lunes, 14 de marzo de 2016

ISLAM A RITMO DE JAZZ


El pasado viernes resultó un día interesante. De hecho, condensar un acto de conocimiento entre culturas y un concierto de jazz en menos de seis horas prometía y mucho. Más cuando resulta que uno es un forofo de la música que nació con alma africana y que se construyó con la metodología tradicional europea y cuando el acercamiento entre culturas había de tratar de las mujeres dentro del Islam. Lo dicho, las expectativas eran, por fuerza, muy altas.

Poco después de comer, el hombre que siempre va conmigo me saludó a su habitual usanza: ¡Muy buenas guerrillero!. ¿Cómo pinta el fin de semana?. Le expliqué lo que a ustedes ya les he descrito y conociéndole como le conozco, observé no poca retranca cuando me respondió demasiado corto para lo que acostumbra: “Pues que lo pases muy bien y disfrutes a modo”.

Noté que ceñía a discurso nuevo y me alabó un texto que había publicado sobre los atentados del 11 de marzo en Madrid: “Por cierto, has estado absolutamente inspirado en tu texto sobre los atentados. De lo mejor que te he leído”. Bien, agradecí su opinión y le expliqué que el dolor es una amarga pero eficaz inspiración y que tratándose de tan negra efeméride y viviendo lo que ahora vivimos con el integrismo islámico y el drama de los refugiados, la falta de moral o el exceso de la falsa, inspiran más aún. El cinismo es uno de los pecados capitales del ser humano…

Llevé la conversación otra vez a mi terreno,  insistí en detallar la naturaleza del acto sobre la realidad de la mujer en las comunidades musulmanas en nuestro país y expuse  que la ponente apuntaría posibles fórmulas de convivencia. Escuché un pequeño silencio y tras el mismo se abrió el cielo: “Bueno, a ver que sale de eso, espero que no se trate de otra comunión con ruedas de molino, que a estos se les vence y después hablamos. Estamos en un punto en el que podemos esperar cualquier cosa y ya es hora de dejarse de milongas como eso de hemos de entender, ha de fiarse a un futuro la resolución del conflicto, el pasado de Occidente puede justificar la violencia del presente…”.

Llegados a este punto, el silencio fue mío, pero rearmé ánimo y le apunté mi acuerdo en su discurso aunque no en su totalidad. Diagnosticaba bien pero creí oportuno exponer mi forma de ver la terapia. Expresé que disponemos de una indudable superioridad moral ( a pesar de todos los peros que queramos ponerle) y hay que esgrimirla para vencer a semejante sinrazón confesional, ni más ni menos. Reconocí que ciertamente hay que acabar con el buen rollito con las dictaduras musulmanas que miran a otra parte cuando sus hermanos de fe sufren y afirmé que sin duda, ante situaciones excepcionales, han de tomarse medidas excepcionales.

Es cierto, nos asomamos  al abismo y marea que lo único que podemos o queremos hacer es poner alambradas para que no vengan los refugiados cuando lo que debemos hacer es exterminar a esos licántropos integristas y conseguir así que las gentes tengan futuro en una tierra que deben abandonar por la guerra. Me dejé llevar por el silencio con el que parecía asentir mi amigo y reconocí, no sin rubor, que desearía muchas veces volar la cabeza de esos liberadores que dicen actuar en nombre de Dios. La necesidad de seguridad, nos hace intuir que una baja en el enemigo es un peligro menos para nuestra casa…

Pero hemos de ser conscientes, la cuestión es que hemos de asumir las propias bajas, pues nuestro mundo no será seguro si el de los demás –también el de los musulmanes- no lo es también. Hemos de dejarnos de intervenciones bélicas de maquillaje que tan solo dan rédito electoral y que tranquilizan a las mentes oligofrénicas de nuestro agitado tiempo. Hay que entender que proteger a las poblaciones infectadas por el falso Islam es proteger a Occidente y nuestra forma de vida.

Mi interlocutor se avino a conversar activamente y convino en que es  verdad que se trata de realidades complejas, donde se entrecruzan intereses muchas veces espurios, pero llegados al límite actual, hay que actuar con decisión y dejarse de falsos dilemas. Valores esenciales están en peligro (otra vez) y no podemos hacer ver que no nos enteramos. Este es tema de estadistas, de hombres y mujeres de alta catadura moral, conscientes y temerosos de sus propias decisiones pero firmes en sus posicionamientos hacía el futuro de los suyos, al futuro de aquellos a los que sirven. El buenismo ha fracasado, no nos conduce a ningún lado aceptable y eso hay que explicarlo a la gente.

Figuradamente nos dimos la mano y reconociendo que estamos en el mismo lado nos comprometimos a hacer todo lo posible por entender y ser entendidos, a explicar que la vía no es mantener a las víctimas hacinadas en la frontera de la desesperación y que sin nos inhibimos acabaremos perdiendo nuestra realidad. De hecho, perdiéndola habremos de someternos a la de otros y no lo duden, ese aceite de ricino será amargo. Estamos rodeados por  la propia falsedad y la ignominia de una religión que no responde a su propia naturaleza pero hemos de mantener la defensa de la posición porque, si nos rebasan, estamos perdidos. Que, al menos, nuestro reducto, el que representa nuestra conciencia, quede inexpugnado.

Negar la realidad es el camino al desastre. Decía Nietzsche que la grandeza de un hombre reside en la cantidad de verdad que es capaz de aceptar y en verdad que en esas estamos. Para afrontar los problemas, lo primero es reconocer que existen.

Nos despedimos con la mutua añoranza de siempre y me comprometí a darle puntual explicación de la ponencia de Najat Driouech Ben Moussa pasado el fin de semana. Le será grato lo que le explique, pues como pude comprender a través de su exposición, es en mujeres como Najat donde reside la posibilidad de entendimiento entre los países musulmanes y Occidente.

POLITICA ES MORAL

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