martes, 22 de marzo de 2016

EUROPA, ENTRE LA DESHONRA Y LA GUERRA.


Se te ofreció poder elegir entre la deshonra y la guerra y elegiste la deshonra, y también tendrás la guerra. Winston Churchill

Se despacha Manel Valls, Primer Ministro francés con una afirmación redundante: “Estamos en guerra”.  Vale pues sí, la cosa está clara, Europa sufre desde hace varios meses actos de guerra. Y ante esta guerra, nos dice el Jefe de Gobierno  que “se requiere una movilización de todas las instancias". Este es el resumen  de la reunión del gabinete de crisis en el Elíseo. Manda narices…

De nada sirven los eufemismos  en nuestro presente, los soldados de plomo, demasiadas veces han debido ser fundidos para fabricar balas. En ese y no en otro punto estamos.

Este amargo 22 de marzo, marcado por el  atentado terrorista en Bruselas, nos explica de forma clara e inapelable que el enemigo está a las puertas, también en el interior de la ciudadela y que el mismo se nos muestra con dos aspectos muy diferentes: uno viste corbatas Hermes si su fortaleza es un despacho, o calza falsas zapatillas deportivas de marca si se atrinchera en los arrabales de las grandes ciudades europeas.

El gran proyecto de la Unión Europea no es ni ha sido social e integrador. El objetivo real ha sido crear un espacio económico fuerte y en la búsqueda enfermiza de ese vellocino de oro, nuestro continente se ha infectado de una nueva peste bubónica que amenaza nuestro otrora ejemplar sistema social, aquello que se llamó estado de bienestar. Creo que nadie es consciente de todo lo que esto conlleva. La pobreza, la falta de encaje de los jóvenes hijos de emigrantes, la absoluta incomprensión mutua y el mantenimiento, como única directriz sostenida en el tiempo, de la demanda de mano de obra barata para los sectores de actividad necesitados de la misma, nos han llevado hasta nuestro presente. ¿Recuerdan nuestro milagroso crecimiento económico basado en el ladrillo?, pues eso…

A partir de los años setenta, los países europeos recibieron una gran cantidad de inmigración procedente del continente africano  y en España el fenómeno se inició a mediados de los años ochenta, a raíz del cierre de fronteras de los primeros estados receptores. En cualquier caso, no hicimos mucho caso a una necesidad de integración de los nuevos ciudadanos y la verdad es que tampoco ellos se mostraron interesados en la misma, pues su objetivo era estrictamente económico y al menos al principio de su estancia, pretendían regresar a sus países de origen. Pero pasó el tiempo, ese retorno no se hacía posible y como no podía ser de otro modo, una segunda y tercera generación nació como europea pero al margen de los valores que la legalidad debió ofrecerles como vía de desarrollo individual y colectivo.

No había sucedido anteriormente que los inmigrantes no fuesen originarios de países con tradición judeocristiana y por ello no entendimos que el Islam era una religión suprematista susceptible de establecer criterios de organización social y que por tanto, podía sustituir a nuestras normas auto-otorgadas democráticamente. Los jóvenes -entre dos mundos- no llegaron a ser acogidos realmente por el laicismo europeo, muy al contrario, se sintieron motivo de sospecha permanente. Los barrios  eran y son, en términos estrictos, dormitorios y su desarrollo socio-económico no fue una prioridad. Así, la inevitable conversión en guetos de grandes y muy pobladas zonas urbanas, imposibilitó la comprensión entre los nuevos europeos musulmanes y las poblaciones de acogida.

El diagnóstico es ya viejo, pero resultó preferible mirar a otro lado y así nos luce el pelo. Los años noventa registraron grandes conflictos en los arrabales franceses y volvieron a reproducirse casi a nivel de guerra urbana en 2005.  Los terroristas que actúan en nuestro territorio, son compatriotas nuestros que no se consideran aceptados, que creen ser culpados de todos los problemas y que en general, se sienten despreciados como integrantes de comunidades ciudadanas de segunda categoría. Son mayoritariamente jóvenes que han descubierto en el integrismo islámico una forma de autentificarse incluso sin ser practicantes de los preceptos religiosos del Islam. Es un problema no resuelto, ignorado interesadamente y con el que la UE deberá encararse sin dilación si no desea regresar a la situación previa a la desaparición de las fronteras comunitarias que estableció  el acuerdo de Schengen.

Estamos haciendo las cosas mal, increíblemente mal, estamos derivando hacia una militarización de nuestras calles, provocando con ello una posible y preocupante pérdida de libertades. Si bien es cierto que hemos de garantizar la seguridad de la ciudadanía y que hay que perseguir y detener a aquellos que forman la quinta columna yihadista en nuestro entorno, no deberíamos convertir nuestras calles en un campo de batalla silente, lo realmente importante es aceptar que toca decidirse a eliminar el huevo de la serpiente. Objetivo harto difícil, no se conseguirá bombardeando territorio controlado por el ISIS, ¿creen ustedes que el nazismo hubiese sucumbido de no haber actuado los aliados sobre el terreno?, evidentemente no. Pues estamos en la misma situación y es duro, muy duro el afirmarlo, pero deberemos aceptar que la defensa de nuestra realidad nos costará sufrimiento y vidas.

La cobardía del continente al que la Diosa Europa dio nombre nos avergüenza con el abandono de unos refugiados condenados en vida y con la defensa a ultranza de unos intereses económicos que para nada invitan a tararear la Oda a la alegría de Ludwig van Beethoven.

Estamos en guerra, nos empeñamos en ignorarlo y el enemigo está ganando.

POLITICA ES MORAL

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