jueves, 19 de noviembre de 2015

TROPAS SOBRE EL TERRENO


En primer lugar, el Estado Islámico debe ser eliminado como entidad territorial. Graham E.Fuller

Era de esperar una respuesta contundente a los ataques del EI a raíz de los ataques de París. En el drama generalizado que significa la violencia indiscriminada que nos ha demostrado su actividad en tantos y tantos países,  ha llegado el momento de corregir la hipócrita relación de Occidente con los estados islámicos en base a un rentismo  geoeconómico de las élites extractivas.

Observada la raíz del problema, hemos de reconocer que no estamos orquestando de forma adecuada las acciones militares que han de poner fin a la sinrazón de aquellos que pervierten el Islam y que oprimen a sus propios iguales en base a la defensa de una falsa fe. No puede olvidarse que la masa de refugiados que llegan a Europa, huyen de la misma violencia que profana nuestra forma de vida y pone en peligro nuestro concepto de Estado de Derecho.

Un aspecto que significa de forma preclara la mala praxis militar es el de los bombardeos sobre Siria. Estas acciones, sin duda configuradas como el golpe de un martillo pilón, machacan objetivos supuestamente legítimos pero se cobran víctimas inocentes que no podemos permitirnos valorar eufemísticamente como daños colaterales. Esas bajas civiles cargan de razones a los asesinos a los que se pretende neutralizar y creo en conciencia, que contrariamente a lo deseado, lleva a una reacción visceral de muchos colectivos cuyo final es el odio reforzado contra aquellos que dicen desear acabar con el mal.

Sin duda caeré en el simplismo al teorizar, pero si ha de predicarse con el ejemplo y dejar clara la voluntad de acabar con el sufrimiento de los pueblos en guerra y amenazados por el yihadismo, lo que nuestras fuerzas armadas han de acometer son acciones sobre el terreno. Acabar con el control territorial de los integristas y establecer las condiciones de estabilidad y confort que permita que las poblaciones de las zonas afectadas reconstruir sus países y su futuro socio-económico. Nos sobran ejemplos prácticos, tan solo hemos de recurrir a recordar la traumática experiencia de la Segunda Guerra Mundial. De nada sirvieron los criminales bombardeos indiscriminados y hubo de ser la conquista del territorio la que diese la victoria a aquellos que se denominaron aliados.

El problema, una vez más, es la doble moral. Pues en la voluntad de evitar las propias bajas, fiamos a la tecnología y a la superioridad aérea el resultado de un combate que no rendirá al enemigo de no quitarle su espacio y sus rutas de suministro. Es duro, soy consciente, pero esto es una guerra y en la locura de la misma, tan solo asumiendo la pérdida de efectivos podrá intuirse el final del drama. La cosa está clara, llegados a este punto, Occidente debe plantearse si quiere extirpar el cáncer o escenificar una terapia de paliativos que aplacen los problemas sin lograr la solución a los mismos.

En los países amenazados labor policial constante y firme, en el origen del problema, presencia sobre el terreno y temple. Debe demostrarse a la comunidad internacional que ya no habrá marcha atrás, que no solo defendemos los propios intereses y que lo que nos guía es la vieja esperanza de un verdadero mundo libre. Nos encontramos ante un fallo sistémico y si realmente creemos que la razón nos asiste, sabiendo quienes son los enemigos, hay que buscarles, batirles y hacer que los que con ellos conviven sepan que somos solución y no problema.

Se lo que es una guerra, conozco muy bien la muerte, es tan duro lo que digo que guiado por un viejo dolor, afirmo que toca asumir la tristeza de la pérdida pero que es lo único que nos hará libres.

POLITICA ES MORAL

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