Aunque estoy convencido de que nada cambia, para mí es importante actuar como si no lo supiera. Leonard Cohen
Estamos convencidos de nuestra
razón ante lo que llamamos “problemas de
España”. Sin duda, no puede negarse que todos encarnamos un regenerador de
la Patria sea cual sea nuestra edad, formación, ideología o lugar de
nacimiento. Igual que hablamos de futbol sentando cátedra sobre alineaciones,
sistemas de juego y fichajes, también nos llenamos la boca de quejas sobre
políticos, banqueros y los “poderes fácticos”
que decimos nos oprimen.
Cuando finaliza la tan
tradicional tertulia ibérica y se da por sabido que todo en España funciona
mal, alzamos nuestra cerveza, vinito o refresco gaseado y deseando lo mejor
para aquellos con los que hemos brindado, adiós y nos vemos en otro lado…
Hay en nuestra naturaleza
grandeza de espíritu y curiosamente, a un tiempo, mezquindad contrastada. Somos
capaces de lo mejor y de lo peor, enormes y pequeños en un solo cuerpo.
Dispuestos a la generosidad desmesurada y al egoísmo más mísero. Aún así, aquí
estamos y mucho camino habremos de recorrer juntos o por separado.
En cualquier caso se detecta, con
un poco de atención, un denominador común sea cual sea la provincia o población
en la que los ciudadanos vivan. Mucho hablamos y escribimos, mucho nos cargamos
de razón y votamos a bríos sin mesura. Tras el calentón, pólvora quemada y un “mirad, está visto que no se puede hacer nada”…
Es en ese momento cuando
empezamos la penitencia en base a nuestro pecado. Un pecado que no se recoge en
los diez mandamientos cristianos, un pecado que de tan común lo hemos hecho
virtud, un pecado que por nombre tiene el de queja y por apellido continua.
Es tradición en nuestra piel de
toro el determinismo-fatalista, el
convencimiento en fuero interno de que todo lo que ha sucedido y pueda suceder,
es fruto de las acciones de algunos elementos
todopoderosos y que por ello, estamos predestinados a someternos en mayoría
a la voluntad de unos cuantos. Nada podremos hacer en base al propio criterio…
Pues no, nada peor que la
aceptación del sometimiento como forma de vida, nada más criticable que la
crítica vacía, nada más censurable que la censura forzada, nada más punible que
la inactividad complacida. Elevando quejas denunciamos lo que vemos,
compartiéndolas hacemos opinión, pero la tercera pata es el compromiso y la
acción.
Muchas veces reflexionado, hasta
la saciedad esgrimido, cuando alguien quiere peces, debe mojarse el culo. Mientras
algunos faenan entre el caos de la tormenta, la mayoría nos quedamos a
resguardo y en la solución, callamos…
POLITICA ES MORAL
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