Yo les confieso que le prodigo fe
a Albert Camus y hay cosas de este pied-noir
que me sirven casi al nivel mismo que
San Agustín, pero a pesar de haberle leído e interiorizado durante mucho
tiempo, aquello de que en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de
desprecio, estimados amigos, no me lo trago.
No somos buenos, somos corderos
que se victimizan, pero llegada la oportunidad de cambiar rebaño por manada,
nos encumbramos en lobos. Plautó clavó la expresión Homo
homini lupus –el hombre es un lobo para el hombre- y lo hizo en el grato ámbito
del teatro, pero llegado Hobbes a escena, lo que era pauta de ficción, se
convirtió en realidad sangrante.
El bueno de Tomás Hobbes nos pasó
muy bien la mano por la cara, nos enseñó o mejor dicho nos restregó la verdad
irrebatible de que el ser humano es egoísta por naturaleza. El inglés aceptaba
que bien estaba aquello de esforzarse en hacer que las personas abriesen su
corazón, en que militasen en la generosidad y pudo incluso reconocer en ello un hermoso
objetivo social. En cualquier caso -siento hacerles un spoiler- el tipo lo
acabó viendo muy claro: para hacer que el sistema funcione, mejor un monarca
absoluto que imponga un orden estricto y purgue a los que de la raya se salen…
Ayer me sentí lejos, muy lejos de
mis iguales. Ayer me puse como un basilisco, y de no haber sido por la
presencia de mi hijo, le hubiese roto el alma a un mal nacido. En cualquier
caso –ustedes me conocen- no pasé de puntillas para quedarme en el amago y así
hoy saco la siete muelles para despreciar a un hombre que nunca será persona y
siempre será gentuza.
Se hablaba de los comicios que
habrán de celebrarse el próximo domingo, cada uno iba diciendo la suya y con
más o menos dulzura nos dábamos en los morros pero en principio, pareció que
todo quisque respetaba al contrario. Hasta que abrió la boca un espécimen de no sé que subgénero humano que en aras de
no sé qué prestigio de España, afirmo sin cortapisas que Pablo Echenique
(Secretario de Organización de Podemos) no era digno de ser un personaje de la
política española, literalmente dijo: “¿quién ha puesto a ese inútil de la
silla en primera fila?”.
Miren, antes lo apuntaba, conté
hasta diez y me pareció que fueran diez mil, tragué saliva que supo a bilis y
me imaginé rompiéndole la cara con una pasión desaforada. ¿Saben cómo continuó
la cosa?, pues sencillo, entendió el silencio como una victoria y su discurso
fue in crescendo, afirmó sin empalago que no era normal que
un país lo gobernase “gente así”. Imaginen, hablaba el oligofrénico de gente así y yo le miraba,
le analizaba y le traspasaba con dardos que nadie notaba. Pues hubo quién empezó
a hablar de que el aspecto es muy importante e incluso hubo un lumbreras que
afirmó que un minusválido (eso sí, utilizó el término de forma muy educada el
muy cabrón) podía dar una imagen de debilidad a un Estado.
A esas alturas yo ya estaba por
masacrar sin miramientos, pero cerca había niños y comprenderán ustedes, no era
plan. En cualquier caso -ya me conocen- advertí por activa y pasiva, apelé a
los méritos de las personas al margen de su condición física, plantee que es el
intelecto lo que hace capaz a cualquier profesional y ello es lo mismo en la
política, se ejerza esta donde se ejerza. Una vez más sonrisitas y como siempre, los tontos del haba que a pesar de leer, casi nunca entienden lo que explican
las palabras, me afrentaron con uno de mis artículos en los que ensalzaba la
elegancia como parte intrínseca de aquellos que están a la vista del público.
Batallé sin esperanza y perdí,
jirón a jirón, las fuerzas para acabar –como viene siendo habitual- siendo causa
de todos los males. Todos los corderos se convirtieron en lobos y llegó aquello
de pies para qué os quiero. Pero como soy también un apasionado de las fábulas
de Esopo, me reconozco en tortuga y me encantará joder a las liebres. Las que
nos ocupan son gentes de pocas luces y magna soberbia, gañanes que más allá de
trabajar para gastar en Media Markt (que les dice que no son tontos), no saben
más que ensoñarse con las mujeres de otro para acabar restregándose con sus esposas
a las que ellos mismos llaman loros. En
contraposición, el que ellos llaman tullido (me sorprendió que uno de ellos
utilizase el término), es Licenciado y Doctor en Ciencias Físicas, trabaja como
científico titular en el Instituto de Química Física Rocasolano del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y es colaborador extraordinario
en el departamento de Física Teórica de la Universidad de Zaragoza. Ahí es ná
lebratones de medio pelo, que por no ver no veis en vuestros ojos los orzuelos.
El que empezó la digamos
reflexión, escribe aya sin hache (créanme, no sabe el significado de la palabra
sin la consonante) y alterna las bes y las uves con una alegría que provoca
escalofríos. Este es el ejemplo de ciudadano que escupe sobre el honor de un
gentilhombre con el que se podrá estar de acuerdo o no, pero que atesora más valores de los que
la mayoría de los comunes no obtendrá nunca ni en sueños.
Pablo Echenique es un referente y
una esperanza para todos aquellos, que reconociéndose alguna limitación, han sabido ver en el podemita un hombre al que
vale la pena seguir a la velocidad que marca su motorizada silla. Liebres, os
cacé a tiros en el pasado, os desollé y os cociné con esmero. Apartaos de mi
camino o, no lo dudéis, sabréis lo que es bueno.
POLITICA ES MORAL
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