Vuestro honor no lo constituirá
vuestro origen, sino vuestro fin. Friedrich
Wilhelm Nietzsche
Me maravillan las posiciones
numantinas de los españoles de pro que me escupen a la cara ser más patriotas que yo. Dicen los brillantes
adalides de nuestra Constitución que su honra debe ser defendida como la
virginidad de una hermana acosada por mil galanes. Yo digo que ni de lejos,
pues puestos a mantener el símil, la muchacha creció voluptuosa y al verse tan
hermosa, se olvidó de su familia y se procuró ser esposa de un adinerado
caballero, dejándose querer por amantes pasajeros si el adulterio le había de dar
rédito.
Concedo que tanto alabarla desde
pequeñita en dulzura y gracejo, hizo que se subiese a la parra y acabase por
exigir los te quieros. Así está la
cosa y créanme que lo siento, pero perseverar en que ser bella es un mérito es
negar que llegando a viejos pesa más el conocimiento.
La para muchos sacrosanta Carta
Magna está ajada, necesita de kilos de maquillaje esmerado antes de salir a
pasear del brazo de su legítimo o de sus arrimados. Nada es para siempre, es
cierto, pero puestos a mantener lozanías, toca una profunda cirugía. ¿Es la
Constitución intocable?, ¿quién lo dice?, ¿qué razones nos aporta?, ¿no será
que moverla no conviene?, ¿es negocio o la Magna Ley de los españoles?...
Ahí está la cosa y no en otro
sitio, esa es la cuestión de fondo: la Constitución sirve a unos cuantos y deja
fuera a la mayoría de la ciudadanía que supuestamente contempla y protege. Se
pervirtió su esencia y no siendo nuestro pasado reciente similar al de la Pepa de
1812, ahora no hay un felón Fernando VII tocando los bemoles, ahora son muchos
reyezuelos los que se comportan como tahúres, haciendo de la legalidad de todos,
una bien rubricada patente de corso.
No existe división de los
poderes, ¿saben ustedes quien elige el poder judicial?. He de pensar que lo
saben y les da lo mismo la cosa, pero a los que si saben lo útil que resulta
que el poder político nombre a los jueces, les va de narices que los comunes
nos quedemos con la inutilidad de los símbolos y nos durmamos en los laureles
pasados. Se siente mucho y si les duele hasta les pediré disculpas, pero la
Constitución que se ratificó el 6 de diciembre de 1978 anda coja en el presente, pues ya en su
momento, queriendo abarcar mucho, apretó muy poco.
Observen un aspecto de las
razones esgrimidas por la guardia de corps constitucionalista: la Constitución es
la garante del espacio de derecho y la solidaridad de los españoles, los que
ponen en cuestión la Carta Magna quieren levantar fronteras y fomentar así la
insolidaridad. ¿Saben?, suscribiría totalmente la afirmación si la citada Ley
marco fuese lo que ha de ser. En su forma actual acometió la más que compleja
puesta en marcha de un Estado con heridas aún abiertas por una guerra civil,
pero llegados al siglo XXI toca adaptarla a un tiempo en el que los problemas son
las carencias sociales y la ausencia de un veraz proyecto de futuro.
El extremismo conservador asedia
las fronteras de Europa y en una situación así, la Constitución ha de alejarse
de defender los símbolos del Estado y vertebrar el estado mismo. Manda narices
escuchar a los voceros del caos cuando han hecho de la “legalidad de todos” una
mercenaria herramienta contraria a generar conciliación territorial y el bienestar
para la mayoría ciudadana.
Miren, es duro pensarlo y agobia
el decirlo, pero llenarse la boca de que el futuro de España es defender lo inamovible
de hasta la última coma de la Constitución, es darle coba a los jodidos
buhoneros que marcan límites a la indispensable creatividad que evite las
fronteras internas, haciendo así que nuestro país sea un lugar en el Mundo que
se reconozca como fruto de una verdadera ética política que auspicie una
sociedad justa. En cualquier caso, no me echen mucha cuenta, llegan las
navidades y mejor no calentarse la cabeza y sí chupar con deleite las de las
cigalas.
¡Yo soy español, español, español!.
POLITICA ES MORAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario