martes, 5 de junio de 2012

EL GUARDIA, LA MULTA Y EL POLLERO.



Hacía un día maravilloso. Debí pensar que algún impresentable vendría y lo fastidiaría…

Huelga decir que en estos tiempos los momentos de asueto resultan escasos. Uno de ellos, para mí, es el desayuno. En ello estaba cuando llegó un camión de reparto a entregar género a la pollería situada al lado del bar al que habitualmente acudo (al coincidir horario, repartidor y yo siempre nos saludamos). Debido a la configuración de la acera, y para no entorpecer el tráfico de la calzada, el repartidor siempre eleva dos ruedas sobre la misma (tiene cuatro metros de ancho), abre los portones, baja tres gavetas con canales de pollo y un retractilado de huevos.

La operación dura no más de cinco minutos (descarga a suelo, entrada del producto a tienda, firma del albarán y otra vez al volante) pero aquel día el proceso se alargó. Apareció un guardia urbano…

Para mi sorpresa, el agente se acercó al vehículo a la carrera (literalmente) y sin mediar palabra inició la redacción de la sanción que aquel acto vil del Sr. Pollero merecía. El repartidor, educadamente, advirtió al “servidor público” de que ya se marchaba, que se trataba de un instante. El pobre empleado advirtió, con buena fe, que siempre se detenía en el mismo punto y que nunca “había pasado nada”.

Gasolina al fuego. El agente vio el cielo abierto e inició una diatriba encaminada a “reforzar” su acto sancionador. Apeló al Olimpo de los dioses de la responsabilidad ciudadana y al cacaraeado “las normas son iguales para todos”…, aquí exploté.

Me levante de la mesa, abandone a mi madalena y mi café con leche empezó a parecerse a un café con hielo. Me acerqué al urbano y le espeté un irreflexivo “¿pero quien te crees que eres?”.

La sorpresa duró un instante. Respondió con prontitud (será el entrenamiento) y procedió a amenazarme con sancionarme por no sé qué milongas de la autoridad,etc, etc…

Créanme, mantuve la calma. Me disculpe por el tono de mi inicial interpelación e intenté explicarme. Le informé de la realidad de las empresas, de lo difícil que resulta mantener la actividad, de que cada vez los medios son menores y que en lo referente a la logística, día a día se debe hacer más con menos. Ni caso, altanería y suficiencia. Diríase que desprecio…

Insistí. En ese punto el furgón objetivamente no estorba y nunca había procedido a un estacionamiento prolongado. Ni caso, altanería y suficiencia. Diríase que desprecio…

Exploté otra vez. Le indiqué un punto cercano en el que un “grupito” trapichea con droga. Le recriminé que a pesar de que los vecinos han denunciado la situación, nunca aparecen las patrullas para controlar o presionar a los “menuderos”. Me recomendó llamar a los Mossos de Escuadra. El estaba sancionando una infracción de tráfico…

El Sr.Pollero hubo de recoger la multa, yo tragarme la mala leche y el guardia cumplió con parte de su cupo sancionador. ¿Servidores públicos?. No, créanme, no lo son. Al igual que en la edad antigua, se trata de recaudadores cuya finalidad es mantener el estatus de sus “señores” exprimiendo a una ciudadanía exhausta. Sepan que la multa ascendió a 200 €.

Tengo amigos en los Cuerpos de Seguridad del Estado y de las Policías Locales. Por suerte no todos son iguales. Muchos piensan antes de actuar y ponderan razones y consecuencias de las acciones de los ciudadanos. Desgraciadamente parecen ser minoría…

Lástima de historia, este Robin Hood aficionado acabó sin plumas y cacareando, el ciudadano repartidor expoliado y el Sheriff de Nottingham nos dedicó a ambos una sonrisa afilada mientras se guardaba los doblones en el bolsillo.

 

POLITICA ES MORAL

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