Tolerancia,
tolerancia, palabrita en el mantel, pocos platos se la sirven, muchas bocas a
comer. Silvio Rodríguez
Llevo un tiempo de retiro, abocado
a menesteres gratos y lejanos a ese
vicio mal llevado que opinar sobre política me supone. A la que he puesto oídos
a la actualidad se me han inflamado –Dios me perdone- las gónadas por
considerar poco elegante decir cojones.
Anda la cosa revuelta y por mucho
que ahora pretendiese centrar un tema y sobre el mismo reflexionar, lo más
probable que sucediera es que se me desmandase la lengua y llegase a
arrepentirme de encadenar palabras que serían como piedras con las que muchos
de ustedes me podrían lapidar. También
he de decirles qué no es un tema que me inquiete el saber que puedan extraer de
lo que escriba, pero como aprecio el no sangrar, mejor bajo intensidad y de
decir esta boca es mía, será con pulcritud templada y temeroso de la ira divina,
pero sobre todo de la gente que no es persona. Así que haré protesta educada que es lo que el sistema
prima, supuestamente, en beneficio de todos…
Ya no sé reconocer al enemigo,
pues engañado el rebaño, todo son sonrisas Profiden que de tanto como brillan,
me hacen desconfiar de cualquier personita de bien. Aunque alguien jure sobre
la Biblia que me promete el Mundo entero, no puedo evitar el coger
carrerilla para pegarle un zasca en toda
la boca. Todo parece apuntar a una logia
bien estructurada que nos droga cada día con una cómoda y bien aderezada
mentira. ¿Me dirán que no?.
Paso de ordenar datos con voluntad
pedagógica –disculpen la presunción- y hoy me regalo tocar la realidad con la
punta de un palo. A nadie le gusta escuchar problemas, pero a mí escribir me
resulta más barato que tratarme con un psicólogo o recurrir a otras monsergas de
eficacia no contrastada. Así que sin más dilación, seguro de su más absoluta
incomprensión, hago de mi capa un sayo y paso a prender fuego al sofá, que de
tanto estar sentado he generado unas almorranas que me molestan mogollón.
Me levanto por la mañana, los
ancianos cobran pensiones paupérrimas, pero un ex presidente del gobierno del
Estado que vive como el más rico de los ladrones, da consejos sobre austeridad
y recomienda trabajar hasta que caigamos muertos.
Se ha roto el concepto de sociedad.
Lo robado por unos pocos entre todos se ha de pagar. En resumen, claro y corto,
los beneficios se privatizan y las pérdidas se mancomunan. Si es necesario les
desarrollo la idea, pero confío en su buen criterio. O quizás no…
En Cataluña nos ponemos en marcha
hacia el Shangri-La, pero en el camino
dejamos los derechos a la educación y a la sanidad. De todos es sabido que siempre
fue más necesario tener sueños que comer para poder aliviarnos las tripas en
los inodoros del Señor Roca.
Los euskaldunes a la chita
callando van defendiendo sus diferencias, hacen lo que les viene en gana y
mantienen los privilegios que traicionando, supieron mantener en aquel episodio
que interesadamente olvidan y que se
llamó el Pacto de Santoña.
En eso que no sabemos si denominar
Regne de Valéncia, País Valencía o PPlandia a secas, a la gente le vacían la
bolsa y en lugar de repartir soplamocos, se ponen a protestar porque a su equipo
más popular, no le entra pelota en la portería del rival.
El sarao en la Villa y Corte es
como un carnaval intoxicado de drogas de diseño, pero al menos queda claro que
no hay partido que se aguante si no está apoyado por los fácticos de lo que
conocemos como Ibex. No hay política y
puestos a hacer algo, se hará lo de siempre, es decir, bajar la cabeza y mirar
a otro lado.
Un ministro del interior acusa de
terroristas a dos mierdecillas titiriteros pero se olvida –imagino que sin
intención- de que la lista de delincuentes en las filas de su partido no tiene
parangón. Que a quién Dios se la de que San Pedro se la bendiga.
Curas jodiendo la vida a menores
campan a sus anchas y la Conferencia Episcopal nos sale con que el tema está mal,
pero que habría de verse si en realidad no consentían los niños. Pobre Papa
Francisco, esto no lo salva no Belcebú subcontratando una legión de basiliscos.
Y las gentes, las buenas gentes
tragan, tragan y prefieren ir al Media Markt para que alguien les diga que no son tontos.
Ciertamente es verdad, el gilipollismo es una válida forma de plantearse la
vida. De no ser así la cosa, tiempo hace que ardería este país por los cuatro
costados.
Vale, aceptando pulpo como animal
de compañía, me congratula el intuir una
incipiente mala reputación, así que empiecen todos los que ocupen eso que
llamamos “lados” a lanzarme riscos, escupitajos y a mentarme la madre, que ese
placer hace tiempo que se lo tengo reservado a sus Señorías. Pero tengan
cuidado, que tal como ha ido pasando el tiempo me he resabiado y si bien antaño
me callaba, ahora me reboto con ganas y parafraseando a un chicano al que
enfadé estando en el Caribe, sin empacho y con mucho gusto, les mandaré al carajo. Por cierto, mucho más me revuelve
las tripas, pero ya es demasiada la acidez que me ataca.
Ahora que releo, dije al principio
que sería pulcro y templado, pero no tengo reparo en reconocer que he mentido.
¿De qué se extrañan?, he hecho, ni más ni menos, lo que hacen la mayoría de
ustedes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario