domingo, 21 de febrero de 2016

LOS PÁJAROS BOBOS





Me contactan para decirme que se me ve muy guerrillero y creo que a fin de ser concreto deberé cambiarme el apelativo, ya que me veo empuñando  armas de muy grueso calibre. A mí, en honor de la verdad,  lo que de veras me gustaría es que el arsenal que atesoro, asustase al enemigo.

Lo cierto es que a quienes valoran que en ocasiones me tiro al monte, no les falta razón, pero lo que me cabrea –muy a mi pesar-  está en la psicología de la gente. Desde los tiempos de Adán y Eva (o desde que nuestros ancestros dejaron de despiojarse y bajaron del árbol y se irguieron "no fuera a ser" que algún carnívoro se los zampara de almuerzo), a lo que el personal responde mejor –a los hechos me remito-  es al panem et circenses. Reconociendo la cosa como inapelable, tampoco me ahorro decir que tiende uno a dejarse tentar por el jarabe de palo (que no es un grupo musical), acabando por pensar que ya cansa estar rodeado de tanto boquerón pescado.

Volvemos una y otra vez al mismo punto: apenas nos queda el derecho al pataleo, porque la gente se indigna o dice indignarse, pero como bien señalo hace tiempo por activa y pasiva, lo que de verdad jode a la gente, lo que le jode de verdad, es ver perder a su equipo el domingo. Será cierto que  las revoluciones pueden tener cerebros o teorizantes, pero las llevan a cabo los hambrientos por puro instinto de supervivencia.  Lo que de veras nos impulsa es nuestra parte irracional. ¿Me lo negarán?.

De la derivada que me observo, en ningún caso interpreten que podemos cesar en el esfuerzo de ser dignos ciudadanos, pero nuestro coto de libertad es pequeño, muy pequeño y se torna tan valioso que debemos batallar para que no nos lo quite nadie, esa realidad sí que depende únicamente de nosotros. En esos viveros germinan sobre la marcha reflexiones que de pretender hacerlas extensivas a otros, de querer liberar a los que están en nuestro entorno, primero deberemos comprobar si desean ser liberados. Hagamos memoria sobre el error de muchos autodenominados libertadores: no saber lo que los “oprimidos” quieren en realidad.

Estamos dentro de la fecunda y apocalíptica mente de Huxley, en su Mundo Feliz, en aquella pesadilla en la que los ciudadanos se chutan con una droga a la que llaman soma y a la que recurren cuando se encuentran deprimidos. Método para inhibirse de la realidad, facilita una sociedad sometida y controlable pero extrañamente satisfecha. ¿Les suena la cosa?, ¿pueden establecer prudentes paralelismos?. Puedo asegurarles que yo sí…

En fin, uno es proclive, en estas circunstancias, a caer en la desesperanza y la melancolía. Decía Sartre que el infierno son los otros, pero es que su ego era más grande que la Gran Muralla. La verdad es que resulta difícil encontrar lógica a la actitud de la gente, si es que queremos hacerlo desde la racionalidad. En ese estéril ejercicio se crían las mutaciones como por ejemplo la de Mussolini y el ideario fascista. Cuando la racionalidad intenta darle forma a una sociedad basada en justas correspondencias  y hacerla comprensible, empezamos a entender nosotros mismos que lo que pretende ser el camino a una sociedad justa resulta sencillamente vaporoso: sombras y cenizas.

Y sucede entonces que las mentes más fecundas y voluntariosas evolucionan o mejor dicho se  acomodan en un fácil y casi absoluto dogma: todo para el pueblo pero sin el pueblo. Drama viejo como el tiempo, explica como las propuestas socialistas -por sociales- se acaban imponiendo por la fuerza. Si echamos la vista atrás creo que, sin duda, fueron los déspotas los que mejor entendieron cómo funciona realmente la psique de la sociedad. Triste y amarga lección la de hoy para alumnos y  maestros, pero cierta como que hay Dios. Queda esperar que el despotismo quiera salvarse a si mismo siendo ilustrado, pero el problema es el de siempre, lo normal es que se acaben sustituyendo unos parásitos por otros. ¿Conclusión?, no hay régimen bueno. Bueno, en realidad hay uno, le llaman el régimen del cucurucho. Por cierto, si no aguantan una broma, márchense del pueblo…

Creo - visto lo visto- que es una gran verdad eso de que la democracia es el menos malo de los regímenes posible.  En la voluntad de reseñarlo de forma correcta, recurro otra vez a las escasas reservas de ánimo que atesoro y me acojo al sagrado de las rimas de Don Antonio Machado. El Maestro no sería perfecto, pero su poesía es una de las más valiosas propiedades en mi momento y así converso con el hombre que siempre va conmigo y hablando solo espero hablar a Dios un día, mientras, mi soliloquio es plática con esos pocos amigos que perseveran en enseñarme el secreto de la filantropía.

Es en compañía  de esa reserva de raros especímenes, cuando me rectifico y abandono el jodido determinismo fatalista para recuperar la esperanza. Esos pájaros bobos llenos de sabiduría demuestran que puede existir conciencia y justicia. Un día de hace tres estíos, mis pies me llevaron a Colliure, la villa costera del sur de Francia en la que descansa el poeta que a todos nosotros supo poner nombre. Allí, una mujer que provocó en mí mucho dolor, supo definir y definirme. Frente a la tumba que explica la vergüenza de nuestro pasado, lloré de forma pausada y honda, algo se me rompió dentro y vi a España de lejos pero la sentí muy cerca. Entonces, a mi espalda, escuché su voz: “no llores, en ocasiones, es en las tumbas donde vive la esperanza”.

Aquel mes al que Augusto puso nombre, decidí no dar por muerto a nadie ni invalidar nada, ese es el legado que conservo de una de mis personas más amadas. Aquella mujer estuvo completamente lúcida y certera, me hizo recordar lo visto en mis viajes, ver de nuevo la inútil grandilocuencia de muchos monumentos, discernir la valía del orgullo de muchos pueblos para  entender, finalmente, que la verdad descarnada pueda ser enseñada por un maestro olvidado que mostrando su desgracia, nos impulsa a trabajar para ganar el futuro.

Estoy pensando en volver a visitar a Don Antonio, me gustaría hacerlo acompañado de los Julianes y los Melchores  que me dignifican con su amistad. El día que vayamos nos daremos un abrazo allí mismo, como símbolo y reivindicación de la tercera España que es la mía, que es la nuestra.

POLITICA ES MORAL 

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