Hace un suspiro que parte de los representantes políticos de Cataluña han
declarado la independencia respecto a España. Dicen los medios de comunicación
que las cuatro provincias catalanas configuran ahora una nueva República.
Bien, es un hecho, hay un montón de ciudadanía feliz y contenta celebrando
la cosa, pero eso es lo que se ve, no lo que realmente es. No hay situación más
tensa que la que hoy vivimos los catalanes, pues estamos rotos en dos. Mejor
dicho, estamos quebrados. Lo estamos
tanto que es harto difícil imaginar el futuro de nuestra tierra. Habrá gentes a
los que la cuestión soberanista les sea aire que se respira, pero lo realmente
importante es que no son –en ningún caso- la mayoría social que pudiese
justificar el dantesco escenario que hoy se ha dibujado.
La proclamación de la nueva República Catalana ha mostrado sonrisas, pero
esconde muecas tristes y me atrevería a decir que también más que pocas
lágrimas. No es la decisión de hoy algo que pueda entenderse como aceptada por todos
aquellos que viven en el Principado, bueno, ahora ¿republicado?. En fin, yo no
sé qué hacer o decir y es más que probable que corresponda hacer del silencio
la mejor de las respuestas. Me decía uno de tantos amigos que hoy ha cruzado palabras
conmigo, que era más difícil callar que soltar la boca y ya ven, no puede uno
hacer caso, no en balde siempre preferí las cabras a las ovejas.
Veamos, en Madrid no se ha querido atar una solución en tangente y en
Cataluña pareciera que se vaya ganando el pulso por incomparecencia del
contrario. La verdad, la cruda verdad, es que la posición silente que muestra
el Estado es la calma que precede a la tormenta. Veo y leo que muchos de los
apasionados e hiperventilados independentistas, llaman a defender las
instituciones catalanas. Incluso he podido fijar la vista en textos que
animaban a los que somos templados, equidistantes o terceristas, a quedarnos en
casa con nuestras familias y a no sufrir. Dicen que serán los verdaderos
patriotas los que reciban los golpes y defiendan la República con sus cuerpos.
Muy épico el ofrecimiento, pero no lo comparto. No quiero que nadie deba
partirse la cara por nadie, debió servirnos eso tan desgastado y vetusto que se
llama Democracia ¿les suena?.
Pasen y vean, busquen y desgranen, tómense su tiempo y no se abandonen a la
rabia. Lo contrario es caer en lo que ya se denota en eso tan en boga de la
red: aparecen demasiadas fotos de militares como alegoría de la solución al
problema catalán y también ilustraciones de miquelets (tropas catalanas del
Siglo XVIII) como icono de resistencia. Subyace una épica estéril y tosca, es
cierto, pero las gentes que cuelgan esas cosas, explican los extremos. Ya
sabemos, son los síntomas los que dan las pautas de la patología. No es momento de esperar que la suerte
arregle el caos, es momento de trabajar en base a hechos concretos que eviten
la violencia. Sí, una violencia que siempre es derivada de relatos beatíficos
vacíos pero tóxicos.
En breve plazo se gritarán proclamas para defender a la Patria y ¿saben?,
mejor que aquellos que crean en ellas marquen los enfrentamientos en los
descampados de pueblos y ciudades. Pues siendo los gestos importantes, hoy se
ha dado uno de relevancia capital: aquellos que marcan o pretenden marcar el futuro
de más de siete millones de catalanes, han votado por proclamar la República de forma secreta. Cómo decía un gallego en
Airbag, la genial película de Juanma Bajo Ulloa, profesional, muy profesional…
Hoy estoy intranquilo, triste y decepcionado. En cualquier caso, si se
llama a Somatén, espero que me pille lejos, pues como ya dije muchas veces, no
puedo imaginarme que nos hayamos de significar al ver de qué lado se vierte la
primera sangre.
Cuidado pido a los aedos de un futuro épico y costoso. Esto no terminará
rápidamente y lo que es peor, lejos de disfrutar, lo sufriremos.
POLITICA ES MORAL
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