Si uno no siente vergüenza a
propio intento, que otros se la hagan sentir. J.A.Puertas
De veras que no lo entiendo y
como no entiendo, pregunto. Ando ya mucho tiempo pidiendo, a la buena gente con
la que comparto país y vida, una explicación clara sobre el motivo que lleva a
Junts pel Sí a no aceptar a otro candidato a Presidente de la Generalitat de
Catalunya que no sea Artur Mas.
Bien, aquellos que no pertenecen
a la extinta Convergéncia Democrática de Catalunya dicen que la cosa no va con
ellos, que la exigencia es “convergente” y que si fuese por el resto de
partidos y entidades que configuraron la coalición, la cosa sería de otro modo.
Le sorprende a uno que voluntariamente la gente no sienta apuro al pasar por
tontos. Por otra parte, pareciera que las CUP sean el rabo del demonio por no
aceptar al heredero de Pujol, cuando sustituyendo al presidenciable, a todas
luces, la cosa se desbloquea.
No puede uno imaginar cómo se
moverán los entresijos del poder en los partidos para que, siendo patente que
los que mandan en ellos suponen una rémora insalvable para dar sentido a una
labor política que sea decente y con sentido de servicio público, sean
incapaces de decirlo públicamente y denunciarlo. Es decir, como siempre digo,
gritar de una puñetera vez que el rey está desnudo.
Esa fue unas de las primeras
reflexiones que me vino a la cabeza después de las últimas autonómicas: si Mas,
atendiendo a los resultados, no entendió lo que las urnas explicaban, alguien
(o muchos) deberían haberse manifestado dentro de sus respectivos partidos de
forma categórica y pública en ese sentido. El que esto no se haya dado
descalifica completamente al partido como estructura, dejando al margen las
ideas que, respetablemente, cada uno pueda tener.
La verdad es muy amarga, se
impuso un alto de grado de personalismo del “proceso” en la figura de Artur Mas
y con ello se pretendió sacar las ideas de la arena política y sustituir esta
por una democracia de audiencias. Se proyectó la idea del líder como conocedor
del único camino bueno. Dicen algunos irreductibles, que el liderazgo se
reconocía en el personaje por la confianza que inspira en empresarios,
profesionales y países foráneos. Bueno, todas las opiniones merecen respeto,
pero en la mía, Catalunya es mucho más que este hombre.
¿Hemos olvidado el pasado
reciente?, inflado de patriotismo, Mas afirmó que si para el proceso hacía el
nuevo Estado Catalán, él era un obstáculo, se echaría a un lado. ¿Tan difícil es
cumplir algo tan sencillo?. El mesianismo es el peor síntoma de lo que está
sucediendo y de la pérdida de crédito de las posiciones independentistas. La
propuesta se ha malogrado y como se demostró en las Elecciones Generales de
diciembre, en Catalunya las ideas de izquierdas con base social son las que
están tomando posiciones.
Espero que volvamos a votar, creo
que la ciudadanía no dudará en hablar.
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