El hombre que
siempre va conmigo es un sabio. Esa es luz y su carga, pues cuando alumbra la
verdad, lo que sucede es que aparecen los monstruos.
Hace ya
demasiados años que me indica y afirma, que el gran fracaso de esto que
llamamos nuestra España, es el café para todos que los malos camareros le
sirvieron a todo el mundo. Tras el exilio de la dignidad durante la dictadura,
volver con la frente marchita hubo de parecer una trampa que nos hiciese presos
de la esperanza de una nueva realidad. Ahora
sabemos que todo fue una farsa para que el franquismo se reinventase en una
amable fachada y para eso, sin duda, se repartió alpiste. Así, llenándonos el
buche y drogándonos el seso, acabamos disfrutando de la gran fiesta y se
consiguió que cuando se nos guiñaba un ojo, mirásemos a otro lado.
¿Era necesario
un galimatías de 17 comunidades y dos ciudades autónomas?. Es probable que
afirmen ustedes que no y yo mostraría mi acuerdo con la cosa, pero la realidad
fue y es muy pero que muy distinta. ¿Recuerdan aquello de que los árboles no
permiten ver el bosque?, pues ahí debemos empezar a entender el plan que supuso
la España de la Autonomías. ¿Qué hay descontento en algunos territorios?, ahí
va una autonomía. ¿Qué no puede hacerse una Ley de Punto Final para que se
paguen los crímenes del franquismo?, pues échale a los díscolos una autonomía.
¿Qué las siempre hambrientas élites económicas necesitaban seguir en su línea?,
pues vayan desfilando legiones de políticos que les sepan arreglar las cosas
para que puedan seguir comiendo. ¿No lo ven?, esto ha sido un gran circo y es
evidente que nos han sabido entretener.
Bien, les
hablaba de los monstruos que descubre la luz, ¿recuerdan?. La cosa es que hoy
he visto a uno de ellos y sabiendo cómo se del mismo y habiendo leído sus
letras, me asusta y mucho que se siente en la H de la Real Academia de la Lengua
Española. Les hablo de Félix de Azúa un literato empoderado en salvador de la
patria cuando en realidad –a mi me lo parece- es un hombre que mamó soberbia y
no viéndose respetado se presta muy fácilmente a decir estupideces.
Desde la
dignidad no merecida que le otorga la Real Academia se cree el muy felón un D'Annunzio español y se está
prestando a ser la base cultural que justifique nuestro regreso al pasado.
Proclama a todos los vientos, el autor del libro “Historia de un idiota contada
por él mismo”, que hay que aplicar el Artículo 155 de la Constitución. Explica
con mucho cultismo que debe acabarse con las garantías constitucionales para
acabar con el independentismo catalán. Bien, pongamos que Cataluña es el coco,
pero no se queda aquí el muy orate: pretende que ese sea el primer paso para
acabar de un plumazo con el Estado de las Autonomías.
Acojona el
discurso, un fascista se basa en la Democracia para reinstaurar la dictadura.
Tendencia cada vez más visible, como no vigilemos y estemos dispuestos a
repartir a dos manos con la legalidad de todos y no con la que leen unos pocos,
veremos que la pluma también es peligrosa cuando las mentes enfermas las
esgrimen para curar sus impotencias.
Les he citado
un libro del señor Azúa que contaba la historia de un idiota, han de saber
ustedes que se trata de una biografía aunque se haya pretendido hacer pasar por
una reflexión mancomunada. La soberbia de este académico roza el absurdo y
diríase que cuando se mira al espejo es capaz de declararse a si mismo amor
eterno. Les pondré unos ejemplos que les deberían escandalizar, pero si ello no
sucede es que mejor que no nos encontremos para hablar. Sin duda serán ustedes
unos reaccionarios que canten aleluya cuando por la tele aparece Donald Trump.
Atendiendo al
genial autor deberá saberse esto: “los padres destrozan a sus hijos haciéndoles
felices; los amantes se destrozan entre sí haciéndose felices; los sabios se
mantienen en una rigurosa ignorancia con el fin de hacer felices a los humanos;
los poderosos explotan a los débiles para facilitarles la felicidad; y los
artistas chapotean en ese delirio obsceno, buscando fragmentos en el mar de
sangre, para exhibirlos en el museo con un cartelito que lleve su nombre”.
¿Lo ven?, sin pretender ser sincero Don Félix quiere carteles sin que le
importe el precio.
Dejar clara esa
aspiración -para mí obscena- se concreta en otra idea de la misma obra: “ganar
dinero es la gran excusa metafísica que ayuda a soportar los más abrumadores
tedios”. Me encantan esos seres que por algún motivo que les marcó la infancia,
andan cobrando facturas de aquellos que un día parecieron ofenderles. Félix de
Azúa es un síntoma de la enfermedad que postrará a España, se llama fascismo y
cuando el mismo llega a habitar los libros, según nuestra tradición más decimonónica
que llegó al Siglo XX, no queda más que tomar el camino del exilio o acomodarse
en un paredón al amanecer.
POLITICA ES
MORAL
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