Son tantos los
imputs negativos en nuestro entorno, que de forma segura, el agobio nos atenaza
y el miedo nos envenena la voluntad.
Demasiados
colectivos encajan cada día la brutalidad de un sistema que lejos de aspirar al
equilibrio social, se aboca a un capitalismo salvaje que se construye sobre la
idea de que los pobres sean cada vez más pobres y los ricos más ricos. Además,
aquellos que deberian poner freno a la desmesurada avidez de los que de la
miseria hacen fortuna, cual aves carroñeras y sabedores de recoger su parte,
apoyan legislando la depredación que observan.
El rebaño ciudadano
provee de la energia que el sistema necesita, pero no recibe ningún beneficio.
Se coartan derechos y libertades, se pervierte el lenguaje democrático y los supuestos
representantes de la voluntad popular, dotan a los lobos de su zamarra de
cordero.
En plena democracia
presenciamos como a nivel local, autonómico y estatal, se crean normas y leyes
que en “aras de la paz social”
inmovilizan la respuesta ciudadana estigmatizándola de irrespetuosa y violenta.
Curiosa paradoja la resultante de
afirmar que la víctima es la culpable de su propio sufrimiento...
Una lectura
sencilla de una realidad preclara, el poder económico defendiendo beneficios,
políticos defendiendo su status y un pueblo pagando los platos que los dos
primeros han roto.
La Ley de Seguridad
Ciudadana es la confirmación redactada de que la Democracia es una nuez vacia, un
formalismo vano, una oportunidad desperdiciada. Bajo la oscuridad que proyecta
finaliza una esperanza de años. Hoy la necesidad de sobrevivir impide el
activismo a una población que ha perdido la cultura de la colaboración y el
interés común. En paralelo a la crisis, se ha recortado el acceso al sistema
judicial marcando costes inasumibles por el ciudadano medio. No queriendo dejar
cabos sueltos, se legisla para acabar con las posiciones críticas con el poder,
se persigue la protesta y en aras de lo que la Ley denomina “la erradicación de cualquier forma de
violencia” se justifica una represión “necesaria”
y rentable para quien la ejerce.
Una guerra
silenciosa pero cruenta se cobra bajas todos los días. Desahucios, pobreza
energética, pérdida de ayuda a la dependéncia, menoscabo de la sanidad y
educación públicas, corrupción generaliza, desempleo... La lista de escenarios
del conflicto es inabarcable, pero aunque la amargura pareciera emponzoñarlo
todo y entendiendo que nuestras fuerzas
son limitadas, si podemos decidir el lugar en que luchar, nuestras trincheras.
POLITICA ES MORAL
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