jueves, 23 de enero de 2014

PLENO AL 15


 
Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error. San Agustín de Hipona.

Pocas cosas valiosas me reconozco, pero entre ellas una resalta orgullosa. Se trata de mi consideración de ciudadano.

La ciudadanía, en base a un “contrato social”, cede la gestión de sus derechos y la defensa de los mismos a la clase política que  postulándose a los cargos públicos y tras unos comicios, “gana” un puesto en la administración…

El planteamiento es ajustado a derecho, pero la realidad traiciona lo que el papel soporta. Para decepción de la mayoría, los políticos electos se han disociado del entorno que dicen representar. Pecado de soberbia que no les lleva a ningún acto de contrición, les reafirma en sus errores y pretenden perseverar en sus falacias afirmando la certeza de las mismas.

Demasiado sucede que el gobernante pague con altanería y displicencia la confianza que sus votantes le mostraron. Demasiadas veces observamos que tan solo somos amantes ocasionales de los apasionados trovadores del sufragio cada cuatro años. Lo que durante el noviazgo fue romance perfumado, se convierte en maltrato una vez casados.

Ver a nuestro primer edil acusando a los ciudadanos que representa de apoyar a quienes están detrás de estrategias y subterfugios  dirigidos a cuestionar sus valores u honor, no es más que una excusa para escapar de sus compromisos y evitar aquellas situaciones difíciles que puedan evidenciar sus incapacidades o falta de respuestas.

Sant Joan Despí se merece mucho más que eso. Es de justicia reconocer que el gobierno de una localidad no es sencillo y que se trata una labor poliédrica que requiere de dedicación y esfuerzo. En cualquier caso, las quejas y protestas ciudadanas son un derecho que a todo buen gestor le indican que aspectos de su responsabilidad puedan estar atendiéndose de forma inadecuada. Es menester paciencia en el cargo, diálogo constante, trabajo duro y voluntad, mucha voluntad. Tirar balones fuera verbalizando acusaciones en lugar de buscar y plantear soluciones denota un gran alejamiento de las servidumbres del cargo.

Cuando la sorna aparece en el rostro de un gobernante, la sonrisa que dibuja, nos describe el desprecio en sus pensamientos. Siempre hay tiempo de acometer cambios, también en política, es cuestión de proponérselo y trocar imposición por consenso. De forma serena toca reconocer la propia responsabilidad, mostrar humildad y abandonar la demagogia interesada.

Un Pleno es un espacio investido de dignidad. Llegando la oportunidad, todos los que consideramos que ser ciudadano es un cargo público en sí mismo, observaremos la partida, denunciaremos a los tahúres que falsean encartes y lo jugaremos todo al 15.

POLITICA ES MORAL

 

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