viernes, 29 de julio de 2016

ME HACEN DAÑO LOS ZAPATOS


Decía Jung que los zapatos que van bien a una persona son  estrechos para otra. Venía el bueno de Carl a explicar con el símil que no hay receta de la vida que vaya bien para todo quisque. No diré que me urja un cardiólogo –a pesar de que me duela el corazón- pero no ceso en el deseo de descubrir que exista algún especialista capaz de encontrar remedio a mis males…

Cada día que pasa, la cosa se pone más difícil para conseguir rendimientos de ese patrimonio al que denomino sinceridad. El tema es que ya no se puede recurrir al propio pensamiento como unidad de medida, pues las ideas no nos  ponen en relación con aquellos con los que compartimos la vida. Nos abocamos a la tontuna colectiva o por el contrario, a una confrontación sin final positivo apreciable.

Es agotador, increíblemente agotador, pasar el día castrándonos el propio criterio en aras de una ficticia fraternidad que al final de la calle no genera nada positivo y si una enorme desesperanza. Dirán ustedes que les hablo de hipocresía y yo habré de responderles que nada más lejos de la realidad: les describo una voluntad inquebrantable de respetar a todos y cada uno de los comunes a pesar de los desencuentros.

¿No se han dado cuenta?, ¿de veras no lo ven?. O eres unionista o eres indepe, o eres feminista militante o eres un retrógrado patriarcal, o defiendes los toros como un honor patrio o reniegas de ellos para no ser tildado de troglodita, o eres militante pro-gay o un homófobo merecedor de todo desprecio, o eres un verdadero español o un podemita hijo de Belcebú, o deseas la expulsión de todos los musulmanes o debes entender todo lo que estos hagan o digan, o amas a los perros como a ti mismo o eres un maltratador de animales, blanco o negro, arriba o abajo, o conmigo o contra mí…

Me parece que se nos viene encima un remedo de apocalipsis caníbal en el que los primeros en ser devorados seremos aquellos que insistimos en una idea que  la madre que me parió me dejó grabada a fuego: las cosas son como son, nos gusten o no.

Nos acercamos a uno de esos momentos en los que la historia se afana a regalar sufrimiento. La necesidad de poner las cosas en orden nos empujará a los bastonazos que acaben por indicar que opción se impone a las demás y así, se iniciará un camino en el que sabremos a que atenernos. ¿Qué cuál es ese camino?, sencillo, se llama fascismo. No se extrañen ni lancen exabruptos, que cuando las cosas se complican tanto, lo único que consigue acabar con el ruido es una explosión violenta.

Llevamos demasiado tiempo intentando hacer de la mentira verdad, así nos va. Por cierto, mejor que no me hagan caso, esta noche de julio se me están revolviendo las tripas y no queda Fortasec en casa.

POLITICA ES MORAL

3 comentarios:

  1. Hola Josep.

    Después de eliminar voluntariamente de Facebook mi perfil "real", los de las redes sociales me censuraron mi "perfil falso" por no corresponderse con mi verdadera identidad (supongo que denuncia mediante, por alguien que bien pudo sentirse agraviado por mi disidente dialéctica).

    Como comprenderás, y tal y como está el patio, ni jarto de vino apareceré en las "redes sociales" (Gran Hermano al uso) para recibir palos por "to los laos".

    He leído esta reflexión tuya, ¿y qué mas puedo decir que no esté ya dicho?
    Comienzas tu discurso como siempre, tendiendo tus consabidos puentes, buscando el justo término medio aristotélico, pero, como decía mi abuela, "la cabra siempre tira pal monte". Y es en ese monte tuyo, plagado de sesgos ideológicos, donde te sientes cómodo para aseverar, tan ancho como pancho, que el camino que se avecina será el del fascismo.

    No, Josep, no, el camino que se avecina es el de los populismos. Y los populismos, todos henchidos de dogmático suprematismo, tanto pueden escorar hacia la derecha (fascismo) como hacia la izquierda (comunismo). En España caminamos hacia un peligroso suprematismo comunista. No somos Francia, ni Austria ni Alemania.

    Esto que ahora te señalo, también te lo ha explicado Juan Antonio Puertas, por activa y por pasiva. Pero, al final, como bien reconoces tú mismo: "Llevamos demasiado tiempo intentando hacer de la mentira verdad".

    Un saludo.

    PD: he decidido dejar de significarme en las redes sociales y centrarme en mi blog, donde pretendo reflexionar "sin miedo a las palabras", y evitando las posibles represalias de los "buenos y justos" del mundo mundial.

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    1. Buenas tardes Goldmundo. Bien me parece (no podría ser de otro modo) que no desees significarte. En cualquier caso, debo y me impongo el dar respuesta a lo que entiendo tu opinión.

      Me sorprende que hables de mí en base a "mis sesgos ideológicos". Yo soy, a todas luces, un republicano, católico y de izquierdas. No dudo que lo que inquieta es lo transversal de mi realidad, pero escucha, uno es lo que es y no otra cosa. Los puentes me apasionan, ¿ves en ello debilidad o una inadmisible templanza?, bien, estás en tu derecho a considerarme de ese modo, pero también debo apuntar que tan solo es tu opinión.

      No imagino en base a nuestra realidad una revolución roja, muy al contrario, ese estallido será totalitario y tendrá tintes fascistas por ver en el extranjero diferente (el islam es el gran problema)la célula cancerígena que nos debilita el cuerpo social. El común no atenderá a los "rojos", verá mucho más atractivo pertenecer (aunque sea de forma ficticia a la raza de los amos). El egoísmo será la herramienta, pero cuidado, tan solo es mi opinión.

      Por otra parte, bien está que opinemos sin límite, pero ni por asomo quisiera pensar que la voluntad por tu parte es abonarme a la mentira,pues la verdad es como el culo, todos tenemos uno.

      Una vez te lo dije, no tengo reparos en pensar y decir, no creo que estés en disposición de varear mi olivo, yo tengo nombre y lo digo, eso arma lo dicho para lo bueno y para lo malo, ¿me dirás que no?.




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  2. Hola Josep.

    No vi tu tardía respuesta.
    Me ha parecido "justo" y cortés aclarar algunas cuestiones:

    1) Todos tenemos sesgos ideológicos. Y, por tanto, no pretendí "afearte" el que tú también los tuvieras. Lo que intenté explicarte es que es IMPOSIBLE tender puentes cuando somos rehenes de nuestras ideologías. Sí, ya sé que tú eres una persona bienintencionada y te defines como un "iluso" irredento. Pero he observado que cada vez que tiendes puentes no puedes evitar "escorarte", como bien señalas tú mismo, hacia tu republicanismo católico y de izquierdas. Así, los puentes que tiendes nunca garantizan una circulación igualitaria en los dos sentidos o direcciones del mismo. Los hechos son tercos y testarudos.

    2) Nunca he pretendido "abonarte a la mentira". Como bien dices tú mismo, todos tenemos un culo, es decir, todos tenemos "nuestra verdad". El problema surge cuando alguna de las "verdades", arrogante y ebria de prepotencia, desprecia a las demás. Antes bastaba con tildarlas de "fascistas", pero ahora mola más calificarlas de "liberales" o "neoliberales". Así, resulta tan fácil calificar al PP de fascista (cuando practica una socialdemocracia pura) como decir que C´s es "ultraliberal".

    3) Si decido permanecer silente es por varios motivos. El primero de todos ellos es porque yo soy español y liberal, dos pecados que no se perdonan en la Cataluña de hoy. Y, además, no soy político. Quiero decir con esto último que no tengo habilidades sociales ni dotes de seducción, ergo tampoco podría "gozar" de las simpatías de los ciudadanos de Efeso si me decidiera a debatir y significarme "a pecho descubierto". Mas al contrario, ya me he perjudicado demasiado ejerciendo de "boquerón".

    4) Yo no vareo tu olivo, pero tampoco estoy ya por la labor, en aras de correccionismos políticos, de dejar que me vareen el mío.

    5) Da igual si el estallido lo provocarán los "rojos", como en los albores del 36, o si ahora serían los "azules". El estallido se producirá sí o sí.

    Un saludo sincero.

    P.D. De verdad te digo, puedes creerme, que no tengo nada contra ti. De hecho sigo leyéndote de tanto en tanto. Pero creo que pertenecemos a dos mundos en exceso diferentes y poco o nada tenemos en común, salvo, quizás, nuestra afición por los vanos deportes de leer y filosofar.

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