martes, 23 de mayo de 2017

SÍSIFO Y EL HOMBRE REBELDE


Bien está lo que bien acaba si el acabar es un principio, en ese punto está el Partido Socialista Obrero Español y no hay que darle mucha vuelta a la cuestión. O se entiende que las primarias de ayer marcan  el año cero, o perseverar en las glorias del pasado acabará en la extinción de una de las organizaciones políticas más necesarias para España.

No veo yo a Pedro Sánchez muy cargado de razones de gobierno que hubiesen de facilitar un tranquilo navegar, es cierto, pero también he de afirmar que ha sabido ser coherente y ahí corresponde otorgarle el mérito. Los pesos pesados del socialismo español, apoyados en una gran masa social cargada de ilusión que creyó sus mentiras, han sido buhoneros incorporados a las élites extractivas de las que decían defender al pueblo.  Las diferentes ejecutivas del PSOE y sus representantes autonómicos, se han pasado decenios  en constante conflicto por mantener el estatus al margen del interés de sus votantes. La derivada es conocida por todos: se abandonó la idea de una izquierda de progreso  y la derecha más conservadora e involucionista pudo crecer en su electorado sin encontrar resistencia.

En la previa de las elecciones municipales de 2015, en las que tuve el atrevimiento de postularme, pude observar que el socialismo parecía un personaje bipolar e histriónico que un día  era federalista, otro tradicionalista, otro nacionalista y si se daba la necesidad, revolucionario de arma en mano. En resumen, la magra ideología que atesoraban las siglas, hubo de verse sustituida por la estrategia dirigida a mantener cuota electoral a cualquier precio. El miedo, el arma que tan bien definió José Luís Sampedro, llevó al socialismo a una nueva concepción de su realidad: se llegó al socialisto. Se pretendía mantener la gallardía de otro tiempo, pero perdidas las razones, quedó la picardía como único argumento. No en balde, el PSOE se sabía parte del latrocinio hispano y por tanto no podía apelar a las masas para cambiar el país. El hacer planteamientos directos para poner límite a la corrupción del Partido Popular, hubiese dejado al aire las vergüenzas propias y eso, nadie lo duda, no podía permitírselo. 

Miren, esto ya es viejo, la ejecutiva que ha resultado de las primarias no ha de quedarse en la personalidad o donaire del Secretario General. Hartazgo es repetir que el gran desafío del PSOE es recuperar el control de la situación en sus reinos de taifas y establecer una estructura de poder que pueda dirigir de forma eficaz y eficiente el asalto, no al poder, sino a la pretérita confianza de la gente. Insisto, es cansino repetir las cosas, pero atendiendo a que la realidad se impuso del peor modo y permitió ver lo insustancial del estómago socialista, toca otra vez recordar a los responsables del nuevo momento, que corresponde luchar –sin populismos- por la justicia social basada en la sociedad del bienestar.

El mérito de Pedro Sánchez es haber demostrado que las bases son la verdadera sabia del partido. En torno a esa idea se han significado antiguos silencios que ahora son voces que hablan alto: corresponde abandonar el disimulo, llamar a las cosas por su nombre y retomar la decencia como el arma más liberadora y mortífera. Todo lo sucedido hasta el momento ha sido consecuencia de que los barones, factótums o  llámenles como quieran, sentían como se les apretaba la soga que tenían al cuello y deseaban, a toda costa, salvarse.

Escucho y leo hoy valoraciones que hacen imaginar una nueva guerra civil atizada por los antropófagos podemitas y los diablos cujuelos nacionalistas, pero en lugar de tanto llamar a somatén para salvar España, quizás deberíamos entender que solo será posible esa salvación, si por encima de la ideología, ponemos la integridad. Eso se consiguió, ciertamente de forma embrionaria, hace dos días con las primarias socialistas. Podemos y Ciudadanos son el mejor síntoma de la propia realidad del PSOE y ha de explicar que la pérdida de contenido e ideología, hizo que estas formaciones, demasiadas veces vacías de programa, pescasen en las aguas socialdemócratas.

En toda ciudad y pueblo deberán abandonar sus puestos los que dicen defender el Socialismo del pasado. No son ya adalides de otra causa que no sea la suya propia, son políticos profesionales que durante demasiado tiempo mordieron la mano de su amo, me refiero al ciudadano. ¿Saben?, yo ya no pienso ni en la posibilidad de ganar elecciones, creo que toca devolver la dignidad a la labor política y demostrar que el progresismo es la vía y que por mucho que se elucubre,  no queda otra. Toca abandonar el miedo que antes apuntaba y mirar a la izquierda en general, abandonar el navegar errático y los pactos como opción de supervivencia de la cúpula y centrarse en la ineludible labor de limpiar la corrupción en el partido, las instituciones y regenerar la Democracia en España.

Saben que duermo y sueño muchas veces a la sombra de Albert Camus y hoy me doy en ello otra vez.  Toca ver a la serpiente en el despertar de los nuevos totalitarismos ideológicos, entender que tanto derecha como izquierda deben obligarse a un constructivo  diálogo, pero que en ese diálogo, la izquierda y las posiciones del PSOE deben dar sentido a la rebeldía evitando el nihilismo y demostrando la existencia de alternativas viables. 

En las primarias del domingo, uno recordó que hay que negar el mito de Sísifo y afirmar que la esperanza existe si el hombre rebelde se entesta en creer en ella. La posición de Pedro Sánchez no está desprotegida, los enemigos de su victoria parecen explicarla.

POLITICA ES MORAL

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