viernes, 3 de noviembre de 2017

EL BARÓN RAMPANTE


No sé  qué me lleva a mirar poco hacia Italia. De hecho, mi presencia en el país transalpino siempre resultó grata, pero quizás intuyo a los italianos una mar de fondo que nunca comprendí. No me gusta la improvisación como modelo de conducta social, será por la poca sangre tedesca que me queda en las venas.

Raruno es uno cuando intenta entender la realidad, no lo voy a negar. Pero miren, siempre parece que invitados inesperados me ofrecen pautas cuando mi pelota no da para más y amanaza con estallar. Hoy he visto –como me sucede demasiado últimamente- un asidero en la única  finca valiosa que poseo. Me refiero a mí amada biblioteca y entre todos sus habitantes, voluntarioso y extraño, se me ha significado el lomo del Barón Rampante del genial Italo Calvino.

Nacido en Cuba, Calvino regresó al país de origen de su familia y  a la edad de veinte años, fue reclutado por la fascista República Social Italiana. Desertó y se incorporó a los partisanos que la combatían. Tras el conflicto mundial, retomó sus estudios y trabajó como periodista mientras empezaba a sumergirse en la literatura. Quien conoce al autor, observa que ahí encontró el modo de intentar explicar eso de ser ciudadano en el tiempo que le tocó vivir. Bien, siendo su producción vasta, como les decía, ha sido el Barón Rampante lo que hoy me ha recetado el literato a modo de analgésico.

El libro explica la vida del Barón Cosimo, un noble en decadencia que tras una banal discusión con su padre decide vivir en los árboles y nunca más volver a habitar la tierra. Curiosa propuesta, ¿no es cierto?. Bien, quizás no tan descabellada, pueden creerme. Creo que podrá resultar curiosa la historia, pero Calvino describe magistralmente un mundo que niega la voluntad y los deseos del individuo. Comparto la tesis en su totalidad, pues es un hecho que las sociedades, mejor dicho, los gobiernos, pretenden poner en barbecho la libertad del ciudadano y buscaron y buscarán la forma  de allanar el criterio subjetivo en aras de unos supuestos comportamientos que buscan el bien común.

Miren, les hablaba de los asideros necesarios y de la mentalidad italiana, pero quiero guiarles al movimiento al que inicialmente se sumó Calvino. Me refiero al neorralismo, una forma de escribir que se convertirá en uno de sus valores inapelables: el autor simplifica su narrativa con una sincera voluntad de servicio a sus lectores, a todos los lectores, incluso a aquellos que pudiesen considerar no serlo.

En honor a mi hoy Doctor de cabecera acabo y lo hago simplificando, pues no queda otro remedio. En Italia la mafia es cosa de antiguo y ha controlado la sociedad en caótico orden, pero en España –supuesta nación modélica- los delincuentes no necesitan sombras y a cara descubierta, forman parte del gobierno.

POLITICA ES MORAL 

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