Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son
vencidos por el error. San Agustín de
Hipona.
Pocas cosas valiosas me reconozco, pero entre ellas
una resalta orgullosa. Se trata de mi consideración de ciudadano.
La ciudadanía, en base a un “contrato social”, cede la gestión de sus derechos y la defensa de
los mismos a la clase política que postulándose a los cargos públicos y
tras unos comicios, “gana” un puesto en la administración…
El planteamiento es ajustado a derecho, pero la
realidad traiciona lo que el papel soporta. Para decepción de la mayoría, los
políticos electos se han disociado del entorno que dicen representar. Pecado de
soberbia que no les lleva a ningún acto de contrición, les reafirma en sus
errores y pretenden perseverar en sus falacias afirmando la certeza de las
mismas.
Demasiado sucede que el gobernante pague con altanería
y displicencia la confianza que sus votantes le mostraron. Demasiadas veces
observamos que tan solo somos amantes ocasionales de los apasionados trovadores
del sufragio cada cuatro años. Lo que durante el noviazgo fue romance perfumado,
se convierte en maltrato una vez casados.
Ver a nuestro primer edil acusando a los ciudadanos
que representa de apoyar a quienes están detrás de estrategias y subterfugios dirigidos a cuestionar sus valores u honor, no
es más que una excusa para escapar de sus compromisos y evitar aquellas
situaciones difíciles que puedan evidenciar sus incapacidades o falta de
respuestas.
Sant Joan Despí se merece mucho más que eso. Es de justicia
reconocer que el gobierno de una localidad no es sencillo y que se trata una
labor poliédrica que requiere de dedicación y esfuerzo. En cualquier caso, las
quejas y protestas ciudadanas son un derecho que a todo buen gestor le indican
que aspectos de su responsabilidad puedan estar atendiéndose de forma
inadecuada. Es menester paciencia en el cargo, diálogo constante, trabajo duro
y voluntad, mucha voluntad. Tirar balones fuera verbalizando acusaciones en
lugar de buscar y plantear soluciones denota un gran alejamiento de las
servidumbres del cargo.
Cuando la sorna aparece en el rostro de un gobernante, la
sonrisa que dibuja, nos describe el desprecio en sus pensamientos. Siempre hay
tiempo de acometer cambios, también en política, es cuestión de proponérselo y trocar
imposición por consenso. De forma serena toca reconocer la propia
responsabilidad, mostrar humildad y abandonar la demagogia interesada.
Un Pleno es un espacio investido de dignidad. Llegando la
oportunidad, todos los que consideramos que ser ciudadano es un cargo público
en sí mismo, observaremos la partida, denunciaremos a los tahúres que falsean encartes
y lo jugaremos todo al 15.
POLITICA ES MORAL
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