jueves, 12 de noviembre de 2015

JUAN NEGRÍN. TRAIDOR O INGENIERO.


De Juan Negrín López, el que fue Presidente de la Segunda República Española de 1937 a 1945, se recuerdan básicamente dos cosas, que apeló a la resistencia a ultranza contra el avance del fascismo (resistir es vencer) y que a ojos de muchos traicionó a España poniéndola en manos del comunismo soviético.

He crecido en constante contacto con el pasado de mi familia que al cabo siempre se tornó presente y como republicanos de principios y credo sincero, a Negrín se le nombraba y llegado el explicar su trascendencia, se liaba un pandemonio de nivel estratosférico y tras mucho discutir, cada uno se quedaba con lo suyo y se iba a dormir. Puede imaginarse como un niño observaba la cosa y como preguntar, según veía a sus mayores, se tornaba actividad de riesgo.

Uno fue cumpliendo años y en el hacerlo aumentó la curiosidad hacía un personaje sin duda trascendente en base a sus hechos. Pero nunca ha sido fácil circunscribir a aquel más que notable médico que un día se incorporó a la política de la piel de toro. Fuentes de información se consiguen a raudales, más el agua que vierten varia de lo más salobre a lo más fresco y dulce. En resumen, en base a datos objetivos, poco en limpio se saca y allí donde un mérito se le reconoce, al mismo tiempo un demérito se le impone.

No cabe duda de que Negrín era una rara avis en la política española. Doctor en Medicina e investigador, políglota, conocedor de la realidad de Europa y de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial,   impulsó  la ciencia como futuro del país, abandonó la docencia y se significó en una lucha que pretendía llevar a nuestro país a la modernidad que requería aquel momento. Incorporado al Partido Socialista, se situó en las posiciones de Indalecio Prieto y así, creció políticamente en el terreno atemperado que  representó la posición intermedia entre la moderación de Julián Besteiro y el radicalismo sindical de Largo Caballero.

Llegada la Guerra Civil fue nombrado Ministro de Hacienda y como tal, con la aprobación del Gobierno, utilizó las reservas de oro del Estado para financiar la compra de armas y de los recursos necesarios para el esfuerzo que requería el conflicto. En ese hecho radica el inicio de su leyenda negra. Analizando la situación de Europa en 1936 y atendiendo al distanciamiento de las democracias occidentales, la República se apoyó en la URSS y en la solución se gestó el desastre. Negrín se convirtió, para todas las facciones de la izquierda revolucionaria, en un traidor a una patria que nunca existió.

Cuando Largo Caballero perdió el apoyo de todas las facciones cainitas que supuestamente sostenían a la España republicana, Azaña nombró a Juan Negrín Presidente del Gobierno y este, ante un escenario que hacía evidente el colapso, se agarró al clavo ardiendo que representaba la firmeza comunista. Creo que miró a otro lado cuando se purgaron a los anarquistas y se apartó a los socialistas moderados. En ese momento apeló a la resistencia total, posiblemente en la fatal esperanza de que la más que probable guerra en Europa significase la salvación de la República. Tomó decisiones y sin duda, en base a las mismas, se convirtió en enemigo de todos.

Tras la derrota llegó el exilio y con él una nueva acusación, la de expoliar los últimos recursos republicanos en beneficio propio. La realidad, más que probablemente, fue que las guerras entre facciones se reprodujeron allende fronteras y que estas hicieron que nadie, ni Negrín, pudiese ser garante de una dedicación adecuada de los dineros a un verdadero apoyo a los exiliados y a sus necesidades.  En resumen, el hombre que intentó una paz con Franco en 1938 y que tras no lograrlo intentó sostener a la República, se encarnó en la causa de todos los males para sus supuestos compañeros y para los vencedores.

He intentado, como antes comentaba, dejar al margen datos y he abonado intuiciones. Creo que el último Presidente del Gobierno republicano obró en conciencia pero demasiado cerca del abismo. Era un hombre culto y con una mente científicamente pragmática, quizás se hizo preguntas que no tenían respuesta y eligió, en todo momento, la menos mala de las opciones. Eso es ser estadista y a estos, tan solo la historia les juzga. Opino que murió en la propia vergüenza, no por arrepentimiento sino por no haber podido salvar aquello que juzgó necesario y correcto. Siempre me ha llamado la atención que exigió que en su lápida no figurase su nombre ni un epitafio, eso me hace pensar que hizo acto de contrición y se negó cualquier futuro reconocimiento.

En España nunca se habla de responsables y siempre de culpables. De no hacer nada eres un inútil incapaz y cobarde, si por contra te significas, eres la explicación de todos los males. Juan Negrín López, para  unos,  traidor, para otros, ingeniero.

POLITICA ES MORAL

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