Aún recuerdo la alborozada llegada a casa de mi hermana. Traía en su mano
una edición de la Constitución Española ilustrada por Antonio Fraguas de Pablo,
más conocido como Forges.
Mis padres observaron el libro con sincero interés, pero yo –no les he de
engañar- no le hice ni puñetero caso. Tenía 12 años y otros problemas que me parecían
mucho más relevantes que lo que pudiese explicarse en aquella encuadernación en
cartoné. Bien, el tema es que Mercedes me amenazó: “sepas que repasaremos la
Constitución para que aprendas lo más importante que ha pasado desde 1812 en
España”. No pueden imaginar la cosa, se me pusieron los pelos como escarpias,
pues ella me había ayudado en la catequesis previa a la primera comunión y era
mi profesora particular en las asignaturas de la escuela. En su dulzura era
inflexible y de veras, introducir otra variable de estudio a su lado, me
enfadó.
Aquella muchacha se convirtió en una noble maestra y más tarde en una
licenciada en eso tan amado que ella definía como “ciencia histórica”. Regreso
con la mula al trigo y les pido disculpas por distraerme. Bien, que sí o sí me
leí la Carta Magna y mi magister me guió en mi escaso entendimiento poniéndome ejemplos
que hiciesen comprensible algo tan trascendente y denso. Recuerdo –como denominador
común- la insistencia en la idea de que la Constitución era una herramienta con
criterio plural que sabría solucionar los problemas de España. Cuando yo me
ponía impertinente y replicaba, preguntando como un texto podía arreglar las
cosas de un país, Mercedes contestaba: hermano, el otro camino siempre es
violento. Salía entonces con aquello de que siempre es más fuerte la pluma que
la espada y que si patatín y patatán...
De nuestras lecciones-conversaciones de aquel momento, atesoro algo muy
valioso y oigan, voy a compartirlo en base a presentes. Yo, en mi corta entendedera,
pregunté si se trataba de algo similar a una Biblia, vamos, algo sagrado. Ella
rio prudente y respondió que no. Afirmó ufana que la Constitución habría de ser
guía pero nunca dogma. Huelga que les diga que se lanzó a hacerme entender que
era un dogma. No le podías dar un metro, te flanqueaba y –como antes apunté- sí
o sí, aprendías. Nunca lo agradeceré lo suficiente, tener una maestra en casa fue
una suerte. Con el apoyo de mis padres, mi hermana mayor, iluminó caminos que
me han traído hasta hoy.
Bien, el tema es que en nuestro presente, pareciera que la Constitución hubiese mutado en un
arma arrojadiza o en lo que es peor, en un acomodo de una clase política que
hace abuso de eso que se ha dado en llamar el “espíritu constitucional”. Miren,
uno es creyente, pero puestos a elegir prefiero propuestas tangibles que no
entes ectoplasmáticos. Para fantasmas ya
tenemos a muchos políticos que nos asustan para que convirtamos sus razones en propia fe inquebrantable. Yo hoy celebro el Día de la
Constitución, pero no puedo mirar sin preocupación el futuro. No estoy tan solo
preocupado por el socorrido “problema catalán” que todo lo explica, también me
inquietan los voceros que afirman que la Constitución –tal como está- es la
garante del espacio de derecho y la solidaridad de los españoles. Se siente uno
como un despreciable apóstata cuando se ve denostado por reclamar evolución en la Carta Magna.
Miren, no deja sorprenderme que para muchos, reclamar semejante cosa, es querer levantar fronteras y fomentar así la
insolidaridad. Y ¿saben?, suscribiría totalmente la afirmación si la citada Ley
marco fuese lo que ha de ser. Como decía mi hermana, un camino, una
herramienta, nunca un dogma. Es innegable que en su formato actual acometió la
más que compleja puesta en marcha de un Estado con heridas aún abiertas por una
guerra civil, pero llegados al siglo XXI toca adaptarla a un tiempo en el que
los problemas son las carencias sociales y la ausencia de un veraz proyecto de
futuro.
Miren, no deseo ver a mi país como un remedo de la Casa de Bernarda Alba. Pensar en
ello me lleva en volandas a García Lorca y así, apoyándome en el hombre al que
mataron por estar vivo, afirmo que aquella Constitución de Forges deberá rimarla el granadino: ¿Te
colgaré sobre los muros de mi museo sentimental, junto a los gélidos y oscuros
lirios durmientes de mi mal? ¿O te pondré sobre los pinos -libro doliente de mi
amor- para que sepas de los trinos que da a la aurora el ruiseñor?
Feliz Día de la Constitución de todos.
POLITICA ES MORAL