Nos educan para ser productores y consumidores,
no para ser hombres libres. José
Luis Sampedro
Que uno ande clamando por una sociedad en el
que el ciudadano se incorpore a los órganos de representación, en la aspiración de que ello nos lleve al buen gobierno es cantinela vieja, pero siendo una hermosa
esperanza, en algunos momentos, me parece una gilipollez. Ayer tarde, en un acontecimiento
deportivo (el partido de liga que disputó mi hijo menor), la realidad de lo que
como sociedad somos, me atropelló para dejarme mal parado.
Estoy casi en cuidados intensivos y el
diagnóstico no describe heridas epidérmicas o fracturas de huesos. El daño
real, lo que hoy provoca mi preocupación y dolor, es que lo que ayer se vino
abajo fue mi alma. Me transmuté en lo que más detesto, alambiqué bilis y se me
secaron las hojas que hacen respirar mi árbol. Ayer sentí como el desprecio se
encaramaba a mi boca y como se envenenaba mi mente por haber de callar y no
poder decir nada. La masa es tan peligrosa, que en su mezquindad las palabras y
las ideas han sido masacradas.
Permítanme que les relate. Llegamos al
polideportivo en que debía jugarse el match, la primera imagen fue la de unas
gradas llenas de suciedad fruto del incivismo (montones de cáscaras de pipas,
papeles, escupitajos, chicles pisoteados), el público local andaba calentando
el ambiente verbalizando veladas amenazas sin reparo alguno y los hijos de esos
padres se sumaban con orgullo a tan educado comportamiento. Empezó el juego y con
el la demostración de que se trataba de gentuza y que ninguna persona allí
estaba presente. A una de las madres de nuestros jugadores le lanzaron un chicle
masticado y viendo que derrotero tomaban las cosas, cedimos de nuestro de
derecho y hubimos de someternos a aquella caterva de oligofrénicos a los que
llamamos ciudadanos pero sin duda no lo son.
Los insultos al colegiado fueron constantes,
las descalificaciones a nuestros vástagos generaban hilaridad y en algunas
ocasiones, aquellos supuestos adultos animaban a sus cachorros a morder sin
miramientos a los integrantes del equipo contrario. La cosa fue subiendo de
tono pues a pesar del asfixiante ambiente, como no podía ser de otro modo,
quisimos mostrar apoyo a los nuestros. Sucede que algunos utilizamos el catalán
para felicitar las jugadas o animar la salida a la pista y entendiendo el tema
como algo ofensivo, la afición local, tras jalear quien escribe una acción, me
soltó como respuesta un exabrupto irreproducible que finalizó con un “yo te lo digo en español para que te jodas…”
El ejemplo nada tiene que ver con cuestiones
identitarias, pues uno es español viejo y del castellano hago gala. De lo que
se trata es de la inactividad del cerebro del imbécil de turno y del seguidismo
de los cachos de carne que mejor estarían retractilados en un arcón frigorífico
de Mercadona. ¿Qué nos sucede?, ¿a dónde hemos llegado?, ¿dónde quedó la
responsabilidad de los padres en su oficio más sagrado?. Es evidente que la
supuesta sociedad democrática ha primado convertirnos en animales de granja de
los que todo pueda ser aprovechado. Nos hemos dormido y así, en una
acomodaticia arcadia, votamos cada cuatro años y todo arreglado.
Nos fuimos de aquel pueblo con el rabo entre
las piernas, yo triste y cabreado, hastiado de mis puentes, con ganas de
limitar el derecho a ser padre y de prohibir el derecho al voto que
supuestamente nos hace ciudadanos. Estoy hasta las gónadas de escuchar a los
papás de nuestro tiempo decir que les preocupa que mundo le dejaremos a
nuestros hijos. El tema es otro, se trata de que hijos le dejaremos a nuestro
mundo.
Anoche no quise escuchar a Besteiro en sus
razones y me fui de copas con Cincinato. Que Dios me perdone.
Feies esmena en el teu relat de "sociedad democrática" y fa temps que vivim en una "suciedad democrática", però el pitjor no és aquesta la brutícia, es la manca d'escombres i recollidors, doncs mira que hi ha merda per aborrir!
ResponderEliminarM´he comprat un pot de Sanitol....;)
ResponderEliminarUn pot? Comanda mínima necesaria, 1 pallet.
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