Que el Egeo y el Adriático han
sido la puerta de Asia y de Europa a un tiempo, no es descubrir nada nuevo.
Siglos de conflictos entre oriente y occidente así lo demuestran. De hecho, no
es hasta finales el siglo XIX que Grecia se sacude la bota Otomana y los
Balcanes no dejarán de formar parte del imperio Turco hasta el final de la Primera Guerra
Mundial.
Pero la historia es vieja y ha de
llevarnos al siglo V antes de Cristo. El inmenso Imperio Aqueménida asaltó el
mundo helénico de forma casi constante y ese enfrentamiento entre griegos y
persas duró casi dos siglos. Hubo de esperarse a la invasión de Persia por
parte del macedonio Alejandro Magno, quien unificó el esfuerzo de guerra
heleno, para que los aqueménidas fuesen batidos y disueltos…
Y aquí hemos de entender el
origen de la debilidad del mastodóntico imperio asiático. Fue durante las
denominadas Guerras Médicas, intentos fallidos de someter Egeo y Peloponeso,
cuando las tradicionalmente antagónicas ciudades estado griegas, dejaron a un
lado su fragmentada política y acometieron coordinadamente contra el potente y
perseverante agresor.
Cierto es que no podemos hablar
de un verdadero panhelenismo (la creación de un gran estado heleno), no en vano,
tras las guerras con Asia, la Guerra del Peloponeso acabó con esa esperanza a
causa del enfrentamiento entre Atenas y Esparta. Pero en aquel momento de
necesidad extrema, con el enemigo a las puertas, no existía una vía que no
fuese una pro-actividad mancomunada.
Llegados a este punto se estarán
preguntando que narices pinta este desarrollo histórico en relación a un
municipio como Sant Joan Despí. Pues miren ustedes, resulta alegórica la Grecia
clásica como un remedo del Baix Llobregat.
Aquí, los Darios y Jerjes de
turno llevan mucho tiempo ganando batallas. Una tras otra, han vencido en las contiendas electorales y han marcado con
sus estandartes el terreno ocupado. En cualquier caso, siempre han tenido la
sensación de que no habían finiquitado la guerra, pues pequeños pequeños
enclaves les han recordado que seguían sin poder imponer su pensamiento único y
su despotismo no disimulado.
Toca que todos los políticos
responsables de unas siglas se coordinen en unos mínimos, que todas las “ciudades
estado” cierren filas cual hoplitas y sin dejar lugar a dudas, griten a los soberbios
persas que hasta aquí han llegado.
POLITICA ES MORAL
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