martes, 4 de agosto de 2015

AL SUBNORMAL LO AGUANTAS TU



Predicar moral es cosa fácil; mucho más fácil que ajustar la vida a la moral que se predica. Arthur Schopenhauer.

En ocasiones veo un programa televisivo cuyo live motive es cambiar el aspecto físico de personas que por un motivo u otro, no se encuentran bien consigo mismas. En la edición  de hoy se ha elegido a una muchacha con síndrome de Down que reclamaba un cambio para poder recuperar la autoestima ya que su novio le había sido infiel con otras mujeres.

Bien, la necesidad de recuperarse a uno mismo pareciera algo de personas “normales”, pero lo que ha quedado claro es que existe una doble moral en una gran parte de nuestra sociedad. Por un lado nos llenamos la boca de buenas intenciones respecto a aquellos que son “diferentes” y por otro rechazamos cualquier contacto o vida en común con los mismos…

Aquellos ciudadanos a los que aún hoy llamamos despectivamente “mongólicos”, en su gran mayoría, son personas que siendo incentivadas a nivel pedagógico y social desde pequeñas, pueden y deben tener un lugar en nuestra sociedad. Esa capacidad de incentivar por parte de las familias es el nudo gordiano que debe resolverse,  pues por un lado nuestro gobierno, inmerso en la moral conservadora que le caracteriza, apela a que consideremos el aborto como un delito pero también liquida las ayudas a la dependencia que la sociedad necesita para poder integrar como ciudadanos a aquellos que tienen algún hándicap.

Ha sido interesante escuchar la historia de la madre de la protagonista del programa, pues en realidad sus dos hijas son síndrome de Down y ambas han supuesto un gran esfuerzo para ella misma y su entorno familiar. Ha explicado sucintamente su vida, pero ha sido suficiente para sacar algunas conclusiones prácticas. Si me lo permiten, me gustaría expresarles mi opinión…

El aborto me duele, me duele mucho, pero considero que nadie puede establecer juicios de valor sobre un hecho, de por sí, traumático. Las circunstancias del no nacido a nivel de malformaciones, déficits cognitivos o la propia situación de los padres, son suficientes motivos para el libre albedrio. Eso sí, de aceptar el riesgo, de amparar nuestra sociedad toda situación de cualquier neonato, nuestros gobiernos deben garantizar toda ayuda que permita una vida adecuada a aquellos que son dependientes, a su entorno y por ende a toda la sociedad.

Nada es perfecto, no cabe duda, pero siendo una verdad de Perogrullo, atisbamos la mentira cierta. El mensaje oficial habla del derecho a la vida, pero si aquellos que nazcan, tienen problemas y estos provocan otros que las familias no pueden afrontar por sus medios, la respuesta, por cruda que nos parezca es “al subnormal lo aguantas tú”, aunque ello sea una sentencia que condene a enterrarse en vida.  

Aquí toca llamar  a las cosas por su nombre, convertir la sexualidad en una constante formativa basada en la responsabilidad del individuo, asentar la idea de la protección del propio cuerpo y finalmente, dotarnos de criterio  frente aquellos casos en los que la naturaleza nos juega malas pasadas. Me fastidian todos aquellos que apelando a lo sagrado y sabiendo que una cosa es predicar y otra dar trigo, cuando los problemas no les tocan en sus casas, miran a otro lado.

POLITICA ES MORAL

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