viernes, 27 de octubre de 2017

SOMATÉN


Hace un suspiro que parte de los representantes políticos de Cataluña han declarado la independencia respecto a España. Dicen los medios de comunicación que las cuatro provincias catalanas configuran ahora una nueva República.

Bien, es un hecho, hay un montón de ciudadanía feliz y contenta celebrando la cosa, pero eso es lo que se ve, no lo que realmente es. No hay situación más tensa que la que hoy vivimos los catalanes, pues estamos rotos en dos. Mejor dicho, estamos quebrados.  Lo estamos tanto que es harto difícil imaginar el futuro de nuestra tierra. Habrá gentes a los que la cuestión soberanista les sea aire que se respira, pero lo realmente importante es que no son –en ningún caso- la mayoría social que pudiese justificar el dantesco escenario que hoy se ha dibujado.

La proclamación de la nueva República Catalana ha mostrado sonrisas, pero esconde muecas tristes y me atrevería a decir que también más que pocas lágrimas. No es la decisión de hoy algo que pueda entenderse como aceptada por todos aquellos que viven en el Principado, bueno, ahora ¿republicado?. En fin, yo no sé qué hacer o decir y es más que probable que corresponda hacer del silencio la mejor de las respuestas. Me decía uno de tantos amigos que hoy ha cruzado palabras conmigo, que era más difícil callar que soltar la boca y ya ven, no puede uno hacer caso, no en balde siempre preferí  las cabras a las ovejas.

Veamos, en Madrid no se ha querido atar una solución en tangente y en Cataluña pareciera que se vaya ganando el pulso por incomparecencia del contrario. La verdad, la cruda verdad, es que la posición silente que muestra el Estado es la calma que precede a la tormenta. Veo y leo que muchos de los apasionados e hiperventilados independentistas, llaman a defender las instituciones catalanas. Incluso he podido fijar la vista en textos que animaban a los que somos templados, equidistantes o terceristas, a quedarnos en casa con nuestras familias y a no sufrir. Dicen que serán los verdaderos patriotas los que reciban los golpes y defiendan la República con sus cuerpos. Muy épico el ofrecimiento, pero no lo comparto. No quiero que nadie deba partirse la cara por nadie, debió servirnos eso tan desgastado y vetusto que se llama Democracia ¿les suena?.

Pasen y vean, busquen y desgranen, tómense su tiempo y no se abandonen a la rabia. Lo contrario es caer en lo que ya se denota en eso tan en boga de la red: aparecen demasiadas fotos de militares como alegoría de la solución al problema catalán y también ilustraciones de miquelets (tropas catalanas del Siglo XVIII) como icono de resistencia. Subyace una épica estéril y tosca, es cierto, pero las gentes que cuelgan esas cosas, explican los extremos. Ya sabemos, son los síntomas los que dan las pautas de la patología.  No es momento de esperar que la suerte arregle el caos, es momento de trabajar en base a hechos concretos que eviten la violencia. Sí, una violencia que siempre es derivada de relatos beatíficos vacíos pero tóxicos.

En breve plazo se gritarán proclamas para defender a la Patria y ¿saben?, mejor que aquellos que crean en ellas marquen los enfrentamientos en los descampados de pueblos y ciudades. Pues siendo los gestos importantes, hoy se ha dado uno de relevancia capital: aquellos que marcan o pretenden marcar el futuro de más de siete millones de catalanes, han votado por proclamar la República  de forma secreta. Cómo decía un gallego en Airbag, la genial película de Juanma Bajo Ulloa, profesional, muy profesional…

Hoy estoy intranquilo, triste y decepcionado. En cualquier caso, si se llama a Somatén, espero que me pille lejos, pues como ya dije muchas veces, no puedo imaginarme que nos hayamos de significar al ver de qué lado se vierte la primera sangre.

Cuidado pido a los aedos de un futuro épico y costoso. Esto no terminará rápidamente y lo que es peor, lejos de disfrutar, lo sufriremos.

POLITICA ES MORAL 

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