Después de la verdad nada hay tan
bello como la ficción. Antonio
Machado
Por lo que a mí respecta, nada
queda por hacer más que esperar que el envite sea rápido y las bajas escasas. Viendo lo que veo y escuchando lo que escucho,
me hago pequeño y adusto, me recojo en la soledad mísera y fenezco poco a poco.
Empiezo mis días preocupado por
la realidad que se impone en mi casa y en mi cocina, aspiro a tener escuela
para mis hijos, galeno para mis males y esperanza de un futuro, pero aquellos
que dicen ser mis valedores para labrar esta finca, destrozan los arados que deberían
abrir los surcos que semillas acogieran. Así nada germina, así nada es
profundo, las simientes no se tornaran harinas que horneen los panes que
alimenten un común mañana.
Veo a mis amigos y vecinos
perdidos en la nada, sufro la nefasta sensación de que se ha ajusticiado a la
razón y la locura no tan solo salva el pellejo, sino que ufana prospera. En la
insondable estupidez de una masa hedonista y grosera, nada importa ya más allá
de una inútil bandera. En lugar de
gritar basta y exigir soluciones negociadas, vamos enarbolando trozos de tela
que fabricados en China, a nadie
realmente representan. Y gritamos y embestimos, ladramos sin conciencia, nos
dejamos arrastrar y poco a poco nos negamos el yo mismo.
¿No recordamos nada?, ¿tan poco
nos duran las lecciones de nuestros abuelos?, ¿se nos secó el seso que nos hace
pensar en lo que realmente importa?. Nos hundimos, nos estamos hundiendo y
parece hacernos felices el mirar hacia el averno. Uno esperaba que eso que
llamamos Democracia nos diese representantes
con voluntad de servicio y no la mezquina proliferación de políticos esclavos
de la imagen y de las encuestas de opinión para decidir nimiedades. Hartazgo de
majaderos que no ven nada más allá de sus estómagos, nos provocan vómitos de
bilis y los sentimientos más abyectos.
Resulta difícil pensar en
propuestas que construyan soluciones, pues en las posiciones enfrentadas todos
huyen hacia adelante y despreciando a su contrario pretenden estar en lo
cierto. Unos magnifican unos resultados electorales que no les dan derecho ni crédito
y los otros cerriles en no querer ver que existe un problema, ciñen a leyes y
piensan que apelando a la unidad de España sacarán rendimiento que les mantenga
en el gobierno. Pareciera que en este sinsentido todos tapan sus miserias y a
los tontos de sus votantes les parece suficiente crédito.
Somos idiotas, no cabe duda, jaleamos
las jugadas insulsas de nuestro Parlamento y como si de futbol se tratara, si
gana nuestro equipo, ya estamos contentos. Gentes de mentes pequeñas ya nos
damos por vencidos y en una esperanza vana, esperamos que algo que no existe
sea solución a los problemas verdaderos. Me agota pensar que por ambas partes
el diálogo estaba descartado como solución hace ya mucho tiempo y que se ha
despreciado el peligro que supone el mayor desafío a una España social y justa
desde la II República.
Hablo y escucho, insisto en
entender el caos en el que me encuentro, sigo sin entender nada y sin duda padezco.
¿Qué ha pasado para llegar a esto?, creo que todo es culpa nuestra, hemos dado
patentes de corso y ahora aquellos que deberían salvarnos nos joden en vivo y
en directo. Les compramos las mentiras, les seguimos el juego, preferimos no
pensar y así se nos llevan al huerto. Sucede muy a menudo, preferimos soñar
bonito y no aceptar que nos toca trabajar y dejarnos de cuentos.
Yo me quedo por casa, ayudo
diciendo y haciendo en el lugar que ocupo, pero puestos a explicar, me subo a
las palabras de un hombre áspero en su hablar pero armado de bisturí afilado.
No hace mucho leí a Don Arturo Pérez Reverte, cartagenero, hombre de mar y cuya
patria es un Mediterráneo exhausto. Dijo para quien quiso escuchar “yo no tengo
ideología, tengo biblioteca”. Ahí está el tema, ese es el lugar de partida, a
quien quiera navegar, le espero en el puerto.
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