lunes, 30 de julio de 2012

BRUTE, FILI MI (¿Jacobino es sinónimo de “facha”?).




El nacionalismo (al margen de su “localización” geográfica) tiene la virtud de demonizar hasta al mismísimo Cristo si se lo propone.

Se puede estar en desacuerdo con las teorías jacobinas (naturalmente quienes sepan algo de ello), pero por la facilidad como los políticos y sus cronistas alteran los significados, usar como un insulto la palabra jacobino, es de un atrevimiento más que reprobable.

Valdría la pena profundizar en la historia para entender las mejoras que impusieron aparte de la radicalidad que los llevó a su destrucción. Los jacobinos impulsaron y dieron la vida al Estado moderno. Francia llegó a ser una potencia económica, cultural y social gracias a los esfuerzos para unificar ideas y crear sinergias en torno a la figura del Estado por encima de los localismos y los señoríos feudales como los que ahora parecemos sufrir en muchas comunidades.

Entre otros muchos libros, hay un relato precioso de Denis Guedj (El metro del mundo, de Anagrama) que relata cómo la comunidad científica francesa, en plena efervescencia revolucionaria, se aúpa sobre todos los inconvenientes y diseña uno de los planes más ambiciosos y, para mí, románticos de la Humanidad: inventar una unidad de medida universal de longitud que no guarde relación con países o banderas. Será “el metro” –la diezmillonésima parte de un cuarto de meridiano terrestre- y el consiguiente sistema métrico decimal.

En la Francia prerrevolucionaria –pre-jacobina- había alrededor de dos mil (2.000) sistemas de medidas diferentes en todo el territorio, lo que favoreció la estafa diaria, el engaño y los abusos de los señores feudales que pagaban con unos pesos y cobraban con otros. (tema muy interesante para los no jacobinos ya que podrían recuperar también sus unidades de peso y medida como el quintal, la arroba, el petricó, el palmo, la fanega, etc, etc., …

Me extiendo en esto porque es algo de viva actualidad en el debate que se está abriendo en España sobre la potenciación de “los hechos diferenciales”, los “derechos del Estado” y la “mosca cojonera” que los incompetentes hacen zumbar sobre nosotros. … Una cosa es preservar los derechos, la dignidad y las peculiaridades de los habitantes de los territorios y otra muy distinta es el poder –este poder se suele traducir en descontrol- como pasa con los gastos desorbitados en representaciones de fuerza y banalidades identitarias cuando no de corruptela pura y dura.

Teniendo dificultades tremendas para coordinar una estrategia común de aprovechamiento del agua, de un plan general de desarrollo industrial, de un proyecto educativo que nos seque de semi-analfabetismo sin barreras lingüísticas, o simplemente una red ferroviaria que nos agilice las comunicaciones y el desarrollo en aquellas zonas que se considere realmente necesario, se hace necesario un criterio mancomunado de actuación. Por supuesto, no discuto ahora si esa coordinación debe estar en Barcelona, Bilbao, Zaragoza o Madrid, pues para el caso que nos ocupa es lo mismo. Ser ciudadano no es someterse a los dogmas i parafernalias nacionales o nacionalistas, es formar parte de un estado donde todos disfrutamos de los mismos derechos y obligaciones sin que prevalezcan “derechos” históricos que la mayoría de la ciudadanía no entiende…

Se puede estar de acuerdo o no, pero hacer de jacobino un seudónimo de facha produce cierta hilaridad.

No debe olvidarse que los llamados movimientos jacobinos se dieron en muchos países europeos. Estos propugnaban la libertad política y de conciencia, acabar con los modelos aristocráticos–feudales y la configuración de cartas magnas basadas en la soberanía de la ciudadanía. Posiblemente, un punto de partida que coincide plenamente con la actualidad…

BRUTUS

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