martes, 10 de mayo de 2016

EL ENROQUE DE AZAÑA


A este caballero avejentado que atendió al nombre de Don Manuel Azaña Díaz, tal día como hoy de 1936, las Cortes Españolas le nombraron Presidente de la República.

Allá por el lejano 1979 vine a recalar en el personaje que dirigió o pretendió dirigir España durante nuestra Guerra Civil. Vi la película “¡Arriba Hazaña! (sí, con hache) en la que se explicaba el cambio en una escuela religiosa y su voluntad de apertura a los nuevos tiempos, estableciendo un más que evidente paralelismo con el camino hacía la Democracia de una España que salía de una oscura dictadura.

Pregunté o me explicaron sin preguntar –no lo recuerdo- por Azaña a pesar de la inoportuna consonante presente en el título y se me dijo que era un juego de palabras que traía a la memoria del común al intelectual que para unos fue icono y para otros medianía.

Bien, de natural curioso, poco tiempo después me sumergí en la vida de un hombre que no era santo de la devoción de mi republicana familia y así, la posible amistad con Don Manuel, no disfrutó de muchas bendiciones. Para todos fue bienintencionado,  pero sin bemoles para imponer el sentido común y dar así futuro a una República que, a pesar de su fugacidad, es una de las oportunidades más hermosas de las que ha disfrutado nuestro país.

En cualquier caso, estando uno inmerso en los arrecifes que forman los libros, me he ido a mi pasado de estudiante ansioso y me atrevo a sugerirles la lectura de “La velada de Benicarló”. Podría parecerles un título propio de una historieta de estío que hubiese de acabar con una típica depresión post-vacacional, pero no, es un libro necesario y que en sus letras reivindica al muchas veces ridiculizado Azaña. Por cierto, él es el autor y descuidaba el apuntarlo…

Miren, el libro condensa en sus páginas el pensamiento de un hombre que viéndose atrapado en la irracionalidad de aquellos que deseaban hacer la revolución antes que ganar la guerra, mantuvo unos principios inapelables basados en un concepto de Estado fuerte y a un tiempo razonable en sus postulados, capaz de ser en su propia estructura la cura de una España carpetovetónica. Manuel Azaña no será a ojos de la historia un héroe, pero no puede negarse que todo el mundo podía saber quién era, pues nunca escondió su verdadera naturaleza ni estando inmerso en el caos de una guerra fratricida.

Podrán las hemerotecas y los malintencionados escritos de muchos bordes pretender envilecer al Presidente republicano, pero afirmo y mantengo que aún pudiendo haber pecado de omisión, Azaña es referente imprescindible para entender y hacer entender los tiempos de la República y de la guerra que acabó con la misma.

Creo en conciencia que Don Manuel fue un buen hombre, sincero y consecuente, un español viejo que enamorado de España cayó traicionado -como siempre parece nos sucede- por aquellos que tal solo deseaban violentarla. Decían los de mi casa que tan solo hacía política de salón y que su mucho saber no servía para hacer. No pude ni puedo negar la mayor, pero si algo podrá salvar a nuestro país será la educación y la cultura que los hombre buenos como Azaña atesoren y se apresten a compartir.

Observen la imagen, el sabio vencido, pendiente de un tablero, incapaz de hilvanar aperturas o cierres cuando su país era un vergonzoso enroque. ¡Arriba Azaña!.

POLITICA ES MORAL 

No hay comentarios:

Publicar un comentario