jueves, 2 de febrero de 2017

FEBRERO Y EL GENOCIDIO DE LOS GALGOS.


Afirmó Victor Hugo que los animales son de Dios y que  la bestialidad es humana. Así pues, toca esta mañana, cagarse bien cagados en los ancestros de los hombres que crían perros para el disfrute de la caza y cuando los animales “no valen” a ojos de sus dueños, se les cuelga de una rama para que agonicen bien lento.

En este país de salvajes, casi 200.000 galgueros practican la caza e la liebre y estos mismos personajes, matan o abandonan más de 50.000 perros cada año. Les dirán estos brutales homínidos que eso no es cierto, pero la cosa está clara: no existen galgos viejos y eso no cuadra nada.

Miren, el término  genocidio, según la Rae significa aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos. Bien, se que hablamos de perros, pero han de saber que los perros tienen alma y a todas luces –no lo duden- muestran más humanidad que el propio hombre. Así que hablaremos de genocidio pues no hay palabra que defina mejor lo que hacen muchos desalmados con sus canes, que por otra parte –parece increíble- crían ellos mismos.

Los galgueros dicen que están enamorados de la raza del galgo español y que su actividad garantiza la supervivencia de estos lebreles,  pero la realidad no tiene nada que ver con lo que sale de sus pútridas bocas. Los galgos son puras herramientas para competir y cazar, sí la herramienta falla, se la desprecia y a otra cosa mariposa. Los perros que no son útiles a sus fines o no cumplen sus expectativas, son asesinados mediante ahorcamiento, disparos y en el mejor de los casos abandonados a su suerte para acabar muriendo de inanición o bajo las ruedas de un coche. Sí, esta es la única y jodida verdad: cada mes de febrero, terminada la temporada de caza, empieza el exterminio de los galgos, empieza su genocidio.  

Algunos piadosos lectores estarán indignados y mirarán de reojo al perro que vive en su casa y que consideran parte de su familia. Pensarán en el cariño que le tienen y en que nunca podrían hacerle daño, tras la inicial tristeza se indignarán y quizás se pregunten si podrían hacer algo para evitar esta tragedia, pues sepan ustedes que muy poco más allá de adoptar un galgo mediante las ONG que se dedican a salvarlos.

Miren, en muchas provincias de España, maltratar a estos perros no está mal visto. Les apunté antes que a los galgos se los cosificaba como herramientas y así, el ciudadano, de ver un animal vagando desnutrido o desfallecido en el suelo, con mirar a otro lado lo tiene solucionado. La vida útil del galgo para su amo se sitúa en tres o cuatro años, después toca disponer de sangre nueva y a los galgos veteranos que se ganaron el respeto (una idea sádica de los criadores), se les ejecuta colgándoles de un árbol y se les despide mientras los chuchos tocan el piano. Se dice de tocar el piano a colgar al perro de una rama mediante un cable o cuerda, de manera que el pobre bicho tan solo evite el ahorcarse a sí mismo manteniéndose de puntillas sobre las patas traseras, ¿lo imaginan?, ¿ven el sufrimiento?, ¿escuchan los sonidos guturales aumentando conforme les abandonan las fuerzas?, yo sí. Ahora mismo pienso en colgar a cazadores y lo haría bien contento, pues no reconozco yo como iguales a semejantes animales y no hablo de perros.

En cualquier caso, la responsabilidad recae sobre nuestra conciencia. En las zonas en las que se masacran galgos no existen las denuncias frente a las autoridades, las gentes no quieren problemas de convivencia con sus vecinos y así, salvando las distancias, hacen como los alemanes hicieron durante el nazismo, veían llegar trenes cargados de gente a los campos de concentración, pero lo que pasara con ellos les resultaba indiferente. ¿Exagero?, no amigos no, lo de los galgos define, del contenido de nuestras almas, lo peor.

Les seré para acabar sincero, me pregunto  si los genocidas de los perros tienen hijos. Si los tienen, a ciencia cierta que les trasmitirán sus digamos valores y cuando hago la derivada, no puedo evitar el asco pero tampoco el miedo.

POLITICA ES MORAL

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