Tal día como hoy de 1940, fue
fusilado en el castillo de Montjuïch (entonces acuartelamiento militar) Lluís
Companys, último Presidente de la Generalitat de Catalunya durante la Segunda
República.
En la década de los 80 del siglo
pasado, realicé el servicio militar en una unidad de ingenieros sita en ese
castillo. Aún no existía ni el proyecto de monumento que hubiese de recordar la
figura de Companys. En cualquier caso, atendiendo a que parte de la fortaleza
era de acceso libre a la ciudadanía, siempre encontrábamos flores o escritos
que hacían las veces de in memoriam del
Presidente.
En nuestro presente, convulso y
frentista, alguien podrá decir que pues muy bien, que quien quiera mitos que
los cuide. Pero ni la mayor ni la menor, pocas personas saben, ni por asomo, lo que
quien escribe vio en aquel castillo. Ruego que nadie se permita valorar el
gesto mientras yo hablo del fondo. Cuando queremos saber debemos preguntar, cuando
deseamos entender debemos escuchar.
Miles de legajos correspondientes
a causas sumarísimas pude leer. Muchos sin
nombre allí encontraron su final, tendré la oportunidad de ponerles a ellos
primero. Los mitos, para mí, hace tiempo que cayeron de los pedestales, la verdad
objetiva sin más colorantes ni aditivos edulcorantes es que en ese castillo se
adhiere un dolor viejo...
Su principal función, durante el
Siglo XIX, fue la vigilancia y la represión de la Ciudad Condal. Desde allí se
bombardeó en dos ocasiones el casco urbano y allí se encerraron y torturaron
anarquistas, activistas obreros y políticos. Tras el estallido de la Guerra
Civil sirvió de prisión para los que se alzaron contra la República y como
lugar de ejecución de los mismos. Tras
el fin del conflicto, se cambiaron las tornas y la represión franquista ejecutó
a miles de prisioneros republicanos. Uno de aquellos, tío-abuelo de quien
escribe, fue fusilado muy cerca de la puerta del acuartelamiento en el que
serví como suboficial.
Lo dicho, mucha sinrazón preñada
de sangre llega a los cimientos de la fortaleza. La de Companys también llena
sus fosos y es cierto que no es la única, pero si ese símbolo es útil para
explicar la magnitud de la tragedia, no dudaré en utilizarlo. Toca hacer de los
caídos motivo de esperanza y esperar que nos ayuden a hacer un acto de
contrición por el dolor causado en el pasado. En jornadas como hoy uno esperaría que
nadie justifique unas muertes con otras y que la miseria de ningún catite
instalado en el dogma explique que la parca escribió su historia en Montjuïch
estructurándola en función del prisma ideológico de cada cual.
Pueden creerme, en el antagonismo
que nos revuelve, personas como el que fue Presidente de la Generalitat nos
explican que razones son tales y cuales tan solo locura, en la imagen de
Companys hemos de saber ver a todos los que sintieron como las balas
atravesaban su cuerpo antes de caer al suelo y tras ello, recibir un tiro de
gracia. Les repito, leí muchos legajos encabezados por nombres que no recuerdo
y en las noches de guardia, parecía que los muertos me hablaban en silencio.
Como antes comenté, para saber
debemos preguntar, para entender debemos escuchar…
POLITICA ES MORAL
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