por encima de la ideología, ponemos la integridad. Eso se consiguió, ciertamente de forma embrionaria, hace dos días con las primarias socialistas. Podemos y Ciudadanos son el mejor síntoma de la propia realidad del PSOE y ha de explicar que la pérdida de contenido e ideología, hizo que estas formaciones, demasiadas veces vacías de programa, pescasen en las aguas socialdemócratas.

En toda ciudad y pueblo deberán abandonar sus puestos los que dicen defender el Socialismo del pasado. No son ya adalides de otra causa que no sea la suya propia, son políticos profesionales que durante demasiado tiempo mordieron la mano de su amo, me refiero al ciudadano. ¿Saben?, yo ya no pienso ni en la posibilidad de ganar elecciones, creo que toca devolver la dignidad a la labor política y demostrar que el progresismo es la vía y que por mucho que se elucubre,  no queda otra. Toca abandonar el miedo que antes apuntaba y mirar a la izquierda en general, abandonar el navegar errático y los pactos como opción de supervivencia de la cúpula y centrarse en la ineludible labor de limpiar la corrupción en el partido, las instituciones y regenerar la Democracia en España.

Saben que duermo y sueño muchas veces a la sombra de Albert Camus y hoy me doy en ello otra vez.  Toca ver a la serpiente en el despertar de los nuevos totalitarismos ideológicos, entender que tanto derecha como izquierda deben obligarse a un constructivo  diálogo, pero que en ese diálogo, la izquierda y las posiciones del PSOE deben dar sentido a la rebeldía evitando el nihilismo y demostrando la existencia de alternativas viables. 

En las primarias del domingo, uno recordó que hay que negar el mito de Sísifo y afirmar que la esperanza existe si el hombre rebelde se entesta en creer en ella. La posición de Pedro Sánchez no está desprotegida, los enemigos de su victoria parecen explicarla.

POLITICA ES MORAL

miércoles, 17 de mayo de 2017

LA PUTA MILI


Muchas formas hay de acometer eso del servicio militar, lo que popularmente conocemos como mili. La más visible es la que apela a aquello tan decimonónico de servir a la patria, honrar las tradiciones y proteger el territorio de los enemigos. En cualquier caso, uno de forma aviesa prefiere cargarse la idea primigenia y tirar por caminos más tortuosos aunque el recorrerlos nos dañe los pies un poco. Les invito a una marcha forzada hasta un acuartelamiento que se abandonó hace ya mucho tiempo: el sentido de la corresponsabilidad.

Uno camina con objetivo pero en ocasiones, también disfruta con aquello de deambular sin más destino que ver, oír y callar. En ese estar sin pretensiones es cuando aprendemos más, pues la supuesta pérdida de tiempo, nos hace ganar la verdadera realidad. Esta sociedad se ha desprendido de todo aquello que suponga esfuerzo, ha alargado la adolescencia hasta la madurez y ha conseguido que los supuestos adultos no sirvan para enseñar nada que no sea la gran obra teórica y práctica del hedonismo. En resumen, nuestro presente conjuga la primera persona del plural con un yo y no con un nosotros. ¿Imaginan el motivo?, ¿no?, pues es muy sencillo, nuestro país ha diluido los ritos iniciáticos y dotando de igual valor  la percepción de niños y adultos, ha dinamitado las etapas que cualquier ser humano ha de menester para madurar y convertirse en un elemento colaborante y por tanto valioso para el cuerpo social y el futuro del mismo.

Creemos educar a nuestros hijos, pero en realidad les sobreprotegemos y tan solo les aportamos conocimientos. Pretendemos que nunca sufran frustraciones, que no se sientan agraviados, les deseamos mansos y bajo control, les hacemos ver que no han de preocuparse por nada, que no es necesario competir, que siempre estará todo bien. Les convencemos sin palabras de que su calidad de vida no variará y que tienen derecho a ser felices. Les asalvajamos en su corrección formal, pues lo que observamos a simple vista, en realidad, está enfermo. ¿No han visto nunca a menores ordenar a sus padres que ha de comprarse en un supermercado o en unos grandes almacenes?, estoy convencido de que sí han tenido esa experiencia. También les diré, que muy probablemente, este ser impertinente les ha puesto un espejo frente a la cara. Les ruego me perdonen…

Miren, yo necesito recogerme cuando la tormenta arrecia, por ello construyo diques con los libros y así, mejor o peor, me salvo el cuello y doy razones a quienes me preguntan. Existen escritores que escribiendo supuestamente ciencia-ficción, nos patean los bemoles y nos ponen en nuestro sitio. Viene hoy al pelo de un calvo el insigne Herbert George Wells, el conocido autor de La Guerra de los Mundos y una lapidaria reflexión que le pertenece: hay verdades en las que se tiene que crecer. Poco podría uno añadir, pero para quien quiera dejar de pensar que Wells era críptico, les diré que hay que acercarse a la realidad cruda, a la vida en definitiva y sufrirla y disfrutarla en igual medida. Un ciudadano no nace en una arcadia, un ciudadano nace en un mundo imperfecto y su crecer debe llevar emparejado el esfuerzo de entenderlo.

Necesitamos recuperar los ritos, las vitales fronteras internas que nos hacen visualizar nuestra progresiva capacitación y las derivadas de nuestros actos en nuestro entorno. Como bien indica mi amigo Miguel, necesitamos momentos en la vida que nos ayuden a ser independientes, al cabo, personas con criterio propio en mitad del caos y también inmersos en la más kafkiana disciplina. No imaginen que apelo a un servicio castrense y carente de más sentido que la obediencia ciega sobre preceptos muchas veces incongruentes, lo que intento indicar es que debemos recuperar espacios comunes en los que nos reconozcamos de forma absoluta y dejemos de  mirarnos el propio ombligo y empecemos a mirar a los demás a los ojos.

No diré que mi periodo militar fuese muy normal, pero tampoco viene al caso explicar las tradicionales batallitas que todos los viejunos tenemos, pero si hay un aspecto que deseo resaltar: en la mili entendí las asimetrías de mi país y si no había madurado bastante, con 19 años entendí que el mundo era muy grande, que mi casa era una anécdota y que debía valorar lo que mis padres me habían dado. Conocí a jóvenes de familia adinerada y también pobres de solemnidad, muchachos que se habían incorporado al servicio con una novia embarazada, soldados que buscaban fórmulas para escapar de aquella obligación por necesitar sus familias perentoriamente su sueldo, yonkis que tal como llegaban a destino eran enviados al Hospital Militar para desengancharlos de la droga y chavales que no habían estudiado y que a mitad de los años ochenta del siglo pasado tan solo sabían escribir su nombre. En definitiva, me sumergí en la muestra viva más amplia de lo que era España que jamás había visto.

Regreso con la mula al trigo y les afirmo que los ritos nos abren puertas al tiempo que nos ayudan a cerrar otras, pues marcar puntos de inflexión nos permite reconocer el propio progreso y empoderarnos de forma positiva. No contemplar las necesarias etapas de un viaje vital, nos aboca al marasmo insustancial y rentista. Nuestros jóvenes y nosotros los adultos- como mentores de los mismos- hemos de retomar la idea de que nuestras libertades son hijas de nuestras comunes obligaciones.  Reconocer la necesidad de los ritos es útil y tiene una base tradicional en su acepción más positiva: existen aspectos objetivamente de progreso en una sociedad. Hemos de hacerlos visibles y enseñar que compartir tareas con los demás es lo que mejor construye el propio carácter. De ahí la necesidad de una mili que no tendrá porqué armarse con fusiles y artillería, será suficiente con llevar a la joven ciudadanía a comprometerse en servicios visiblemente necesarios y que les alejen de la cómoda realidad de sus familias. Podrán preguntar por aquellos que no disfruten de esa comodidad y deberé apuntar que también los que estén en riesgo verán, en mancomunar esfuerzos, el compromiso de un Estado por acompañarles en el logro de un mejor futuro.

Toca replantear el modelo de sociedad, debemos dotar de carácter a nuestras nuevas generaciones y si entendemos que no es el Ejército la institución adecuada, habrán de crearse periodos de servicio para mujeres y hombres en aquellos lugares en los que las necesidades atendidas doten a los que presten servicio de trascendencia ante ellos mismos. Miren, el servicio desinteresado y alejado de los algodones pone a las personas en relación directa con algo que supera su individualidad y facilita el sumar personas y no gentes.

Hemos de redefinir el servicio militar como servicio generacional y llevar la idea a la consciencia y a la conciencia del individuo, en definitiva, ha de regresar la sociedad a establecer momentos que nos obliguen a valorar nuestra realidad. El tiempo que tarde en lograrse es algo difícil de establecer y es evidente que quizás no siempre sería necesario un compromiso desinteresado durante un periodo de tiempo largo, pues ciertamente existe una juventud comprometida en nuestros días, pero la verdad es que porcentualmente no inhabilita mí planteamiento. No podemos permitirnos ser sutiles y políticamente correctos pues tan solo sentándonos a ver la televisión, nos explica claramente la cosa uno al que llaman Hermano Mayor y también un voluntarioso juez que no deja de sorprenderse con los delitos y faltas de los menores, me refiero a Emilio Calatayud.

Les ruego que no se permitan hablar de involución en base a lo que planteo. Nada más lejos de la realidad, se trata de una postura a todas luces progresista, pero con una cierta sabia de progreso que coge el toro por los cuernos. Debemos dejarnos de simulacros pedagógicamente buenistas y poner en valor lo tangible como el mejor libro de texto. No existen fórmulas mágicas y tengo el convencimiento que de evitarse el denigrar a los jóvenes en sus funciones voluntarias, se entendería la necesidad de saber la trascendencia de nuestros actos y la exigencia inapelable de ponerse manos a la obra.

Permítanme confesarles que me ha llevado hoy a recordar acuartelamientos. En una reunión dedicada a programar la práctica deportiva en mi municipio, el técnico municipal explicitó problemas de relación con algunos clubes por demandar estos que la práctica de su disciplina siempre fuese en instalaciones cubiertas. A mi pregunta sobre el motivo, el funcionario respondió que los padres exigían que los niños no pasen frio en invierno o se mojen cuando llueve. Bien, yo me encabroné un poco –he de reconocerlo- pero con la mayor flema que pude apostar, advertí que si esa es la prioridad de los progenitores de los hombres y mujeres del futuro, quizás no merecen vivir en nuestro pueblo, disponer de las infraestructuras del mismo y tener el privilegio de que sus hijos tengan la posibilidad de elegir el deporte en el que sienten contentos...

Me desconecté del parloteo y no les diré otra cosa, pensé que aquí lo que hace falta es que vuelva la puta mili.

POLITICA ES MORAL

domingo, 7 de mayo de 2017

EN BANLIEUE


Francia tiene un nuevo Presidente, la Unión Europea respira tranquila, Angela Merkel habrá brindado con una buena pilsener y a mí, estimados amigos, me parece que seguimos en el mal camino.

El país que nos empieza en los Pirineos es una gran incógnita en su realidad y esta, de querer conocerla, la describió magistralmente Albert Camus: comprendió que hay dos verdades, una de las cuales jamás debe ser dicha. Así es la República Francesa en la actualidad, una gran fachada neoclásica que de ser traspasada, nos muestra unos salones sombríos y afectados por una voraz carcoma.

La realidad de los galos es la que es y no hay que minimizarla, les salva su peso específico en una Europa que hace aguas y que no puede permitirse otro Brexit.  En resumen, no se trata de lo que ya no sean nuestros vecinos, se trata de lo que su caída podría provocar a un continente que ha perdido el norte. No podemos obviar que la economía francesa -casi en su cincuenta por ciento- depende del sector público y los problemas sociales que padece el país son casi insondables.

Desde la Segunda Guerra Mundial y en especial desde la pérdida de Argelia, el orgullo francés se ha mantenido a precio de mirar a otro lado cuando las cosas evidenciaban una más que evidente decadencia. La realidad territorial está salpicada de reductos más propios de países subdesarrollados que de eso que llamamos primer mundo: les banlieues. De querer entender la deriva de la política de nuestros vecinos ese es el aspecto a estudiar, pues se podrá hablar de economía y de Europa, pero Francia mantiene una guerra silente en su territorio y la misma le está costando el futuro.

Hace ya muchos años, un noble militar francés, veterano de Indochina y Argelia me llevó de la mano a un futuro que hoy se concreta. Afirmaba el jubilado mílite  que su país no podría mantener una tutela económica sobre sus ex-colonias y que en general, Europa y los Estados Unidos erraban imponiendo dictaduras en el mundo árabe que garantizasen sus intereses. Advertía el antaño paracaidista, que las grandes ciudades acogían cada vez un mayor número de población proveniente de las antiguas posesiones francesas y que ello no era más que la consecuencia de una desastrosa realidad social en aquellos países. Intuía, mejor dicho, veía que mantener élites extractivas en las antiguas posesiones, ayudaba a mantener privilegios económicos en la metrópoli, pero el precio sería el conflicto social en casa entre las clases más desfavorecidas. No supo en su momento predecir cuando llegaría el estallido, pero lo tenía claro, de no hacer nada, sucedería algo que no permitiría solución.

Habló mucho de les banlieues, los arrabales de las grandes ciudades francesas y de la evidente segregación de los mismos  a causa de las grandes masas de población musulmana que llegaba a Francia buscando una vida mejor y sobre la que no se estaba consiguiendo una verdadera integración en los valores de la República. Nuestras conversaciones siempre acababan  con el reconocimiento de un temor que ensombrecía aquel arrugado rostro: si los inmigrantes no se llegaban a considerar plenamente franceses, sería muy difícil evitar conflictos. Preguntado por esos conflictos, para mi sorpresa, apuntó a la clase obrera como desencadenante: los franceses más desfavorecidos habrían de buscar soluciones extremas.

Corría la primera mitad de los años ochenta del siglo pasado y lo que imaginó aquel paracaidista se concreta en el presente. La asimetría social gala ha hecho regresar las posiciones totalitarias y no ha de extrañarnos. Regreso así al principio de la reflexión, quizás la fachada de Francia brille esta noche con la sonrisa de Emmanuel Macron, pero el corazón de los franceses ríe torticeramente con Marine Le Pen.

Hoy también pienso en un amigo que me acompañó al pasado, mejor dicho a la génesis de la República y me mostró la relevancia de un periodo diluido en la supuesta grandeza de la historia gala. Me refiero a la guerra de la Vendée, un levantamiento popular contrarrevolucionario que entre 1793 y 1796 movilizó a la población rural de la zona del mismo nombre contra las imposiciones de las nuevas autoridades.

Les invito a dar una vuelta por la historia, también ahora, a una gran parte de la población francesa le cuesta creer en aquello de la liberte egalite fraternite. ¿Saben?, los valores han de mantenerse con los hechos. Sucede que en Francia y en toda Europa sobran ya las palabras y se añoran los hechos.

POLITICA ES MORAL


lunes, 1 de mayo de 2017

JODIDOS SIERVOS DE LA GLEBA


Hoy es uno de esos días en los que la tristeza me invade y aborta cualquier sonrisa que se atreva a asomarse al balcón de mi boca. Hoy celebramos una enorme mentira, hoy veo que hemos tirado todo por la borda.

Vamos a ver, lo que debemos tener en cuenta, el dato que habría de encender ánimos y provocar reacciones, lo ha ofrecido la Agencia Tributaria como aquel que no quiere la cosa: el 47% de los trabajadores españoles cobran menos de 1000 euros al mes, en un país en el que el salario mínimo interprofesional es de 707,60 euros. El dato es frio y doloroso, los españoles se mantienen o se incorporan al mercado laboral en precario. Es, objetivamente, una causa belli (un motivo de guerra) pero no sucederá nada, absolutamente nada. La masa social está más arrodillada que nunca, ni siquiera los siervos de la gleba medievales definieron una situación de sometimiento como la que hoy vivimos

Los siervos de la gleba eran, a efectos prácticos, esclavos sin más derechos que los que el propietario de las tierras que trabajaban les otorgaba.  La nobleza de aquel momento histórico daba y quitaba futuro sobre unas gentes que para la misma eran poco más que animales. ¿No reconocen la analogía?. Imagino que sí aunque no deseen hacerlo, en cualquier caso toca decirlo y ayudarles a que se lo traguen aunque resulte amargo.

Hoy, en la manifestación de Barcelona, la convocatoria del día de los trabajadores ha mostrado –una vez más- nuestra incapacidad de defender el derecho a un trabajo digno. Hablo de nuestra capacidad por una razón lapidaria, pues para los que manejan el cotarro económico, ya está bien pero que muy bien el sistema. Lo han conseguido amigos, nos han dormido la voluntad con mentiras que, a fuerza de ser repetidas, ya nos parecen verdades, ¿me dirán que no?.

Lo vivido hoy es la representación de una derrota, quizás la más amarga de todas, pues es fruto de una absoluta falta de unidad de criterio frente a los abusos que la ciudadanía padece. Tres horas diferentes para iniciar la manifestación dependiendo de quién convocaba, mucha bandera partidista y la falta de un mensaje consensuado duro y directo, nos han dado medida de nuestra debilidad. Es un hecho, eso que llamamos la izquierda progresista (yo desearía denominarla de progreso) no está unida, quizás nunca lo estuvo, pues es más que evidente que cuando un sindicalista se hace con dinero deja de ser sindicalista, igual que cuando un cura llega a obispo deja de creer en Dios.

La celebración del primero de mayo ya parece no tener sentido. Permítanse mirar de frente a la realidad, por un vez permítanse el ser sinceros consigo mismos. El puñetazo de casi cuatro millones de parados debería dejarnos KO, también se nos deberían atragantan las familias que viven de forma perentoria a pesar de tener trabajo y no pueden hacer frente a las necesidades básicas de vivienda, alimentación, educación y sanidad. Por otro lado, reconocemos otra franja social atada a las hipotecas, a los préstamos personales, a la letra del coche, a la mutua de salud privada, al colegio concertado y a un consumo desaforado que le rellene una vida que está vacía si no se trata con buenas dosis de tarjeta de crédito, ¿me dirán que no?. No sé, el plan ha funcionado, se ha conseguido que la contestación se acalle gracias a la tortura del Tántalo, es decir, a un tormento continuado que nos mantiene al límite pero sin ahogarnos. Es inapelable que estamos pillados por las gónadas, pues es tanto lo que nos tiene atados de pies y manos que hay que tragar con trabajos de mierda para seguir viviendo endeudados.

Uno va viendo como el compromiso de las gentes o los partidos políticos se muestra en aspectos que no comprometan su realidad económica pero que permitan parecer unos revolucionarios mega-activos. Nacionalismo como fórmula radical de cambio, lucha de género, ecologismo, protección de los animales de compañía y no sé cuantas trincheras más, tranquilizan conciencias sin generar cambios cuya finalidad sea el bienestar del cuerpo social. Vivimos como podemos esperando tiempos mejores que a todas luces ya no resultan posibles. La clase política ha visto y sigue viendo a sus votantes como ubres a ordeñar y han hecho del erario público un caladero que llena su bolsillo y garantiza su futuro robándoselo a otros. Pero lo peor de todo es que aquellos a los que se les expolia se olvidan de su desgracia y ponen voluntad y narices en defender a clubs de futbol olvidando a sus hijos. Quiero decir que si bien es cierto que nos machacan sin disimulo, nosotros somos culpables de mirar a otro lado. Seguro que les suena: si yo estoy bien, todo lo demás está bien. Así de lerdos somos, así de lerdos.

Estoy harto, estoy casi agotado. Ver hoy a políticos hablar de futuro frente a las cámaras cuando ellos se lo han cargado, genera ganas de repartir hostias a manos llenas. Ya no es un exabrupto, empieza a ser una tentación de muy difícil gestión. En definitiva, se necesita un cambio y no parece ser factible en la Democracia tal como la entendemos o mejor dicho, entendimos en aquel lejano 1978. Concejales, diputados, senadores y todos los cargos electos, sea cual sea su adscripción y naturaleza, se muestras llenos de palabras y no nos ofrecen ningún hecho.

Ni tan siquiera podemos confiar en una justicia que cercene los miembros gangrenados del sistema. La política elige el sistema judicial, así los ladrones se han juzgado y juzgan a si mismos. ¿Las sentencias?, siempre a favor del latrocinio, ¿qué esperaban?. ¿Es usted un presidente autonómico, el yerno de un rey o un ministro?, no se preocupe que la justicia seguirá su curso para llegar a ninguna parte: estoy seguro que nadie ha visto regresar a las arcas públicas lo que semejantes ladrones robaron. ¿Es usted un pequeño comerciante y pide aplazar el pago de un IVA?, dese por jodido, pagará un recargo. ¿Motivo?, los siervos deben pagar puntuales para mantener los vicios de los amos. ¿Qué dramatizo?, pues bueno, pues vale, para ustedes la perra gorda.

Primero de mayo, Día del Trabajador, menuda broma de mal gusto. Echen cuentas, la economía española vive de la deuda, de la especulación financiera y se aleja de la economía productiva. Un trabajador de cadena industrial, con una jornada de ocho horas o más, cobra 850 euros netos por doce pagas y un concejal de un municipio de 24000 habitantes,  con horario flexible, un neto de 2500 euros. Algo sucede, pero claro, están en su derecho de pensar que dinamito eso de la representación popular. Yo digo que es imprescindible segar el prado, roturar la tierra y volver a sembrar. ¿Creemos que la clase política es clase trabajadora?, uno diría -visto lo visto- que en todo caso, nos saben trabajar muy bien las voluntades en su beneficio.

Me sorprende que nos sorprenda que parte de la sociedad se radicalice. Es muy difícil apoyar a los clarines de la igualdad y el respeto, pues cuando los valores intrínsecos se rompan en pedazos para convertirnos en parte de la gran empresa, cuando la carrera al beneficio acabe hasta con las pensiones del salvavidas que para las familias suponen los abuelos, cuando la población se de cuenta de que la realidad ya no ofrece más que precariedad presente y futura, las soluciones mágicas triunfarán y estallará la violencia. Me refiero al totalitarismo redentor que da y quita razones cuando la razón desaparece.

Siento estar en el lugar que estoy, pues en él me sumerjo en mis conocimientos y recuerdo que un mes de octubre de 1933, en mitad de nuestro hermoso sueño republicano, alguien dijo que el Estado liberal nos  deparaba la esclavitud económica, porque a los obreros se les decía que eran libres de trabajar en lo que deseasen; pues nadie podía obligarles a aceptar unas u otras condiciones. Los ciudadanos libres –decían- si no quieren, no están obligados a aceptarlas, pero los ciudadanos pobres, de no aceptar las condiciones que se les impongan, morirán de hambre, eso sí, rodeados de la máxima dignidad liberal. Así veríamos cómo en los países donde se había llegado a tener los Parlamentos más brillantes y las instituciones democráticas más finas, no había más que separarse unos cientos de metros de los barrios lujosos para encontrar tugurios infectos donde vivían hacinados los obreros y sus familias, en un límite de decoro casi infrahumano. También se explicaba que los  trabajadores de los campos que de sol a sol se doblaban sobre la tierra, ganaban en todo el año, gracias al libre juego de la economía liberal, setenta u ochenta jornales de tres pesetas.

Esta disertación pertenece al discurso de la fundación de la Falange Española que ofreció José Antonio Primo de Rivera. Decía el falangista que en una comunidad (sociedad) no debe haber convidados ni debe haber zánganos y que eliminándolos la decadencia cesa. Afirmaba que no se necesita el instrumento intermediario y pernicioso de los partidos políticos, pues como grupos artificiales, nos alejan de nuestras realidades auténticas. Soy consciente de que sorprende, pero lo más preocupante es que habrá quien recoja el fascismo del pasado y nos lo haga tragar como la mejor solución a nuestros males. Ya lo ven, la base teórica está a pública disposición y va calando.

Hoy, a la hora de la comida, frente a mí, dos personas han sopesado sin empacho la necesidad de que alguien empiece a repartir ostias con un brazo que no se canse. He optado por el silencio como respuesta y pueden creerme, no he podido tomarme el postre.

POLITICA ES MORAL