-Buenas tardes. Me alegro de
encontrarle por aquí, pues pensaba amigo mío que demasiado a menudo la verdadera
y más ardua de las luchas antifascistas es contra nosotros mismos.
-Mire, ha de saber que esta idea
ha venido esta mañana a visitarme el peloto.
-Caray, pues entonces ya ve Usted
que el lugar es compartido…
-Hemos perdido la cabeza. La razón
nos hace fosfatina el cerebro y tanto perseverar por el conocimiento no nos
hace ningún servicio.
-No, precisamente estas
ocurrencias nuestras demuestran todo lo contrario.
-Mucha manga ancha le noto hoy.
Por mi parte estoy en un constante debate y no dejo de pensar. Me interrogo y me
digo, ¿qué he de ser?, ¿epicúreo o estoico?.
-¡Uy!, mal vamos si aquí estamos.
Permítame la boutade, somos mosquitos, débiles insectos, pero sabemos cómo
funciona un insecticida. Otros se van ahogando mientras se llenan la panza con
cañitas bien frescas.
-Por cierto, ¿no tocaría una caña
a la fresca?.
-Toca, toca…
-Bien, ha de saber que estoy
atollado, que ahora más que nunca no veo tres en un burro con las gafas que me
graduó la vida y ¿sabe?, aquí esta tragicomedia se está volviendo algo
infumable. Así que más que nunca me toca reaprender a reír. ¿Entiende los del fascismo?,
sepa que me encuentro en un punto, en un estadio, muy fan del fascio. Estoy
experimentando unas ganas vecinas a la psicopatía de repartir hostias a dos
manos.
-Sí, le veo un miñambre y desbocado,
pero observarse uno mismo de esa guisa no es problema, es solución. Darse
cuenta de la naturaleza de este cipote, es precisamente la lucha contra esa
simiente que ambos hemos identificado de forma simultánea.
-Amigo, le agradezco que me hable
como lo hace, pero creo que ya estoy más lejos que Usted. Mire, el pasado fin de semana
hice por ver una película y tras mucho trasteo de la plataforma digital, me di
por triar Inferno.
-No la he visto, pero el título
dice mucho…
-Forma parte de la serie que
empezó con el Código Da Vinci. La tesis del argumento era (también se refleja
en la primera película de Matrix) que el hombre es una pandemia en sí mismo.
Ergo, reduciendo el número de hombres, salvaremos al hombre. Ciertamente se me
enganchó el ánimo al sofá, pero sepa que pensé: mira tú, igual esta es la
sublimación del totalitarismo redentor.
-Fuerte el planteamiento, diría que
pavoroso, pero la eugenesia que plantea es de un realismo determinista que
encoje el alma.
-Acabada de ver la película, la
cabeza aún me martilleaba con más fuerza. Pensé, ¿qué hicieron los grandes
imperios para crecer y que les llevó a la decadencia?. Analicé con carácter de
urgencia a la República Romana y lo vi claro: Roma creció exterminando
competidores territoriales, es cierto, pero lo más valioso fue reducir sus
poblaciones y romanizar con la propia.
-Asusta –insisto- pero bien visto…
-De hecho, Roma era un ejército
con Senado, no al contrario.
-Sí y con líderes brillantemente
extravagantes.
-Cierto, cierto, pero la cosa
siempre estuvo clara: su futuro era robar a los demás.
-A hostias…
-Exacto, pero ¿cuándo decayeron?.
Su declive empezó cuando la pax romana dio la calidad de ciudadano a las gentes
de las fronteras buscando evitar conflictos. Es jodido el digerirlo, pero la
loba romana fue devorada por chacales necesitados de un futuro como un día
necesito Roma.
-Moriremos de éxito, is a fact. Me
habrá de disculpar, pero ahora he de dedicar atención a labores menos
placenteras que nuestra conversación aunque necesarias. ¿Quedamos el miércoles
para que le pueda rebajar la mala leche frente a una cerveza helada?.
-¡Perfecto!, a las 20:30 donde
siempre.
POLITICA ES MORAL