Yo amo la verdad, quiero y deseo que todos me
la digan. Plauto
Hartazgo de propaganda electoral el de estos
días, verdadero hartazgo. Toneladas de papel que para poco o nada sirven,
inundan los buzones, tapizan el suelo y hacen que uno recuerde al dulce
cachorro de Scottex…
Pero sobre el apreciable dispendio, una
cuestión me llama la atención. Algunas de las interesadas misivas reseñan el
destinatario pero no el remitente, podrían ser cualquier cosa menos propaganda,
así, han de abrirse para saber quien a nosotros se dirige.
No les vendrá de nuevo que derive de la parte
al todo y que en ello base reflexiones extrañas como Quasimodo, más creo que
nada malo supone pensar, al menos, un poco. De pretender convencimientos y por
tanto votos, ¿no sería más correcto ir de cara y no esconderse ni un poco?.
¿Qué asusta de llamar a la puerta de forma franca y mirando a los ojos?. Bien,
cualquiera podría decir que esa es la fórmula perfecta y educada, más
tratándose de política, lo normal es tirar la piedra y esconder la mano.
Y aquí me vino a la cabeza un cuestionado
gobernante del pasado, que pretendiendo ser transparente, acabó esquilado.
Curiosamente, este adjetivo que tiene que ver con las ovejas, tiene
fonéticamente mucho que ver con el personaje. Me refiero a Leopoldo de Gregorio,
Marqués de Esquilache.
Este ministro de Carlos III, planteó una serie
de reformas para modernizar España. Entre ellas se dio una muy curiosa, el
bueno de Leopoldo propuso acortar las capas de los madrileños y prohibir los
chambergos (sombreros de ala caída y ancha) con la pueril idea de que ningún
delincuente pudiese esconder armas. La idea no parece mala, más se le juntó una
situación social muy extrema, pues la carestía de los productos de primera
necesidad hacia la vida en la villa y corte muy difícil. Así, la cosa llegó a
las manos y se lió un motín de muy padre y señor nuestro, pues los madrileños
podrían estar hambrientos, pero les jodió más que un extranjero (Esquilache era
napolitano) les hiciese mostrar las manos…
Bien, la derivada está clara, es tradición
hispana prometer con muchos voto a brios
y por si las cosas no salen, esconder bajo capa la espada. Créanme, si aquella
medida no se hubiese planteado, el precio del pan hubiese sido tema de chulos
en las tabernas y ni Dios se hubiese
levantado.
Hasta hoy. Dejemos las capas largas, escondamos
aceradas sonrisas bajo los sombreros, vayamos de hurtadillas y metámonos en los buzones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario