Lo que quiero mostrar es que en
las fuentes del Islam hay una idea de la dignidad de la mujer que después de
perdió. Assia Djebar
No es relevante la opinión de los
pseudoprogresistas que habitamos las ramas de nuestro supuestamente hermoso
árbol social, pues no permitirá cambiar la realidad. ¿Hablamos de educación al
hablar del Islam?, totalmente de acuerdo, pero corresponde ir mucho más allá de
las aulas. Quiero decir que estamos cayendo en una absoluta falacia por falta
de conocimiento y que hemos de acercarnos a la cruda realidad abandonando el
buenismo. A palmos: creemos propio del feminismo el defender el uso del velo o
de otras prendas. Pensamos que es una decisión propia de las mujeres y que las
implica de forma activa en la normalización del Islam en Occidente. Pues se
trata de un error, de una enorme contradicción: parece que la aspectualidad
hace a las mujeres musulmanas autónomas y responsables de sí mismas, pero en
realidad el trasfondo esconde la supervivencia y el refuerzo en nuestro país de
la sharía (ley islámica) que a todo entendimiento realmente progresista
demuestra que favorece al hombre y desprecia a la mujer.
Vamos avanzando en base a una
tesis a todas luces errónea: negamos lo evidente por no compartir espacios con
el problema. Sí, no lo duden, nos hemos abonado a la idea de que todo el mundo
es bueno y que hay que tener la mente abierta a la diversidad como fórmula de
enriquecer nuestro entorno. Eso sí, a ser posible, mejor que los musulmanes
habiten fuera de nuestro vecindario, o mejor, de nuestra población. ¿Me dirán
que no?. No seamos hipócritas, el postureo es norma a la hora de mostrarnos a
nuestro entorno como gentes güais , pero de establecer una convivencia real, de
eso amigos míos, de eso, ni por asomo queremos hablar.
Somos legiones los que clamamos
por el planteamiento de una fórmula plural para hacer posible una convivencia cierta
entre culturas y credos, pero precisamente por ello, es menester ser concretos
y llevar el verbo al hueso. Quiero decir que es de lerdos pensar en un mundo
opaco a la interacción, pero existe algo que se llama orden y el mismo se
sostiene en las leyes, también en nuestro país. No puede uno permitirse
excepciones y lo que hoy padecemos es el desprestigio de nuestra legalidad: no
hay excepción posible frente a los derechos de la ciudadanía y por el contrario,
parece que la discriminación positiva en aras de un falso progresismo nos está
hendiendo el casco de la nave y acabará por hundirnos.
Veamos, no entraremos en afirmar
que los chistes sean síntomas estrictos de los aconteceres del día a día, pero
como si de afiches propios de Quevedo se tratasen, explican verdades como puños
aunque sean estas disimuladas con unas pocas de risas. Me permitiré explicarles
por escrito un meme (una de esas cápsulas
que en internet se usan para describir un concepto, situación, o pensamiento de
forma rápida) que llegó a mi whatsapp la semana pasada. Viene al pelo y
retomando la idea del principio de este escrito, habla de tontuna progresista y
de una sociedad en peligro.
Bien, en la hilarantemente amarga
cápsula, un muchacho –conversando con
una chica- afirmaba que las mujeres no pueden tener los mismos derechos que los
hombres y que los gays han de ser ahorcados. La muchacha le recrimina su
actitud y le acusa de ser un fascista, pero ipso facto, el muchacho le responde
que nada más lejos de la realidad, pues lo que sucede es que él es musulmán y
que sus afirmaciones son fruto de sus creencias religiosas. Su interlocutora,
llevándose la mano al mentón, pensativa le responde: ¡Ah, perdona!. Lo siento,
no pretendía hacer comentarios islamofóbicos. Fin del chiste, meme o como
deseen llamar a la cosa…
Sin duda estarán arqueando la
ceja y prejuzgando mis palabras, pero les llevaré del humor barato a la más
cruda y concreta realidad. Hace muy poco tiempo, una concejala de asuntos sociales
a quien conozco más que mucho, procuró tender puentes con la comunidad islámica
de su localidad. Vaya por delante que se trata de una mujer de temple y
convicciones firmes, aspectos que le hacen –extraño en estos tiempos- una
política de respeto. Pero siempre se ha dicho que la voluntad no lo es todo y
así sucedió en este caso, pues convocó una reunión con sus convecinos musulmanes
para facilitar acercamientos basados en el conocimiento mutuo. ¿Saben que
sucedió?, pues que se organizó una comida basada en platos típicos del Magreb y
las únicas mujeres que se sentaron a la mesa fueron la concejala y una
compañera de partido. Las mujeres musulmanas sirvieron la mesa (bueno, es una
forma de hablar, pues se comió sobre alfombras), estuvieron pendientes de que
nada faltase a los comensales, comieron separadas del grupo principal y hasta
aquí hemos llegado en eso de la proximidad.
Progresismo al canto, las dos
mujeres que pretendían acercar dos mundos, observaron que aquellas familias
llevaban decenios residiendo en su pueblo, que lejos de incorporar las pautas
de relación entre mujeres y hombres, perpetuaban su modelo de sometimiento de
un sexo frente a otro. El final de todo el episodio fue sonado –al menos a mis oídos-
pues de forma queda, la edil internacionalista me afirmó sin tapujos que “con
esta gente no llegaremos a ningún sitio”. Yo no me alegré, ni pude darle más
razones que una reprimenda, pues le dije que siendo así el juego, tocaba llamar
a las cosas por su nombre y dejarse de milongas. Me dedicó una mueca amarga y
se marchó. Hoy sigue convocando asistencias a las manifestaciones contra la
islamofobia. Yo apoyo sus propuestas pues no caeré en poner a todo el mundo en
el mismo saco, pero quede claro que los preceptos del islam no pueden, por
discriminación positiva, estar por encima de nuestra legalidad, ¿me dirán que
no me asiste la razón?.
No puedo evitarme el sarcasmo cuando
veo alterarse a la opinión pública con absurdidades como la del autobús de Hazte
oír y aquello de la lucha contra la transexualidad, pues aquellos que con toda
razón critican y piden acciones legales contra el integrismo católico, miran a
otro lado cuando las barbaridades son afirmadas por los líderes religiosos
musulmanes que ejercen su ministerio en nuestro país. Nadie, absolutamente
nadie, puede negar que en muchas mezquitas, imanes empoderados por aquello que
llamamos erróneamente libertad de opinión, predican sin tapujos que las mujeres
que se pintan y visten ceñidas son fulanas y fornicadoras. Curioso el modo en el
que uno de ellos lo argumentaba: el imán decía que eso era así por afirmarlo el
mismo Alá. Miren ustedes, yo creo que Alá, del mismo modo que nuestro Dios
cristiano, decepcionado hasta el límite del ser humano, debe estar mirando a
otro lado.
Empiezo la retirada y les afirmo
que los únicos pañuelos que, dispuestos sobre sus cabezas, dan razones a las
mujeres, son los que visten en combate las kurdas que se enfrentan cada día
contra el Isis. Deberíamos estar cansados de ver tanto de malo en todas las
religiones y empezar a preguntarnos qué sucede con el Islam que a todos nos
parece tan moderno cuando demasiadas veces, es predicado por hijos del averno.
Mi casa está abierta a todos mis hermanos musulmanes, mi mesa tiene dispuesto
un plato para ellos y algunos de mis más valiosos maestros rezan a Alá con
devoción sincera, pero no forman parte de uno de los grandes problemas de
nuestra realidad, pues hacen de su fe andamio que les refuerza pero no arma que
niegue a otros ni ley que desprecie a las mujeres.
¿Recuerdan aquello de todos moros
o todos cristianos?, pues ni una cosa ni otra, todos, sin excepción, iguales
antes las leyes. Nada más queda por decir.
POLITICA ES MORAL
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