Todo aquello por lo que luchamos
y en lo que creemos -la libertad, la igualdad y la justicia-, encuentran su máxima expresión en el despacho
de un concejal, pues es allí donde todos esos valores se concretan en personas
con rostro. Horacio Amezúa
En ocasiones, no tengo más que
mirar a mi alrededor para convencerme (disculpen ustedes la presunción), de que
casi nadie hace un buen análisis de su verdadero papel en la política local. Si
seguimos las declaraciones, explicaciones y acciones de aquellos que ejercen un
cargo local o postulan al mismo, podemos observar que no siguen un principio
básico, la subsidiariedad.
En un municipio, la incorporación
a la política debe obedecer a criterios de proximidad. O lo que es lo mismo, el
ciudadano se reconoce como responsable de su entorno y en base a ese
compromiso, actúa. Esta ecuación no es de sencilla resolución por la imposición
de criterios de política general de los
partidos tradicionales o de aquellos, que apareciendo como novedosos, desarrollan
su labor clonando las mismas estructuras caducas.
El político local se debería incorporar
al trabajo con la voluntad de hacer ciudadanía y no política al uso. El
compromiso debería ser grande y con el deseo de establecer criterios de gestión
cuyos objetivos y beneficios se circunscriben al ámbito municipal.
No caeré en el error de
considerar un municipio como un pequeño reino de taifas que deba vivir de
espaldas al escenario que suponen comunidades y Estado, pero afirmaré sin rubor
que la política debe construirse de la parte al todo. No puede entenderse que
un gobierno local se guie por propuestas mancomunadas que en muchas ocasiones,
no son aplicables en su área de competencia y que no tienen más objeto que
mostrar unidad de acción del partido madre…
El ciudadano observa, reconoce el
problema, se organiza y finalmente se compromete. Busca opciones para su
activismo y pretende incorporarse a alguna plataforma para trabajar. Hasta aquí,
el proceso es de manual, pero el problema es llevarse la sorpresa de que la mayoría
de esas plataformas de representación buscan solucionar sus problemas y no los
de aquellos ciudadanos a los que supuestamente dicen representar.
No hay más finalidad que la buena
gestión para conseguir el bienestar socio-económico. Pretender la trascendencia
personal en unas siglas, sin conseguir aportar cambios, no es ni más ni menos
que presunción vacía y traicionar el verdadero valor del servicio a la
comunidad.
POLITICA ES MORAL
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