Hoy, mientras hablaba de otras
cosas, en la televisión transcurría el desfile militar que tradicionalmente se
celebra todos los 12 de octubre.
Mis vástagos han captado mi
atención cuando jaleaban a la cabra de la Legión. Los poco gráciles
comentaristas (pareciera que narraban un entierro), han explicado que a pesar
de ser una cabra y no un cabrón, atendía al nombre de Pablo. Curiosa la cosa,
me han hecho sonreír...
Tras el momento de humor patrio
encarnado en nuestra cabaña ganadera, mis propios chotillos han empezado a pedir valoraciones de lo que se estaba
viendo y las preguntas se han reproducido casi por generación espontánea.
Espero que se entienda que dos niños puestos en el papel de interrogador
resultan imbatibles y obligan a replegarse.
Más mal que bien les he dado
cuatro apuntes sobre el tema y he reducido todas las preguntas a una. ¿Que
pienso yo de esta fiesta?, mirad, hoy ensalzamos el hecho de ser español, el
pertenecer a una realidad llena de matices provocados por una historia larga y
compleja. En cualquier caso, esto que nos damos en llamar España se explica de
muchos modos y ese y no otro es el tema que hoy me hace sentirme un poco
apátrida.
Una vez más, mis hijos se han
arrepentido de sus preguntas, siempre olvidan que mis respuestas no son
monosílabos. Una vez recompuesto el frente, les acaba cayendo una ofensiva
argumentativa en sus jóvenes testas. Es lo que hay, ser padre es difícil pero
ser hijo también. Haciendo caso omiso a sus años, he querido darme en lo que
realmente ensalzo en una jornada como la de hoy.
Yo celebro a los Comuneros, a los
panfleteros que en el Madrid de los
Austrias decían las verdades que la Corona escondía, a los afrancesados que
vieron en la caída del antiguo régimen una oportunidad de crear un estado
moderno, a los constitucionalistas de Cádiz, a los descerebrados de la 1ª
República, a visionarios como Prim, a los autores de la generación del 98 y su
espíritu regeneracionista, al sentimiento de los autores del 27, a la hermosa
oportunidad de la 2ª República, a todos los que dieron su vida en nuestra
cabrona Guerra Civil, a los exiliados que siguieron soñando con la piel de toro,
a los maestros que nos recuperaron la memoria tras la larga noche de la
dictadura. En resumen, vuestro padre celebra la España que pudo ser, no la que
es. Nuestros grandes aciertos, al tiempo, nos han marcado nuestros fracasos…
Siempre sucede lo mismo, me miran
con cara de pasmo, cruzan la mirada y me preguntan si he acabado. Yo respondo
que si y que lo que hoy no comprendan, un día tendrá sentido. El pequeño, en un
gesto conciliador para no abandonar el barco por la borda, me ha comentado que habían
desfilado policías franceses. Bien, le he dicho que era un gesto de buena
vecindad y agradecimiento por la colaboración de los gendarmes en la lucha
anti-terrorista. Tras un instante de silencio le he explicado, sin anestesia, quienes fueron los españoles de la nueve de
Leclerc y mientras se escapaba hacía su
habitación, le he dicho que aquellos patriotas liberaron París pero nunca
desfilaron en España.
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