Son
los hechos y no las palabras los que nos describen la realidad de aquellos que
nos gobiernan. Lo que sucede en las zonas en sombra no atendidas por la prensa,
las emisoras, o los vacios fastos, es precisamente aquello que debió motivar la
voluntad del político y más tarde del designado representante de la ciudadanía.
Abrir
de forma abrupta los ojos a la labor de gobierno espanta, pero también aclara
ideas preconcebidas y las dota de verdad inapelable. Y vamos llegando al suelo,
pues es allí donde pisando al caminar, detectamos la inestabilidad de lo que a
veces parece perfecto. Al avanzar en el conocimiento, se nos plantean dudas y
sobre estas, preguntas…
La
tan socorrida frase “esto no es de mi
competencia”, toma en muchas ocasiones
tintes criminales. Pues no habiendo delito por medio, por inhibirse apoyándose
en normas y leyes, el político que rehúye las obligaciones de su cargo, no
deja de ser un felón canalla, un acreedor al rechazo por la inmoralidad
de su inoperancia ante los problemas ciertos.
Ayer,
participé en una conversación que me llevó en volandas a la realidad de la que
al principio hablaba. Ayer, por si tenía dudas,
el azar de las palabras preñadas de hechos me atizaron la ira y más
tarde reforzaron mi convencimiento. Ya no da para más lo existente, pues de
todo lo que abundaba se ha hecho trizas. Toca quitar prebendas y púrpuras,
descabalgar a los tibios que hablando de verdades mienten, acabar con los
mercaderes que tiempo atrás, hace ya mucho tiempo, se instalaron en el templo.
Supe,
por la experiencia de otros, que un enfermo de alzheimer debe pagar por asistir a terapia entre los
trescientos euros en el mejor de los casos, y hasta mil en el peor de ellos. En
época de recortes, en momentos de exclusión de aquellos que menos recursos tienen,
nadie y menos quienes se vanaglorian de gestionar justamente, pueden decir: “vaya usted a donde corresponda, lo siento
no se puede hacer nada”…
La
voluntad es estéril cuando no contamos con medios, pero disponiendo de ellos y
no dirigiéndolos a los fines realmente necesarios, cometemos la peor de las
faltas y por ello, sin lugar a dudas, nos ganamos el desprecio. Milonguear con
discursos formalistas es indigno e insultante.
En
cualquier administración es posible estudiar a fondo presupuestos, racionalizar
el uso del dinero, recortar en lo prescindible y abonar en aquellas realidades
marcadas por el sufrimiento.
Como
tantas veces me ofrezco, tiro al blanco con el demagogo, pero no pueden ustedes
negarme que de existir la voluntad, en cualquier pueblo o ciudad, muchos miles
se malgastan y de evitar su pérdida, muchos ciudadanos sometidos al olvido de
su propia vida, estarían atendidos y sus familias más calmas.
Pareciera
que hoy se impone una ironía amarga, no cabe duda, existen nuevas patologías.
Una de ellas se denomina alzheimer del
gobernante.
POLITICA ES MORAL
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