miércoles, 30 de septiembre de 2015

NO QUEDA MÁS QUE BATIRNOS


Y llegados a este punto no queda más que batirnos. Alatriste

Me preguntan que hubiese hecho yo de tener la oportunidad de ser digno de representar a mis vecinos y en su nombre hablar. Bien, por irrelevante que sea mi respuesta, mi verdad que es solo mía, les será o no grata, pero abriré una vez más las manos y empezaré a hablar…

Nunca he vivido la política como un objetivo en sí misma, siempre he pensado que es tan solo una herramienta, importante sin duda, pero tan solo una herramienta. Aclarado este punto, toca explicar que siendo un medio, a algún lugar nos ha de llevar. Y ese objetivo, dadas las circunstancias de nuestra Democracia, es muy fácil de marcar. Más en cercanía, más en la política llamada municipal.

Está todo tan revuelto, pútrido y descarnado que si ha de cambiarse algo, todo ha de cambiar. Empezando por acortar procesos, comisiones, normativas vetustas y excusas malolientes que se justifican en base a competencias. Precisamente el concepto competencia cobra, en cualquier municipio, una relevancia capital. ¿No nos llenamos la boca denunciando que el fallo es sistémico y que ya no podemos más?, pues se trata precisamente de eso, de desmontar con calma todo y de cero reiniciar. Ya no basta tener a nuestros electos en las instituciones, se trata de tener a los mejores representantes, los más competentes y aceptando que todos somos cobardes, esperar que sobreponiéndose a sus miedos, sean los más valientes…

Si, es cierto, lo que describo tiene un punto de locura, de despego irracional, pero en ocasiones, las palabras sobran y hay que golpear. ¿Cómo hubiese empezado yo?, hubiese iniciado mi andadura diciendo no y preguntando por qué. A fe mía que hubiese resultado irritante y cansino, pero hacer otra cosa y confiar en el paso del tiempo hubiese sido inútil, las instituciones demuestran que te devoran como Saturno a sus hijos.

No cabe duda que todos tenemos una realidad que nos duele, obligaciones que nos condicionan, empleos y negocios que pretendemos conservar, pero si esto nos frena, la política no es nuestro lugar. Ser precavido al asaltar una fortaleza es muy sabio, pero al final del asedio, si no caen las murallas, todo seguirá igual. Cambiarán las guarniciones, pero la plaza no quedará franca y se volverá a asediar. No es eso la política, no debería serlo, demasiado tiempo llevamos aceptando dos opuestas realidades, los ciudadanos extramuros y los falsos tribunos dentro de ellos.

Es convencimiento viejo y me inquieta en toda jornada, si no cambian los municipios, no cambiará nada. En fin, no cabe duda de que no alcanzo a entender ese arte escabroso y mentiroso de la democracia representativa, pero créanme, es un sentimiento, soy demócrata por fuera y por dentro. Eso sí, siendo una verdad de Perogrullo, creo que para arreglar algo, hay que aceptar que está roto.

Decir no y preguntar por qué, eso hubiese hecho.

POLITICA ES MORAL

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