Pedro Calderón de la Barca,
orgullo de nuestro teatro, nos enseñó que siempre el traidor es el vencido y el
leal es el que vence. ¿Le ven hoy la utilidad a tamaña idea?. Por mi parte les
diré que sí, que se la veo toda.
En cualquier caso me andaré con
tiento, pues este país ha recobrado el orgullo de reivindicar a los fascistas.
Deberá ser cosa de nuestros genes, pero en esta España amada, rebrotan los
caras al sol cantados por los salvadores de la patria. No habiendo pagado nada
por una criminal ilegalidad de casi cuarenta años, reviven las glorias de su
infecto pasado y se permiten opinar cuando deberían estar callados. El miedo a
la violencia que sin duda hubiesen ejercido de no encontrar acomodo en la nueva
Democracia, les permitió que valientes estadistas como Adolfo Suarez hiciesen
encaje de bolillos para llegar a un equilibrio entre verdugos y víctimas. ¿Qué
exagero?, no, ni mucho menos. Aquí, los golpistas del 18 de julio de 1936,
volvieron a vencer sin dar cuartel.
Me micciono hoy en todo y con
ganas, no entiendo que un genocida y sus cofrades sigan siendo respetados en
nuestros días. Es duro desayunarse con las gentes de la Fundación Francisco
Franco mientras sueltan bilis frente a un enorme cartel que reza “derecho al
alzamiento”. ¿Qué hemos conseguido con el orden constitucional?, yo les
respondo. En nombre de la libertad de expresión, los que debieron cerrar la
boca en los limos del olvido, se permiten gritar con orgullo que son fascistas
y que el tiempo les ha dado la razón. Se ven a si mismos como vencedores de un
combate de boxeo a los puntos. ¡Ah!, y claro, afirman ufanos que la culpa fue de
los asquerosos rojos…
Hasta la saciedad he defendido
que la Guerra Civil no la ganó Franco y que en realidad la perdió la República.
Es un hecho histórico, los seis primeros meses del conflicto fueron de
descontrol social por parte de las instituciones, se cometieron tropelías sin
nombre que avergüenzan a cualquier nacido de madre y el esfuerzo de guerra se
perdió en guerras intestinas que debilitaron sus opciones de imponerse a la
hipócritamente llamada zona nacional. Amén a todo hermanos, pero corresponde
analizar como combatieron los fascistas y también deducir las razones para que
la guerra durase tanto tiempo. No olvidemos que es objetivable que la mezcolanza de las unidades leales a la
República no llegaba ni a la suela del ejército que comandaba el atiplado Caudillo.
La guerra fue un genocidio bien
estructurado, la encarnación del horror como arma de destrucción masiva, la
base práctica para las teorías que se extenderían durante la Segunda Guerra
Mundial y también tras ella. La cosa era sencilla, tras tomar una población, se
ejecutaba a parte de los prisioneros y se les dejaba en mitad de la calle como
aviso a navegantes, al resto se les daba matarile a las afueras de sus pueblos y
se les habilitó como residencia eterna las cunetas de las carreteras y caminos.
Se atentaba contra las mujeres vejándolas y convirtiéndolas en la parte más
visible del sometimiento de la retaguardia (les invito a que revisen las teorías del malnacido
Doctor Vallejo Nájera). Fueron puestos en práctica bombardeos aéreos
estratégicos (no tenían objetivos militares) para minar la moral de la
población civil en la retaguardia. Es decir, se llevó la guerra y su violencia
a aquellos que no empuñaban armas. En resumen, la lucha se dio en las líneas de
frente, es cierto, pero lo que se deseaba realmente era exterminar cualquier
atisbo republicano o libertario. Se buscaba el sometimiento absoluto, sembrar
de sal el libre pensamiento para que nunca volviese a rebrotar en el imaginario
de los españoles. ¿Lo ven?, un genocidio de almas, la máxima aspiración de los
fascismos.
Acabada la guerra, incluso se
promulgó una ley que obligaba a los vencidos a regresar a sus domicilios
previos al golpe de estado. La cosa estaba clara, o te
exiliabas o regresabas a casa para que te cobrasen tus pecados rojos. En muchas
ocasiones –pueden imaginarlo- con la propia vida. No me extenderé más, pero los
cuarenta años de paz, que sin lugar a dudas dieron a las gentes tranquilidad y
llegada la década de los sesenta del pasado siglo, prosperidad, nos castraron la humanidad que debió hacer que la
dictadura acabase al menos con una Revolución de los Claveles al modelo
portugués. No pudo ser, el Estado fascista, maquillado para ser digerible por
la comunidad internacional, sobrevivió bajo una falsa librea y fue el encargado
de confeccionar una Democracia en la que ni Dios les reclamase pagar sus
pecados.
Miren, España es, tras Camboya,
el país que tiene más fosas comunes en todo el mundo. Curiosamente los
herederos de los asesinos siguen tranquilos e incluso cuentan con el apoyo de historiadores
revisionistas que se entestan en dejar muy claro que Franco y sus generales
eran muy buena gente y que hicieron lo que hicieron por no quedarles otro
remedio.
En Austria se demolerá la casa de
Adolf Hitler, aquí subvencionamos el mantenimiento del Valle de los Caídos.
Lecciones las justas, ¿estamos?.
POLITICA ES MORAL
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