miércoles, 8 de noviembre de 2017

EN EL FONDO, LA IZQUIERDA


Yo le rezo con fe insondable a Jaume Perich Escala, "El Perich". Escritor, dibujante y humorista, fue uno de los más bruñidos espejos en los que reflejar lo que era y sigue siendo nuestra sociedad.  Le añoro –y no soy el único- pues apuntilló la realidad de un modo que nos hace imposible olvidarle. El puñetero maremagnum de nuestro presente, al maestro Perich le ofrecería un caladero densamente poblado de feliz estupidez. Vamos, tendría el hombre una fuente de inspiración inagotable. Su pluma, en los momentos que vivimos, hubiese sido más fuerte que la espada, no en balde la esgrimiría un espíritu libre.

Tengo grandes frases del maestro grabadas a fuego en mi pasado. Hoy mismo, siguen explicándome de que va la pertinaz gana de cacarear y no poner nunca un huevo para hervir en el puchero. Una de las que más me gustan y que recuerdo cabreaba mucho en mi casa, dice así: “En nuestra sociedad no hay trabas: se puede ser de derechas o se puede pensar de izquierdas.” Mi augusto padre y algunos de mi familia ponían a bajar de un burro a Perich, pero tras las primeras descalificaciones –curiosamente- se hacía el silencio. Era y es un hecho, ser de izquierdas nos hace críticos. ¿Saben?, eso lo sabemos todos y siendo bueno y necesario eso del criterio propio, nos abre brechas en el frente y acabamos recibiendo hasta en el carnet de identidad.

Miren, uno era joven y ya empezaba a intuir de que iba eso de sobrevivir en el progresismo. Aprendí en casa que progresar era o debía ser avanzar, mejorar, en definitiva, hacer adelantos en aquellos aspectos para lograr una sociedad verdaderamente justa. Pero claro, teniendo maestros, uno va aprendiendo -¿lo imaginan?- a cuestionarlo todo. Llegó a mis manos, cuando contaba con quince tiernos años el libro Prietas las Filas de la hispanista Sheelagh Ellwood y se me vinieron al suelo todos los palos del sombrajo. La obra relata la historia de la Falange desde 1933 a 1983 y he de decirles que me gustó la lectura a la par que me preocupó y mucho. La cosa me quedó meridianamente clara: la derecha converge ante lo que considera sus objetivos y la izquierda ni por asomo. De no ser así la cosa, ¿estaríamos como estamos?, no lo duden, la respuesta es un no como el sombrero de un picador.

Vamos a los hechos que se nos imponen y observemos que ha ido sucediendo y sucede en el presente de España. En Cataluña más de dos millones de ciudadanos se han puesto de acuerdo durante años en mostrar en la vía pública la defensa de una idea que es una ilusión. Una ilusión que no parece concretarse en un proyecto de eso que les apuntaba antes como progreso. Se confunden los sentimientos con la solución a los verdaderos problemas del país y lo más sorprendente del caso es que la izquierda se ha integrado en la sinrazón de un objetivo, hoy por hoy, vacío. Es exigible, de los partidos que se denominan progresistas, el compromiso de que su poder de convocatoria se dirija a luchar por lo realmente necesita la gente. A riesgo de caer en la tontería, eso que necesitamos se concreta en la educación, la sanidad, la atención a la dependencia, la justicia, las infraestructuras y como sostén de todo ello, en el desarrollo de medidas económicas adecuadas y realistas.

Pero nones, la derivada de la casa común de la izquierda es la propia de una finca mal construida con filtraciones en paredes y techumbre. Lejos de buscar soluciones a los problemas, los políticos del espectro izquierdoso se acomodaron en el estatus de cargo electo, se agarraron al poder en base a sus rendimientos electorales y a los ingresos que estos generan. Así nos luce el pelo y lo dice un calvo. Vamos a ir tomando el pulso a la realidad: hemos perdido la guerra de las ideas por no saber construir nada útil sobre ellas. Dando mil y una vueltas sobre lo que han expresado nuestras calles, reivindicando conceptos vagos de España y Cataluña, lo único que vemos es trapo desplegado que no acoge aire para hacer navegar la nave. Me cuesta creer que no hagamos frente común para conseguir un futuro tangible. No entiendo que la pléyade se siglas de la izquierda hispana se maquille cada día en cuestiones superficiales que no van más allá de tranquilizar su conciencia. Bien le ha ido a todo el mundo el llamado problema catalán.

En el fondo, la izquierda. En la superficie una derecha homogénea y empoderada que debería estar encausada y sentenciada. Demasiadas veces lo escuché de aquellos que van ganando: la izquierda no hace nada a derechas. Añadiría lo que amargamente decía Don Ginés: el comunista deja de serlo cuando tiene moto propia, igual que el cura, llegando a obispo, deja de creer en Dios.

POLITICA ES MORAL 

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