Ayer me enfadé y mucho con mi hijo. En mitad de la cena me espetó: “mañana
me compraré algo, ¡es Black Friday!”. Huelga decir que reaccioné con prontitud
y sin duda de forma adusta, pero entendí que la infección había llegado a mi
casa y pretendía cobrarse un zombi más del sacrosanto consumo.
Y miren, me va una higa en lo que
cada cual haga con sus duros, pero los míos se ganan para ser gastados con un
poco de sentido. Apelando precisamente a eso de sentir, siempre he pensado que
la satisfacción en la vida de cualquier persona, deberá construirse sobre las
sensaciones que esta pueda experimentar. En términos absolutos, sin posibilidad
de réplica, les afirmo que tener no es garantía de disfrutar. Punto y pelota…
¿En qué puñetas nos hemos
convertido?, ¿queda inteligencia en el planeta?, ¿mantenemos la consciencia de
nosotros mismos? o por el contrario, ¿vivimos en Matrix y un sistema desalmado
se alimenta de nuestros falsos sueños?. Rebaño criado para ser esquilado y
aportar también carne, matamos por lo accesorio y abandonamos la decencia de lo
trascendente.
Nos importa poco menos que nada
lo que sucede al cuerpo social si conseguimos un celular de última generación y
tras comprarlo, colgamos en las redes que somos felices como perdices por tener
un cachivache nuevo y así molar más y estar más completos que el desgraciado de
la puerta de al lado. Somos paganos en un tiempo de bárbaros y tras quemar
catedrales, hacemos nuevos templos de los centros comerciales. Adoramos al
becerro de oro que nos salva de las miserias de nuestra incompleta psique y nos
abocamos a la falsa felicidad de los bienes externos, que pudiéndose mostrar,
nada real contienen. Pero siendo incomprensible la cosa, perseveramos en la
auto-otorgada mentira para seguir con el corazón hecho una mojama,
insatisfechos y sin experimentar, ni de lejos, eso tan cacareado de la
felicidad.
Miren asumo en este mismo
instante mi absoluta idiotez o si prefieren, mi limitación de seso, pero no me
reprimiré el decir que me siento mal esta jornada. Me siento indigesto y agobiado,
pues por mucho que rogase al Santísimo o a San Agustín mismo, hoy estaré jodido
y nada mejorará mañana. Vivimos en un engaño, se nos cría como a
criaturas impulsivas, incapaces de pensar en clave de trascendencia y en
definitiva, acabamos por salivar en el hecho de comprar lo que sea, como un
denigrado perro de Pavlov haría.
Se nos ha llevado al reflejo
condicionado, a la respuesta útil al sistema y si alguien grita Black Friday (o similar cosa),
perdemos el culo para levantar la pata. Se nos ha investigado, se nos ha
valorado y finalmente se nos ha adiestrado para ser cosecha feliz de los
traficantes de mentiras que se nos muestran sonrientes como líderes amados. Lerdos de
patas cortas es lo que somos y si la cosa les molesta, les diré que me alegra,
quizás despertarles un poco sea algo que finalmente me agradezcan.
Nos diluimos cada día en un
fétido magma y de forma sorprenderte, formando parte de una mayoría adiestrada,
hacemos de un falso individualismo gala. Somos tan cortos que creemos
protagonizar nuestra vida cuando en realidad, tan solo somos uno de los
innumerables personajes secundarios cuyo papel es trabajar para hipotecar su
futuro pagando lo que no necesitan pero que para otros es necesario lucro.
Egoístas y vacíos, mostramos la derrota de una sociedad que si un día quiso ser
justa, hoy es un verdadero excremento.
La razón ha muerto, el engaño es lo cierto, nada más queda por hacer que escupir
en el falso postre de este viernes deshonesto.
Miren, me alegro de haber leído,
me congratulo de tener recorrido en errores y aciertos, me hace sentirme bien
decirles que en este falso bienestar no quiero ser reconocido ni por un momento.
Hace tiempo que lo veo, demasiado tiempo que temo las consecuencias de una
sociedad de la información que omite en conocimiento, y así regreso a la
jornada de ayer y a la bronca a mi chiquillo. Ya no somos un colectivo de
humanos en busca de ser mejores en red, somos un cardumen de sardinas ahogadas
en la cubierta del barco y la red nos atrapó y nos ha matado. No será mi casa el lugar en el que nos rindamos, aquí
decimos no y enviamos a hacer puñetas aquello de que no somos tontos porque en
Media Markt compramos.
Por cierto, no dejaré pasar la
oportunidad de insistir en otro aspecto del Friday de marras. Cansino me tiene
aquello de asimilarnos a festividades foráneas y así proclamo –otra vez- que
odio al el gordo estrafalario del traje rojo (sí, me refiero al Papa Noel
reinventado por la Coca Cola tras defenestrar a San Nicolás), al artificioso
Halloween y a los alineados niños del jodido truco o trato (sí, me refiero a
esa fiesta que ha exterminado a las castañeras y a todos los Santos) y no sé
cuantas importaciones directas que nada tienen que ver con nuestra tradición
socio cultural.
Aviso a navegantes: como se ponga
se moda celebrar el Día de Acción de Gracias, no me inviten a comer a su casa,
seguro que este servidor la liará.
POLITICA ES MORAL
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