Cuando
José Luís Sampedro dijo que el sistema estaba roto y perdido, y que por eso los
llamados alternativos tenían futuro, sin duda, no hacía referencia a gentes
como Josep Garganté.
No tengo
muy claro qué hace y propone en su labor diaria este edil de Barcelona, como
tampoco entiendo muy bien las posiciones de la CUP en relación al sistema que desean
cambiar en beneficio de la ciudadanía. Lo
que sí sé, veo y entiendo es que el Señor Garganté es un personaje
despreciable.
Sepan que
no tengo ningún reparo en tirarme a la espalda –lo hago a menudo- el tener que
convivir con imbéciles, pero sucede muchas veces que llueve una gota y nos
colma el vaso y la paciencia. Ese es el favor que la CUP ha hecho a este socialdemócrata de base
marxista, cristiano de pelo duro y por encima de todo, leal a sus compromisos.
No hay vuelta a la cosa, la integridad está siempre por encima de la ideología
y cuando los que dicen ser custodios de la verdadera y nueva política se
comportan como necios, corresponde inhabilitarles, desterrarles y condenarles
al ostracismo más cruel.
Hace ya
muchos años, demasiados, viví cerca de la realidad del terrorismo y por ende de
la locura que provoca la muerte. ¿Saben?, cuando la gélida violencia te rompe
la cordura, al levantarse de la cama, uno recurre a la templanza de los fuertes
corazones que ofrecen una rada para proteger la esperanza. Eso era y es Ernest
Lluch, un piloto capaz de llevar a puerto a la nave más dañada.
Le ví y oí
en San Sebastián en muchas ocasiones, como un Hermes inagotable se armaba de
razones y palabras cuando nadie podía creer en la paz como un objetivo cierto.
Así actuaba el hombre ahora vilipendiado por un incapaz que parece hacer del
rebuzno una forma digna de construir frases. ¿Cómo confiar en un individuo que
destroza de forma despiadada la insondable dignidad de un hombre como Lluch?,
es evidentemente que lo único que puede hacerse con alguien así es despreciarle
y hacer de ese desprecio pedagogía activa en nuestro entorno.
Sentiré
mucho que los amigos de la CUP de mi pueblo no compartan mis palabras, pero sí
así fuese no harían más de abonar la tesis de que no son un verdadero revulsivo
para limpiar el estercolero que dicen criticar y combatir. Josep Garganté es
una pústula en cualquier organización, pues meter en el mismo saco a Felipe
González y a Ernest LLuch, por aquello de la guerra sucia contra ETA, es como
escupir sobre la dignidad de los verdaderos demócratas. Nobleza obliga y no es
suficiente con decir que no queríamos decir lo que dijimos, es menester
hincarse de rodillas e implorar perdón cuando matamos la memoria de los que
cayeron defendiendo la dignidad de todos.
Miren, no
había sucedido hasta ahora, pero creo
que ya está bien de medias tintas y llegados a este punto, tan solo nos queda
batirnos. Decía ayer Jaume Collboni que el Concejal de la CUP debía rectificar
sus palabras, yo les digo que debe ser echado a empujones del Ayuntamiento de
Barcelona y una vez sobre el empedrado de la Plaza de Sant Jaume, le invito a aceptar a la
vista de todos mi desafío a primera sangre, aunque deberá saber el felón
alternativo que yo preferiría que la última estocada le partiese la sonrisa y
el alma.
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