jueves, 8 de marzo de 2012

ESPAÑA Y LA GUERRA DE LA IDENTIDAD.



España y los españoles perdimos en parte la “guerra de la identidad” allá a finales de los años setenta, al comienzo de la transición democrática.

Arrastrábamos el terrible complejo de haber vivido sin rebelarnos contra la dictadura franquista durante casi cuarenta años, por permitir que Franco muriese en su cama, por ser los “parias” políticos de Europa, por tener la vergonzante memoria de una cruenta guerra civil en la que España rojigualda eliminó físicamente a la España tricolor, etc,etc…

Todo pesó como una losa sobre la conciencia colectiva de todos los españoles. También en la de aquellos que se sentían sinceramente como tales en el País Vasco, Galicia y Cataluña.

A los complejos anteriores, se sumaron los derivados del injusto tratamiento dado por el franquismo a las señas de identidad cultural más íntimas y autóctonas de las nacionalidades “históricas”. Hablo de las lenguas propias de cada territorio, del euskara, el gallego y el catalán.  No hablo del folclore y los folcloristas, pues estos grupos eran afines al régimen y más españolistas que un oficial “africanista”…

En aquel contexto, en aras de la reconciliación, la paz social, la normalización política y la convivencia, todos teníamos la conciencia de que era imprescindible ceder en algo para “compensar”. Los españoles, inocentemente, juzgamos que la identidad no era importante…
Y entregamos la cuchara. Y nos equivocamos. Y de estos polvos…, estos lodos…

El caso es que nadie se atrevió a decir alto y claro que ser español no era seudónimo de franquista. Que sus símbolos eran dignos y respetables, que España constituía en realidad un concepto liberal, ilustrado, honorable y progresista.

La España de los constituyentes de Cádiz, de los defensores de Bilbao frente a los integristas carlistas, de los regeneracionistas y republicanos del XIX y el XX. La España de Azaña, Menéndez Pidal, Santiago Ramón y Cajal, Ortega y Gasset, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Pablo Picasso, Luis Buñuel, Américo Castro, Julián Besteiro, Sanchez Albornoz, Indalecio Prieto, Miguel de Unamuno y todos los noventayochistas…

La España de tantos hombres justos que se opusieron de forma heroica a los totalitarismos del Siglo XX, la España que existía a pesar de Primo de Rivera, Millán Astray, Juan March, Mola, Franco, Cambó y sus amigos nacionalistas catalanes de la Lliga, los carlistas vascones, los traidores a la República del Pnv…, todos los cuales, con diferentes niveles de culpabilidad habían usurpado, secuestrado, mancillado, arrastrado y desprestigiado aquel concepto noble y progresista que quiso ser España…

La transición…, el principio de un conflicto larvado, el embrión del caos actual. El “café para todos”…, el error que reverdece los errores de nuestra historia.

La forma de unir la diferencia, es la diferencia en sí misma. Nada hubiese enriquecido más a España que los matices que contiene, sus aspectos diferenciales, su diversidad…

Porque los símbolos y la lengua son importantes, muy importantes pero no son lo más importante. Lo realmente importante hubiese sido contemplar la realidad económica en su conjunto, la cultura “española” como una mezcolanza de culturas, las capacidades productivas de cada territorio como parte de una capacidad global. En resumen, tener claro que para entender a España como una unidad debíamos entender cada una de sus partes.

Lo que no hacemos cuando toca, viene alguien y lo hace por nosotros…

Así, las diferentes opciones políticas, tanto “españolistas” como “nacionalistas” han crecido a la sombra del frentismo entre culturas y territorios. Han creado un conflicto simbólico, irracional, increíble a estas alturas de nuestra historia. Una hoja de ruta basada en expresar su sentimiento de odio gratuito con la finalidad de “tapar” los problemas reales, las necesidades reales, la demanda del bienestar común.

No negaré nunca la “buena” intención de los padres de nuestra Constitución. Difícil situación encontraron para gestar y parir una Carta Magna, pero la prudencia, la falta de valentía para significar las “diferencias” nos ha llevado hasta aquí…

Nos golpea la crisis y “curiosamente” seguimos hablando de “lo catalán”, de “lo vasco”, de “lo gallego”, de “lo andaluz”, de “lo español”…..

Me permito remitirme al Título Preliminar de la Constitución, artículo 9, punto 2:
“Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”.

Remover los obstáculos…, bonito eufemismo. En la voluntad de uniformar realidades hemos creado las armas arrojadizas de la diferencia.

Me siento tan apátrida esta noche…

POLITICA ES MORAL


1 comentario:

  1. Exactamente, Josep! Tú lo has dicho bien claro. Si todo el mundo fuera capaz de hacer este análisis, se les acababa el chollo a más de unos cuantos generadores de odio, así como a los que juegan, muy irresponsablemente, a ser más nacionalistas que nadie y a dar diferentes discursos según el electorado al que se dirigen, eso sí, con una única intención tanto unos como otros: perpeturase en el poder para seguir llenándose los bolsillos. Todos estos, el día que vengan "mal dadas", serán los primeros en hacer la maleta y largarse, dejando un país destrozado. A todos ellos solo les deseo una cosa: ojalá que les resulte imposible encontrar un trabajo con contrato y Seg. Social, ojalá que se aprovechen de ellos mientras trabajan como animales y ojalá que sufran en sus carnes la explotación y el ninguneo. Ojalá

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