"Nuestra solidaridad innata,
y no un despotismo del cielo, es la fuente de nuestra moralidad y nuestro
sentido de la decencia”. Christopher Hitchens,
Nuestra sociedad es diversa y por tanto, los poderes públicos
en su voluntad de servicio a toda la ciudadanía, deben desvincularse de
opciones confesionales o identitarias que puedan provocar asimetrías entre los
diferentes grupos sociales. Por tanto, la vertebración del Estado y sus
diferentes niveles de gobierno debe establecerse sobre el concepto de laicismo.
El laicismo se opone
al concepto de “Estado confesional” y se configura en el siglo XIX cuando en Francia se separa
realmente la Iglesia de los poderes estatales. Este proceso se alargó durante
más de un siglo y aún hoy podemos decir que sigue en marcha en muchos lugares
del mundo. Ser laicista supone priorizar la libertad de conciencia y rechazar
normas o visiones morales de la sociedad propias de cualquier religión. A un
tiempo, no es ser anticlerical, ya que no supone la crítica de los valores
religiosos o su validez para el
individuo.
Se
trata de una posición pragmática que tiene en cuenta la pluralidad y la
legislación vigente. Entendiendo que todos los ciudadanos tributan, los
impuestos no deben utilizarse para dar trato de favor a ningún credo o posición
política. En cualquier caso, esto no entra en contradicción con el apoyo y la
colaboración con instituciones que de forma objetiva apoyen y enriquezcan con
su labor a la sociedad. Deben dejarse al margen los acentos religiosos y/o políticos
si la actividad reviste una real trascendencia social. Eso sí, haciendo
hincapié en evitar establecimiento de relaciones clientelares. Si se me permite
el ejemplo, Cáritas Diocesana es una
institución confesional pero sus fines son de interés común. Esta es la vía
relacional…
POLITICA ES MORAL