martes, 25 de junio de 2013

CATALAN Y PERSONA


 
En no pocos casos el odio a una persona tiene sus raíces en la estimación involuntaria de sus virtudes. Arthur Schopenhauer
Curiosa la jornada de ayer, entre actividades propias de la fiesta mayor de mi ciudad, una ciudad que se encuentra en Catalunya, tuve la oportunidad de entrar en un hilo de chat iniciado por un amigo mío que vive en un municipio sito en Andalucía.

Podrán ustedes imaginar, de conocerme un poco, que se hablaba de política, de socialdemocracia, de la dignidad o indignidad de nuestros cargos electos, de opciones frente al futuro común de esta entelequia llamada España. Más subyacían otros temas que en ningún momento pude imaginar, entre ellos, el “problema catalán”.
 
Todo eran puntos de encuentro argumentativos, todo eran reconocimientos mutuos, la sintonía parecía absoluta entre ciudadanos con una consciencia común. Llegó entonces la apreciación envenenada, la palabra estigmatizada, se descubrió el mayor de mis pecados. Mi amigo, con la mejor de sus intenciones, comento a los contertulios que de querer conocer aspectos de la política catalana, podían contactar conmigo para disponer de una visión cercana a la realidad. Craso error…

De repente me convertí en un demagogo y en un ciudadano de intereses “poco claros”. Por supuesto que pretendí templar el ánimo propio y ajeno, les aseguro que quise de forma educada explicarme planteando que no había lugar a cuestionar mis razones, objetivos y lucha. Nada que hacer, el tópico se imponía sobre el conocimiento, una vez más.

De forma inmediata, sin mediar apreciación que moderase el discurso, recibí el siguiente golpe en el ánimo y la descalificación de mis motivos: “Pues con todos mis respetos, no los conozco pero usted tampoco los míos y si sirve de algo yo soy muy andaluz y la verdad es que me duele tener que soltar los euros para personas que no quieren ser españoles…”.
Subyace una lectura inmediata, alguien se reconoce como algo que debe, indefectiblemente, enfrentarse a  alguien que se significa como “otra cosa”. Curiosamente este caldero de matices infinitos que denominamos “Estado Español” tiene todos los mimbres para hacer el cesto y nos entestamos en no hacerlo. Amarga realidad la nuestra.
 
Bueno, una  vez más, pesa más el ser catalán que persona. Yo que soy internacionalista (sí, existimos), de origen alemán, navarro, cartagenero y catalán les deseo una buena jornada a todos y atendiendo a la segura culpa de robar  euros a discreción, me retiro a hacer un acto de contrición. España fenece y mi fe con ella…

POLITICA ES MORAL

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