Yo soy un equidistante, yo soy un
pontonero, yo deseo terceras vías y por ello, muy gustosamente, habré de pagar
un precio. La Real Academia de la Lengua define equidistancia como la igualdad de distancia entre varios puntos
objetos, pero la realidad es que equidistancia es sinónimo de centrado aunque
la política española prefiera equipararla –ya verán como- al término paralelo.
Así nos ha ido y va la cosa, una
crisis económica, ausencia de respuestas a la misma y salidas hacia adelante
para despistar la gravedad de la realidad. Ha sido útil el conflicto
territorial, ha sido increíblemente sencillo –gracias al mismo- aparcar la
corrupción y la inoperancia de los gobiernos, fuesen estos del estado, de las
autonomías o de los municipios. En definitiva y si se me permite el símil, los
piratas han puesto sus navíos en paralelo al enemigo y a pesar de parecer
amenazar con toda su artillería, lo que verdaderamente hacían era ir achicando
el agua que amenazaba con hundirles. Falsas batallas hemos presenciado para que
los padres del latrocinio protegiesen el botín. Ganando tiempo, los
filibusteros han arrasado las costas y nos han empujado tierra adentro,
alejándonos de la posibilidad de combatirles.
Bien, me dicen los que defienden
la unidad de España que Cataluña miente al plantear que su futuro será mejor de
ser independiente. Yo, como español, aún espero a un estadista (no a un
mindundi que defiende a los cacos) que
se presente en rueda de prensa no virtual ante la opinión pública y explique,
hasta el más nimio detalle, cual es la realidad de la relación económica
España-Cataluña. ¿Tanto cuesta apabullar al contrario con datos concretos?, uno
piensa que no. De hecho, los tontos de mis padres me enseñaron que la verdad
solo tiene un camino y que los datos no tienen amo. Miren, la presencia esta
semana pasada de Mariano Rajoy en el Círculo de Economía de Barcelona, abona mi
tesis y me empuja hoy a acercarme a ustedes. El tipo es como tantos en la
historia de nuestro país, es un mercader de glorias pasadas y fabricante de mentiras
que dan réditos a los que exprimen a la ciudadanía en su beneficio.
¿Pues no va todo un Presidente
del Gobierno de España y muy ufano afirma que se acabó la equidistancia?. ¡Por
todos los Santos!, ¡pues venga!, ¡pues vale!, vamos a liarla parda y oiga, de
algo nos ha de servir un ejército bien engrasado. No puedo racionalizar que un
gobierno no sea capaz de entender que gobierna para todos, incluso y sobre todo
para la ciudadanía díscola. Es imposible imaginar (aunque haya sucedido) que
ante la razonable petición del empresariado catalán de buscar propuestas que auspicien
vías razonables y calmas, que no plantean la secesión, el Presidente de mi país
diga que nones, que aquí la Constitución y aquí unos amigos.
Es un asco leer, aprender y por
tanto guardar en la memoria. No sé qué leches nos pasa, no sé qué puñetas hemos creído que
éramos, pero llevamos cagándola hace siglos en los momentos importantes.
Flandes resultó un desastre por una cabezonería que nada tenía que ver con la
economía del Imperio, el Caribe y el Pacífico se perdieron por no saber ver que
una maniobra a tiempo nos hubiese mantenido los puertos abiertos y más
recientemente, lo poco que conservábamos en África se perdió por entestarnos en
estar ciegos. ¿Qué Cataluña no es lo mismo?, sí es lo mismo. Por mucho que
hablemos de territorio patrio, los supuestos patriotas joderán la piel de toro
una vez más. ¿No lo vemos?, nadie habla de España. Los que gobiernan hablan de
“su España” y la verdad, no es la mía. ¿Saben?, fuimos un imperio que se
mantuvo incólume más de tres siglos, pero eso se logró con el ímpetu de una
población que al margen de sus reyes y gobernantes, ante los problemas,
apretaron los dientes.
Me asquea lo bien que ha ido
coser banderas en lugar de velámenes para nuevos barcos, somos tan sinvergüenzas
que hemos pervertido al ilustre Méndez Núñez. Ahora, los más indignos
navegantes se afanan en subirse a la frase y hacer propio aquello de que más
vale honra sin barcos que barcos sin honra. Malditos bastardos todos los que me dicen defender España y no son capaces
de llamar a las cosas por su nombre. No sé demasiado bien si existirá mejor
forma de describir nuestra historia, pero una vez más me traigo del brazo a Miguel
de Unamuno y proclamo lo mismo que dijo el profesor en el paraninfo de la
Universidad de Salamanca: venceréis pero
no convenceréis. No sé, comulgo con la idea que los logros que no se
consiguen por el convencimiento, lejos de perdurar, son embrión de futuros
conflictos.
Estoy cansado de veras, me he
desgañitado preguntando a los independentistas que soluciones guardan en la
manga para crear esa nueva república de la que me hablan. Doy fe de que creen
en la misma, pero esa la cuestión, entiendo que hacen acto de fe y dedican sus
oraciones a que les salga bien. ¿Dirán que están locos?, pues no se engañen,
podríamos decir lo mismo de los gobernantes españoles que se blindan en la
legalidad vigente, se inhiben de salir a la palestra con verdades como puños y
así tapar bocas. Es asunto sencillo, si el cántaro se rompe, probablemente a
Cataluña le irá de puñetera pena, pero no olvidemos que una situación límite
podrá afectar a España en un 20% de su PIB. Pocas bromas, toca remangarse,
callar y empezar a hacer. Puñeta que uno es español viejo, también catalán a todas luces y algo sabré de lo que
pasa en mi tierra.
Es un hartazgo lo que vivimos,
las gentes se desesperan, necesitan respuestas y como estas no pueden darse, se
les azuza contra los que dicen estar frente a ellos. Ya hablamos de enemigos y
sepan que hablar del enemigo demuestra que alguien ha decidido que los muertos
lo explican y lo callan todo. ¿El Gobierno español quiere posiciones fuertes?,
pues debe empezar a mostrar la suya. Alguien deberá advertir a Mariano Rajoy
que obras son amores y no buenas
razones. Viene al caso poner atención en la ampliación del convenio económico
con el País Vasco y preguntar a quién corresponda que provoca que no pueda
llevarse al pragmatismo lo que en el Barrio de Salamanca denominan el “problema
catalán”. No hay duda, los cuatro mil millones que amplían la faltriquera de la
Hacienda Vasca están muy bien pagados. Dan aire a una realidad mafiosa que
necesita ampliar su margen para salvar el honor mintiendo.
Anoche me fui a la cama con la
constatación de que la ultraderecha amenazó a un alcalde levantino que cumple
la ley de memoria histórica. En el mismo pueblo en el que se dio la amenaza,
algunos vecinos acusaban al alcalde de rojo y de defender a los comunistas que
mataron a no sé quién. Yo veo en el amargo incidente la realidad de toda España
y me asusta de veras intuir que los
hijos de puta que nos ultrajan y roban, una vez más, no tendrán empacho en
rellenar las cunetas de las carreteras patrias. Si se escapa un tiro en
cualquier comarca de Cataluña y se contabiliza el primer muerto, se perderá
otra vez Flandes y el hermoso sueño de un futuro común se esfumará como sucedió
otras tantas veces.
¡Viva España y viva el vino!
Si no fos que em sento independentista signaria tot l'article (no es l signo per petits detalls de sentiment de pertinença) ��. Llegeixo tot l'article i penso... qué fàcil seria si la majoria dels que se senten espanyols i sobretot dels polítics espanyols veiessin les coses com tu les veus...
ResponderEliminarHola Josep.
ResponderEliminarHacía tiempo que no me pasaba por tu blog. Sin embargo, hace unos días vi una contestación tuya (datada el 16 de mayo) a uno de mis comentarios de hace ya varios meses, en tu artículo "Me hacen daños los zapatos".
Bueno, a mí me siguen haciendo daño los zapatos; me duele la economía, la crisis y las injusticias. Y, como convencido unamuniano, me sigue doliendo España.
A los dolores familiares (problemas de salud, problemas económicos...) tengo que sumarles los dolores provocados por los cansinos del "procés". Esto es un vivir sin vivir en uno mismo, como decía Sta Teresa de Jesús.
Solamente decirte que te sigo leyendo, pero desde una discrepancia que ya no me interesa debatir ni mostrar, ni en público ni en privado.
Un saludo.
P.D. En tu artículo "Me hacen daño los zapatos" intento aclararte algunos "malentendidos".