Quien mira lo pasado,
lo porvenir advierte. Lope de Vega
En esta época de trincheras, en la que las ideas se han tornado armas
arrojadizas, lo peor que alguien puede declarar es su pasado. Ante cualquier
nueva presencia, ante cualquier novedad en el comportamiento de la tribu, algún
ávido investigador de vidas ajenas se acercará al individuo asonante y
descargará preguntas hasta enterrarlo.
No habrá lugar para el posicionamiento individual, para el libre albedrio,
para aquello que denominamos criterio propio. Tras escuchar a los censores, a
los torquemadas de turno, no habrá
otro camino que la negación de la fe o por el contrario aceptar el tormento de
la inquisición de turno…
De nada servirá la transparencia en las argumentaciones, ningún valor tendrá
la pretensión de ser sincero, todo lo que de la boca surja será vilipendiado y
afirmado como falso y malintencionado. En el mejor de los casos, serán
golpecitos condescendientes en la espalda el premio a nuestra supuesta estupidez.
Los cainitas de ambas orillas intentarán primero atraer y de no poder convencer
con sus dogmas, exterminar al apóstata de la fe de aquellos que le juzgan.
Ahora parece no ser momento consagrarse al bien común, ni de las
argumentaciones bien razonadas que pretendan denunciar las arbitrariedades,
tergiversaciones y manipulaciones que han construido las grandes mentiras de
nuestra sociedad. Cada poder establecido golpeará a quienes no se dejen
convencer por la falseada Democracia. Empujar al precipicio a los espíritus
libres será objetivo para proteger a las verdades preñadas de mentiras.
La nobleza de espíritu no tendrá valor en el templo de los mercaderes. Los
fariseos de turno harán objetivo de someter a los cándidos ciudadanos que en
sus posiciones hablen de nosotros y no de ellos. Batirán a los que pretendan
hablar de espacios comunes, ridiculizarán a los que entonen aquello que nos une
por encima de lo que nos separa. Harán jirones cualquier posición que respete a
las mayorías sean estas las que fueren, destrozarán la esperanza afirmando que
leyes, normas o historia justifican el inmovilismo…
Bien, es sabido que cuando la caja de Pandora se abrió y liberó todos los
males de la humanidad, en su fondo quedó la esperanza. Cuando todo parezca extinto,
cuando la realidad se aparezca oscura, la esperanza se conservará en unos pocos
fieles al bien común, a un nosotros inclusivo y
amplio, a un mundo que por poco visible no deja de ser real
y como tantas otras veces podrá redescubrirse.
En este
magma convulso, muchos cándidos conscientes de que muchas veces, de
ellos se sirven, verán en ello la certeza de que sus ideas o actos llegan, en
alguna medida, a crear realidades nuevas por pequeñas que estas sean. Aceptarán
que nada tiene que inquietar a quien asume la posibilidad de la pérdida y que de las grandes pérdidas, en ocasiones,
se obtienen pequeños pero útiles beneficios. La conciencia es por descarada
atormentada. Apartarla, es la vía rápida a la sinrazón y al caos. Alguien debe
numantinamente defenderla, pues como conciencia a toda mente hermana y alguien
debe posicionarse para mantenerla a la vista y clara…
Quiero recordar al Papa Roncalli, hoy es cosa oportuna: "No hay que preocuparse de sí mismo y
de quedar bien. En la concepción de las grandes empresas basta con el honor de
haber sido providencialmente invitados. Hemos sido llamados a poner en marcha,
no a concluir". Hagamos de la candidez estrategia sincera. Tender puentes y manos, al margen de
nuestro individual pasado.
POLITICA ES MORAL
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