Mantén cerca a tus amigos, pero
más cerca a tus enemigos. Vito Corleone
(El Padrino)
No sé en cuantas ocasiones he
visualizado la trilogía de El Padrino, magnífica joya del cine del siglo XX
basada en la novela homónima del genial Mario Puzo, permite sumergirse en la
mafia italiana de los Estados Unidos a través de la familia Corleone y conocer su
manifiesta influencia en el poder establecido democráticamente.
Puzo muestra las alcantarillas de
la sociedad como arterias por las que
fluye el dinero más abyecto y que tras verter en mar abierto, políticos dignos de respeto, convierten en
moneda de curso legal. Diríase que es una historia que nos pilla lejos y que en
nada nos afecta, más la realidad, ya lo sabes ustedes, siempre supera a la
ficción. Aquí estamos, observando alelados como nuestros próceres de la patria
no son lo que parecían y como se fueron montando sus familias para robarnos a
destajo sin utilizar las pistolas y sustituyendo estas con urnas fraudulentas.
De reescribirse El Padrino, no hablaría de Sicilia y América,
el escenario adecuado sería España. Grandilocuente país el nuestro, cumple con
todos los requisitos para la trama. Capos de la Mafia a punta de pala, sicarios
con siglas bien estructuradas y la numerosa ciudadanía dispuesta a ser
explotada. Tan solo una diferencia aprecio y es que los Corleone se mostraban
sin tapujos. Si había que ir de cara se iba y si se trataba de hacer ofertas
irrechazables se hacían, aquí la cosa es sucinta y supuestamente correcta, pero
sin duda mata.
Bien, en nuestra particular guerra
de los jefes del hampa, se ha roto el status quo y se ha iniciado una espiral
violenta en la que habrá de vencer la familia más fuerte. Sucede por otra parte
que hasta la fecha, como diestros bomberos, procuraron no pisarse mangueras
pero al llevar al límite su extorsión, se les han rebotado hasta las meretrices
y ni repartiendo droga gratis pueden tranquilizar a tanta gente. Así, en nombre
del honor entre ladrones, han elegido a uno de los suyos para derramando su
sangre, sanar la del resto.
En la jerga del hampa, a los
expulsados como medida de contingencia se les denomina perros rabiosos. Nombre
apropiado, pues desterrados del confort del sistema, huyen hacia adelante en la
ilusa aspiración de salvar la piel o en el peor de los casos, hacer que otros
muchos caigan con ellos. El de nuestra
historia se llama Jordi Pujol i Soley y a fe mía que es peligroso. Conoce a
todos los Capos, no en balde hizo negocios con ellos. Sabe de todos mucho y por
ello puede comprometerlos, pareciendo estar acorralado, aún dispone de munición
pesada y tiene disparando, gran acierto.
Voy ya imaginando la escena, en un callejón
sin salida, Don Jordi pistola en mano acomete contra los jefes otrora amigos y
asumiendo su inferioridad, está dispuesto a encajar plomo mientras hace masticar
el suyo. ¿Les parece simpático el
planteamiento?, pues no esbocen aún sonrisas que nos queda un rato. Todos a los
que ahora se enfrenta, eran los que antes le salvaban el culo. Populares,
Socialistas, Sindicatos y sin duda la Corona, le fueron amigos fieles hasta ver
peligrar sus intereses.
Uno espera y desea sangre a
borbotones, matanza entre los lobos, declive de los mafiosos que a todos nos
conviene. No quisiera que la solución entre rufianes sean las casuales defunciones
del cacareado caso Gürtel, hay que
dar verdadero espectáculo e impregnar de acción las retinas. En esta película
sería un broche de oro una voz en off que gritase “¡dispare Don Jordi, dispare!”.
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