viernes, 15 de marzo de 2013

FRANCISCO I: Acto de contrición.



 Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, me pesa de todo corazón haber pecado, porque he merecido el infierno y he perdido el cielo, sobre todo porque te ofendí a Ti, que eres bondad infinita, a quien amo sobre todas las cosas.

Propongo firmemente, con tu gracia, enmendarme y evitar las ocasiones de pecado, confesarme y cumplir la penitencia. Confío me perdonarás por tu infinita misericordia. Amén.

Lo que han leído es la versión católica de lo que en derecho se denominan “Circunstancias que atenúan la responsabilidad criminal”. En ellas se detalla que redundará en beneficio del acusado el “confesar la infracción a las autoridades antes de conocer el procedimiento que se dirige contra él” y el “haber procedido el culpable a reparar el daño ocasionado a la víctima, o disminuir sus efectos en cualquier momento del procedimiento y con anterioridad a la celebración del acto del juicio oral”.

Quienes creemos en Dios, debemos enmendar nuestros pecados antes del juicio del Padre. El heredero de Pedro, antes de calzarse las sandalias del Pescador, debe haber postrado su espíritu y ofrecer sus pecados como el punto de partida de la virtud de una Iglesia que hoy presenta más secretos que transparencias…

No negaré que si un Santo ha sido espejo y guía para quien suscribe, este es San Agustín de Hipona. En su obra “Confesiones”, nos describe de forma detallada sus pecados de juventud y como estos le sirven de acicate para convertirse al cristianismo. Ciertamente, nadie mejor que un pecador para reconocer la virtud.

Francisco I es el nuevo Vicario de Cristo. Nada de su persona y actos ha de ser oscuro y callado. Su pasado en Argentina, como Principal de la Orden Jesuita, parece estar manchado con la colaboración de la Iglesia con la dictadura de Videla y sus secuaces. Cierta esta o no, lo único que podemos esperar los cristianos de base, es que sus faltas sean su carga y su remedio. Que la angustia de aquellas decisiones tomadas en su tierra le hagan germinar brotes limpios y que estos crezcan en la esperanza de una necesaria nueva Iglesia que guste o no, es y ha sido la única organización humana que perdura a través del tiempo mientras imperios, reinos, dictaduras y democracias caen fruto de la propia naturaleza del hombre…

El Papa Roncalli, Juan XXIII, estableció un criterio que parece haber hecho propio el cardenal Bergoglio en su apostolado hasta su elección como Sumo Pontífice: “La Iglesia de Cristo es la Iglesia de todos, pero en los países subdesarrollados es la Iglesia de los pobres”.

Bergoglio elige como nombre Franscisco I en relación a la figura de San Francisco de Asís y su regla. Le deseo toda la suerte y que Dios le mantenga el temple y la fortaleza. Vivir conforme a la figura de su inspirador, le obligará a ser austero y sincero. Difícil posición en una institución regida por la ambición y la mentira.

Habemus Papam, que San Agustín le recuerde sus pecados y que San Francisco le indique el camino que la Iglesia ha de seguir para salvarse a sí misma…

POLITICA ES MORAL

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